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Dos hispanos de Brooklyn condecorados por el Papa

El pasado 1o de noviembre, el obispo de Brooklyn, monseñor Nicholas DiMarzio, entregó a 27 laicos y religiosos la medalla Pro Ecclesia et Pontifice, que el Papa da a laicos y clérigos por servicios destacados a la Iglesia. La medalla fue establecida por el papa León XIII en 1888 y es el honor más alto que el papa concede a laicos y religiosos.

Dos católicos hispanos estuvieron entre los que recibieron ese honor en nuestra diócesis: una líder laica ecuatoriana y un diácono cubano. El diácono es Ramón Lima y la líder laica es Cruz-Teresa Rosero, nuestra columnista. Para Nuestra Voz es un motivo de especial orgullo que entre quienes recibieron la medalla estuviera una miembro de nuestro equipo. Nuestra Voz conversó con ambos y esto fue lo que nos dijeron sobre su experiencia de fe:

NV: ¿Cómo supo que iba a recibir la condecoración Pro Ecclesia et Pontifice?

Cruz-Teresa Rosero: Recibí una carta del Obispo DiMarzio en agosto diciéndome que el papa Francisco me Lima-acceptsconcedería un alto honor pontificio. Me sorprendí muchísimo y me preguntaba quién me habría nominado y qué es lo que había hecho para merecer tan alto honor.

Diácono Lima: Recibí una carta de monseñor DiMarzio a finales de julio. Me sorprendió de gran manera, pues siento que ese honor es inmerecido, ya que creo que solo soy el fruto de tantos seres que han pasado por mi vida en los pasados 55 años que llevo en la diócesis, que han enriquecido mi pobreza. Pero me llenó de gran alegría.

NV: ¿Cómo comenzó su compromiso con la Iglesia?

Cruz-Teresa Rosero: Tuve la bendición de estudiar en escuelas católicas la primaria y secundaria. Desde niña sentí el llamado a servir a Dios y a su pueblo. Cuando llegué a Brooklyn, en medio de las luchas y soledad que experimenta todo inmigrante, busqué una Iglesia que tuviera misa en español. Empecé a asistir al principio como una feligrés más y poco a poco el sacerdote de la parroquia y otros hermanos me invitaron al grupo de oración carismático; identificaron mis dones y me animaron a ayudarlos en el servicio. Desde entonces, hace más de 30 años, he servido en la parroquia, y en la diócesis, en varias capacidades.

En el transcurso, me di cuenta que para servir mejor, y llegar a ser una voz, tanto en el mundo hispano como en el americano, debía formarme. Tomé la decisión de aprender inglés e ir a la universidad. Hice estudios en Educación y en Teología. Hoy soy maestra en el Instituto Pastoral, escribo desde hace muchos años para nuestro periódico, doy charlas y cursos de formación para líderes y servidores de la Renovación Carismática, y participo en comités diocesanos y nacionales.

Diácono Lima: Mi padre era ateo. En mi casa raramente se hablaba de religión. Cuando tenía 14 años entré en una iglesia que estaba cerca de donde estudiaba bachillerato. Mi esposa me dice que nunca he salido de ella. Mi fe está basada en la firme convicción de que Cristo vive y le he prometido “quererlo más que éstos” como nos escribe san Juan.

Comencé a trabajar [en la Iglesia] en Cuba cuando tenía 17 años. A los 22 vine al exilio y desde entonces he trabajado en lo que mis mayores me han pedido. Siempre para la Gloria de Dios. Mi esposa comparte mis ideales y ella ha estado junto conmigo en este camino hacia el encuentro con el Creador.

Desde que llegué a la diócesis [de Brooklyn] he estado activo. Primero en los apostolados parroquiales, después del Concilio Vaticano II a nivel diocesano. En 1977, monseñor  Mugavero me ordenó al diaconado y desde entonces he servido en diferentes ministerios. La mayor riqueza la obtuve al comenzar a enseñar a los candidatos al diaconado desde 1982 hasta la fecha. Sigo tan enamorado del diaconado como el primer día, hace ya 38 años.

NV: ¿Qué cree que aportamos los hispanos a la Iglesia que peregrina en Brooklyn y Queens?

Cruz-Teresa Rosero: Los hispanos somos una presencia notable en nuestra Iglesia. Hacemos ruido con nuestra música, nuestra fe inconmovible, alegría contagiosa, nuestro gran sentido de lo que significa ser familia, vivir en comunidad, nuestro gran amor a la Virgen y otras devociones populares.

Diácono Lima: Estoy convencido que constituimos gran parte de la espina dorsal de esta diócesis. Nuestra ferviente devoción a la familia y nuestro sentir religioso son vibrantes valores de la vida católica de esta diócesis.

Tanto Cruz-Teresa Rosero como el diácono Ramón Lima son una prueba viviente de lo importante que es para los emigrantes conservar sus valores y del creciente papel de los hispanos en nuestra diócesis. Su testimonio de fe nos enriquece a todos. ¡Gracias y felicitaciones a ambos!