Biblia

El soplo de Dios

Sor Agustina, hermana de la Caridad, nos decía que para crear a Adán, Dios sopló sobre una figurita de

barro. Yo intenté hacer lo mismo, pero después de mucho soplar no conseguía nada, sólo llenarme las manos de barro. Me las tenía que lavar antes de ir a casa, si no quería una bronca de mi madre, que le molestaba verme sucio.

Pero han pasado muchos años y mi lectura infantil de la Biblia también está en el recuerdo. Hoy día nos podemos preguntar: ¿Qué significa para mí, o para usted, el soplo de Dios?Este artículo ofrece una sencilla respuesta.

Creo que antes de responder a la pregunta hay que hacer una aclaración importante. En hebreo, la lengua en que se escribió la Biblia, la palabra ruah tiene dos significados: “aire” y “espíritu”. Aire se usa para indicar viento, soplo, atmósfera; o en frases como “tomar el aire”, “al aire libre”, etc. Usamos espíritu para nombrar alma, genio, coraje, licor, inclinación, energía, espíritus malignos, etc. El problema surge cuando se intenta traducir esta palabra con doble significado.

En la antigüedad se creía que las fuerzas de la naturaleza eran misteriosas, se las reconocía como divinas: agua, fuego, vida y viento. Ruah es uno de esos poderes. Significa soplo, fuerza, soplo de Dios, espíritu de Dios. Ruah es el viento que procede de Yavé. Ruah (viento) es Dios, es el Espíritu de Dios en acción, que interviene. El viento es la mayor manifestación del poder de Dios.

Pero veamos unos ejemplos concretos. El segundo versículo de toda la Biblia dice: “El espíritu de Dios (el viento) aleteaba sobre las aguas” (Gn 1,2).

¿En qué quedamos, era el viento o el espíritu de Dios? En el segundo capítulo, al hablar de la creación del hombre, leemos: “El Señor formó al hombre del polvo de la tierra, sopló en su nariz un hálito de vida, y el hombre se convirtió en un ser viviente, (Gn 2,7).

En el relato del diluvio hay otro ejemplo: “Dios hizo soplar un viento (un espíritu) sobre la tierra, y las aguas descendieron” (Gn 8,1).

Vemos que el soplo procede de Dios y que da la vida. Por si tenemos duda, la Biblia añade: “Dijo entonces el Señor: Mi aliento no permanecerá para siempre en el hombre” (Gn 6,3).

Ese viento (Espíritu) es salvador: separó las aguas del mar Rojo (Ex 10,13.19). Sería una tarea encomiable ir leyendo en la Biblia los muchos lugares donde aparecen indistintamente las palabras viento y espíritu de vida. Entre ellos destacan las palabras del salmo: “Si retiras tu soplo, expiran y vuelven al polvo. Si envías tu espíritu, los creas y renuevas la faz de la tierra” (Sal 104,29-30).

El salmista usa la imagen del Génesis. Si al hombre se le retira el soplo de vida, muere. Esto es lo que ocurre con la muerte de las personas, expiraron, lanzaron su último respiro: “Si Dios retirara su espíritu y aliento, los vivientes volverían al polvo” (Jb 34,14-15).

No hace falta buscar textos en el Antiguo Testamento, pues tenemos un hecho bien conocido. Vayan al capítulo 2 de los Hechos de los Apóstoles. Se trata del primer Pentecostés. Lean cuidadosamente donde dice: “Vino del cielo un ruido, como el de una violenta ráfaga de viento, que llenó toda la casa… Todos quedaron llenos del Espíritu Santo”. Se ve la íntima relación entre viento y espíritu.

Así nace la Iglesia, con el fuerte soplo de Dios.

Es el Espíritu quien la fundó y no deja de dirigirla. Aun en momentos difíciles, el soplo de Dios está presente. ¡Sin duda alguna!