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Aprender a dar gracias

Un día al año, este país celebra espléndidamente el acto de dar gracias. Esa es quizá la única fiesta típica de Estados Unidos que yo he adoptado con todo fervor. Es cierto que nosotros los católicos cada domingo agradecemos en la Eucaristía por todo lo que somos y tenemos; sin embargo, no todos sabemos ser agradecidos.

Inculcar la gratitud es deber primordial de todo padre y toda sociedad. Nuestra sociedad sufre cada día la ausencia de valores que se han perdido con el tiempo. Es en el hogar, y primordialmente a través de la madre, que dichos valores son inculcados. Uno de esos valores es la gratitud. La gratitud no es algo que de repente un niño debe empezar a usar o practicar. La gratitud es algo que los pequeños deben vivir como algo natural, como un hábito. Y así será si ven que la gratitud es un valor grandemente apreciado por los adultos.

¿Acaso usted no se acuerda la última vez que detuvo la puerta del tren, por ejemplo, para que entrara un niño y éste siguió de largo sin siquiera voltearse a mirarla? Pues es que en los tiempos que vivimos, los niños creen que se lo merecen todo y que uno, cualquier adulto, está ahí para servirles.

Pues bien, si la sociedad está desvalorizándose, es hora de que nosotros, los precursores de esas virtudes, tomemos cartas en el asunto.

Es muy desalentador ver niños en las escuelas que nunca dan las gracias. Hoy les diré unos cuantos consejillos para inculcar en los más pequeños el hábito de agradecer; después de todo, cuanto más temprano comiencen, mejor.

  • Primero enseñemos a los hijos a agradecer todo, no solo las cosas materiales que reciben, sino primordialmente esas que no se ven, pero que al final son las más importantes. Por ejemplo, el amor de la familia, las atenciones de las amistades de la familia, que su mamá le prepare su platillo favorito, la educación en el colegio, tener un hogar.
  • Enseñemos a escribir tarjetitas de agradecimiento cuando alguien hace algo por ellos o cuando reciben un regalo de cumpleaños. Explíqueles que reciben atenciones porque las personas los aprecian, y no porque sea obligación de ellas darles regalos. No hay nada más desagradable que ver niños que lo esperan a uno en la puerta de la fiesta de cumpleaños para recoger el regalo y luego no vuelven a hablar a con uno.
  • Otra estrategia eficaz es enseñarles el valor de la gratitud dándoles nosotros las gracias por cada esfuerzo que realizan cuando nos ayudan en el hogar o cuando hacen sus tareas de forma responsable. Aunque ayudar y cumplir con la escuela son deberes de los chicos, podemos agradecerles sus esfuerzos.

Una vez más, reitero: es en casa donde los niños aprenden lo que practican. No importa los sermones que les repitamos, si ellos ven que los padres agradecemos por cada detalle y suceso de nuestra vida, crecerán siendo agradecidos hasta por el aire que respiran y el amor que los rodea, y por los zapatos o el video juego que esperaban recibir.