Entrevista

El obispo de los inmigrantes

Una conversación con monseñor Nicholas DiMarzio

El pasado 14 de julio, monseñor Nicholas DiMarzio, el obispo de Brooklyn, conversó con Nuestra Voz sobre temas como los asesinatos masivos recientes, los inmigrantes y las vocaciones. Sus respuestas nos dan una imagen de este obispo nieto de inmigrantes italianos y guía espiritual de una de las diócesis más diversas y multiculturales del mundo.

Monseñor DiMarzio grabó además un mensaje de video para los lectores de Nuestra Voz que pueden ver en nuestro sitio web: nuestra-voz.org/

Jorge I. Domínguez- López: Monseñor DiMarzio, hace unos días Ud. celebró una vigilia de oración por las víctimas de tres incidentes recientes de violencia. ¿Está nuestra sociedad regresando a las tensiones y tragedias de los años sesenta y setenta?

Monseñor Nicholas DiMarzio: Bueno, creo que la situación actual es diferente de la de los años sesenta y setenta. Yo viví aquella época. Creo que existía un gran malentendido o una falta de comprensión de los problemas raciales que teníamos en nuestro país. Fue una época muy compleja, pero tuvimos grandes líderes… Martin Luther King Jr., que era un pacifista, que realmente enseñó mucho a la nación y que murió asesinado. Y tuvimos líderes como los Kennedy, y también el presidente Johnson, quien hizo mucho por salir de aquella situación.

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Foto: Elimelec Soriano

Pero las generaciones llegan y cambian, y a veces no entienden. Diría que la joven generación actual quizás es más sensible. De alguna manera la generación intermedia olvidó las lecciones de los años sesenta y setenta: que existe la desigualdad, que algunas personas se sienten discriminadas. Y no puedes cambiar lo que la gente siente.

Por ejemplo, la semana pasada en la televisión decían que 650 personas mueren a manos de la policía cada año. Unas 130 son personas negras.

Eso significa que la mayoría de las víctimas son blancos, pero los afroamericanos se sienten discriminados. De modo que las estadísticas no importan, sino lo que la gente siente. Y se sienten acosados. Hay que entender eso.

No se puede abordar el problema simplemente con estadísticas. Hay que tratarlo como un problema humano. Pero creo que estamos en una situación menos mala que en el pasado.

No somos perfectos; sabemos que nos queda mucho por hacer. Nunca olvidaré que en 1958, cuando yo tenía 14 años, fuimos a la Feria Mundial en Bruselas. Cada país tenía su propio pabellón y era interesante que sólo en el de Estados Unidos se hablaba de los problemas que teníamos. Todos los demás… bueno, según el pabellón de Rusia, allá todo era perfecto. Sólo el pabellón de EE.UU. decía que el país tenía problemas que debíamos resolver. Esa es la esencia de los EE.UU., esos son los EE.UU. de los que me siento parte. No es un país perfecto, pero es mejor que muchos. Y nosotros reconocemos que tenemos problemas. Y tenemos que resolver éste. Eso es lo que pienso.

JID: Ud. ha apoyado la reforma migratoria y recientemente expresó su oposición a las deportaciones masivas. Desde su ordenación como sacerdote ha trabajado con inmigrantes. Sus cuatro abuelos vinieron de Italia a este país. ¿Cómo su experiencia personal y familiar ha influido su trabajo constante a favor de los inmigrantes?

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Foto: Elimelec Soriano

Monseñor DiMarzio: De niño vivía con mis abuelos, y hablábamos su idioma, su dialecto, y conocía bien su historia. Yo me sabía la historia de todos en la familia: cómo habían venido a este país, los problemas que habían tenido, las experiencias que habían vivido. Hoy la mayoría de la gente de este país no conoce sus raíces como inmigrantes. Por eso juzgan basándose en lo que oyen en los medios o lo que dicen personas que usan este tema en contra de los inmigrantes.

De modo que desde el inicio de mi vida —y de mi vida sacerdotal—, entendí que los inmigrantes tenían problemas muy específicos, pero que al mismo tiempo aportaban mucho a los Estados Unidos. Eso está claro. Por eso siempre estuve dispuesto a trabajar con los inmigrantes. Los inmigrantes, cualquiera sea su origen, tienen problemas similares.

Hace dos años se publicó un estudio de un economista. Era un análisis del censo de 1910 y el de 2010. Comparaban dos grupos: los mexicanos y los italianos. Eran como un espejo uno del otro: hacían los mismos trabajos, tenían la misma posición social, etc. Ésa es la realidad. La gente no lo entiende, pero la historia de la inmigración se repite una y otra vez en nuestro país.

Por supuesto, mi comprensión del tema migratorio proviene de mis propias raíces, pues mis abuelos fueron inmigrantes. Y yo conocía y entendía sus historias; y me doy cuenta de que esas mismas historias se repiten una y otra vez entre los inmigrantes.

JID: A Brooklyn la llaman la Ciudad de las Iglesias y la Diócesis de los Inmigrantes. Hay una relación entre esos dos sobrenombres. Fueron los inmigrantes los que llegaron aquí y construyeron esas iglesias. Hoy muchas de ellas sirven a la comunidad hispana. ¿Cuáles son las responsabilidades de los inmigrantes hispanos hoy? ¿Cuál es nuestra tarea? ¿Cuál será nuestro legado?

Monseñor DiMarzio: Como dije antes, la inmigración es un proceso que toma tiempo. La generación inmigrante, la primera generación tiene que resolver problemas inmediatos como casa, trabajo y otras necesidades materiales. La segunda generación, más adaptada, comienza a contribuir más al país y a la Iglesia. En la tercera generación es en la que usualmente vemos el florecimiento de la integración y de las vocaciones para la Iglesia.

“Mi comprensión del tema migratorio
proviene de mis propias raíces,
pues mis abuelos fueron inmigrantes”.

La mayoría de los hispanos está aún en la segunda generación, no hemos llegado a la tercera generación hispana aún. Este año ordené a tres hispanos que habían nacido aquí o vinieron como inmigrantes. Bueno, eso es un progreso. Estamos recibiendo vocaciones que necesitamos. Ellos hablan español como nativos, son parte de su cultura. Así que ya estamos viendo esta contribución de la comunidad de habla hispana a la Iglesia. Ya están asumiendo las responsabilidades de las generaciones anteriores de inmigrantes.

Muchas veces voy a parroquias hispanas y me dicen: “Queremos sacerdotes que hablen español”. Y yo les digo: “Pero si los tienen”. “Oh, no. Queremos que sean hispanos de nacimiento”. Y yo me enojo, de veras me enojo, y les digo: “No, no. Ustedes tienen los sacerdotes. Ellos incluso aprendieron español. ¿Tienen hijos, nietos? Mándenmelos y yo los haré sacerdotes.”

Bueno, es un proceso de crecimiento. La gente tiene que aprender a integrarse al país y qué contribuciones pueden hacer. Y ellos contribuyen con su propia presencia en la Iglesia, y con las vocaciones de sus hijos y sus hijas.

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Foto: Elimelec Soriano

JID: En los últimos tres años Ud. ha ordenado 32 sacerdotes para la Diócesis de Brooklyn. En 2014 ordenó el grupo de sacerdotes más numeroso del país. Sus hermanos en el episcopado le habrán hecho esta pregunta: ¿Cuál es su secreto?

Monseñor DiMarzio: Bueno, no creo que haya ningún secreto. El secreto es que hay que crear una cultura vocacional en la diócesis. En primer lugar, necesitamos vocaciones. Y eso es responsabilidad de todo el mundo, no sólo del director de Vocaciones, sino de todos los sacerdotes y fieles. Eso es lo que trato de inculcar: le pido a cada parroquia que tenga un comité de vocaciones, que oren por las vocaciones, que busquen a los jóvenes que puedan tener vocación. Les digo que tenemos el Proyecto San Andrés. Nos reunimos con ellos. Todos los obispos ahora organizan esas reuniones a las que los sacerdotes llevan hombres jóvenes que podrían tener vocación, y para las mujeres tenemos el Proyecto María para las mujeres. Y hablamos con ellos.

Cada año tenemos un retiro que predico yo mismo. Usualmente participan unos 20 jóvenes. Tenemos una “casa de discernimiento” para las personas que aún no están seguras de su vocación. Todo esto es parte de la labor que hacemos.

Muchas veces tengo que aclarar esto. Dicen: “Oh, sí, tienes 23 sacerdotes. ¿Cuántos son americanos?” Y les digo: “¿Cuántos americanos? Todos”. Todos son parte de este mundo, porque nuestra diócesis es muy americana, pero muy inmigrante. De eso está hecho este país, de todos esos grupos diferentes. Así que no los diferenciamos.

En nuestra diócesis necesitamos gente de todo el mundo para cumplir esas responsabilidades. Pero a veces vemos actitudes un poco raras. Nos dicen: “Oh, hay demasiados sacerdotes haitianos en la diócesis”, y yo contesto, “¿Demasiados? ¿Y cuándo hubo demasiados sacerdotes irlandeses?”

“De niño vivía con mis abuelos
y hablábamos su idioma, su dialecto,
y conocía bien 
su historia”.

¡No, no se puede decir eso! Porque en el fondo, debajo de todo eso hay una actitud racista. O es ignorancia. Pero decir algo así es ofensivo. Tenemos que crecer como país. Ya hablamos antes del conflicto racial. Hay mucho por hacer aún. Tenemos que despojarnos de los prejuicios raciales, de los prejuicios étnicos. Tenemos que valorar a las personas por lo que son, por lo que producen, etc., no por sus orígenes o su grupo étnico… Eso no ayuda a nadie.

JID: Mi hijo más pequeño nació el 3 de octubre de 2003, el mismo día que Ud. tomó posesión como obispo de Brooklyn. Mi esposa y yo celebramos sus logros y lo animamos a esforzarse en las áreas que puede mejorar. ¿Cómo ve Ud. la Diócesis de Brooklyn hoy? ¿Qué debemos celebrar y en qué áreas tenemos que trabajar más?

Monseñor DiMarzio: Al mirar estos trece años, pienso que la Diócesis ha cambiado mucho. Además del influjo de inmigrantes, ahora tenemos un influjo de gente joven de todo el país. Ellos también son migrantes. No son inmigrantes, pero son migrantes. No siempre se sienten cómodos aquí. Hallan esta cultura de gente joven, la cultura de los hipsters, de los yuppies —y son también personas desplazadas, tienen las mismas necesidades.

Recientemente comenzamos una misión sólo para jóvenes de Williamsburg, porque ése es el lugar donde ha tenido más impacto este influjo. De modo que tenemos que ser flexibles, para responder a las necesidades que hallamos. Ahora tenemos que comenzar a trabajar con la gente que tenemos y hallar maneras de atraerlos y evangelizarlos. Ésa es la esencia de la Iglesia, la evangelización es siempre la esencia.

Y lo que me preocupa es hallar los medios, los métodos de evangelización, porque para la nueva evangelización necesitamos nuevos métodos y un nuevo celo apostólico. No podemos seguir mirando al pasado. Ésa es siempre la preocupación: mirar la realidad presente, servir a esas personas y suplir las necesidades que tenemos hoy en la diócesis.

JID: Después del papa Francisco, Ud. es quizás el obispo católico con el rebaño más diverso y multicultural del mundo. ¿Qué significa ser obispo de Brooklyn?

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Foto: Elimelec Soriano

Monseñor DiMarzio: Sí, somos una de las más diversas. No estoy seguro si somos la más diversa. Los Ángeles es tan diversa o más que nosotros. Pero reconocemos que es un microcosmos donde se refleja el mundo entero. Es —como siempre digo— el nuevo Pentecostés, porque vemos a todo el mundo escuchando las mismas palabras, las palabras del Evangelio, y entendiéndolas en su propio idioma.

Y ese es el reto aquí —que tenemos que hacernos presentes para tantas personas diferentes y tantas culturas distintas. Es un reto. Así que tenemos que ser flexibles y reconocer que ése es el pueblo que Dios nos dio para que los evangelicemos. Y tenemos que hacerlo.

Creo que es un gran reto hallar los sacerdotes y animarlos en su misión, hacerlos conscientes de lo importantes que son… y loslaicostambién,porqueenla nueva evangelización no es sólo el sacerdote, o el religioso o la religiosa, son los laicos los que deben tomar la responsabilidad de evangelizar en la Iglesia de hoy. Y por eso es que trabajamos en esa dirección.

JID: Ud. siempre parece sentirse tan cómodo, tan feliz, cuando está entre inmigrantes.

Monseñor DiMarzio: Bueno, he estado trabajando con ellos durante 45 años, claro que me siento cómodo. Ésa es mi pasión.