Nuestra comunidad religiosa

El padre Roberto Cadavid: de Colombia a Queens

EL PADRE ROBERTO CADAVID es el vicario parroquial de Santa Rita en Queens. Su voz pausada y su inconfundible acento paisa son una evocación del hogar y una compañía para muchos feligreses de esta iglesia en Long Island City.

El padre Cadavid nació en Medellín, Colombia, el 27 de agosto de 1960, en una familia numerosa, típicamente antioqueña. Sus padres, Ernesto y Evangelina, tuvieron once hijos. “Mis padres eran personas tradicionales de origen campesino, personas trabajadoras, honestas, cuidando y desvelándose por la educación de sus hijos”.

Cuando estudiaba la escuela secundaria, sus primos lo invitaron para que se uniera a los grupos de su parroquia. Ese fue, según él, la primera señal para seguir la vida sacerdotal.

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El 12 de diciembre de 2012 el padre Roberto Cadavid llegó a la parroquia de Nuestra Señora de los Ángeles en Brooklyn. Fue el primer sacerdote ordenado en la Diócesis de Girardota, en Colombia, el 26 de agosto de 1988. Foto: Darío López Capera

“Esos contactos con la Iglesia como institución, comunidad de fe —además de la amistad y el acompañamiento de los sacerdotes, con el párroco, con los vicarios parroquiales— fueron como una semilla que se fue sembrando. Estar allí fue causando en mí una sensación diferente, de compromiso de vida, de comunión, de participación, de darle todo el sentido a lo que estaba haciendo dentro de la iglesia”, recuerda el padre Cadavid.

En esa parroquia habían varios jóvenes que estaban haciendo su proceso de formación académica en el Seminario Menor, donde se estudiaba la escuela secundaria. “Ese contacto con ellos me fue llenando de todas esas ganas y de todos esos deseos”, agregó el Vicario Parroquial.

“Un día el párroco me insinuó que entrara al seminario porque me veía carisma, aptitudes, deseos. Al principio me dio un poco de susto porque era enfrentarme a una nueva realidad, ir tomando de lleno esa inmensidad que se le viene encima. Yo les comenté a mis papás y ellos se sintieron felices y me dijeron: «Si es lo que usted quiere, nosotros lo vamos a apoyar, lo vamos a ayudar para que salga adelante». Así fue como ingresé al Seminario Menor para hacer el grado once y allí fue creciendo más esa llama de la vocación”.

Al graduarse, ingresó al Seminario Conciliar de Medellín, donde estudió tres años de filosofía y luego cuatro años de teología. Se ordenó como diácono el 19 de marzo de 1988 y el 26 de agosto de 1988 fue ordenado sacerdote.

“En 1988 nacieron tres diócesis más que se formaron de la Arquidiócesis de Medellín: la Diócesis de Girardota, la Diócesis de Caldas y la Diócesis de Apartadó. En ese momento yo era diácono. El Cardenal Alfonso López Trujillo, entonces Arzobispo de Medellín, me dijo que si quería hacer parte de la Diócesis de Girardota, donde estaba mi familia. Yo acepté y fui el primer sacerdote ordenado en la Diócesis de Girardota”, recuerda el padre Cadavid.

La Diócesis de Girardota fue creada el 18 de junio de 1988 y monseñor Óscar Ángel Bernal, primer obispo de la Diócesis, lo ordenó como sacerdote. El 27 de agosto, un día después de su ordenación, celebró su primera misa en la Catedral de Nuestra Señora del Rosario en Girardota, el mejor regalo de cumpleaños para él.

En diciembre de 1988 monseñor Bernal lo nombra vicario parroquial de la iglesia del municipio de Cisneros, en Antioquia. En 1990 regresó a la Arquidiócesis de Medellín y allí el Cardenal lo nombró párroco de San Vicente Ferrer, en San Javier, Medellín, en 1990. Allí estuvo cuatro años, luego fue al corregimiento de Santa Elena, donde estuvo cuatro años también.

Fue trasladado a la parroquia de Nuestra Señora de Chiquinquirá en el municipio de Bello, donde también fue rector del colegio de la parroquia. Luego pasó a la parroquia de Santa Ana, como párroco y rector del colegio, por siete años.

El 12 de diciembre de 2012 llegó a la parroquia de Nuestra Señora de los Ángeles en Brooklyn. “Para mí ha sido de una gran renovación espiritual, pastoral, porque muchas veces los cambios pueden ser traumáticos, pero son necesarios. A lo mejor uno lo siente con pesar y nostalgia, porque uno se apega a la comunidad, pero los cambios son importantes porque traen una renovación.