Entrevista

Entrevista con monseñor Diego Padrón, presidente de la Conferencia Episcopal Venezolana

Entrevista con monseñor Diego Rafael Padrón Sánchez, arzobispo de Cumaná y Presidente de la Conferencia Episcopal Venezolana, realizada el 30 de agosto de 2016 en Bogotá, Colombia, tras la última sesión de la celebración del Jubileo de la Misericordia en el Continente Americano.

MONSEÑOR PADRÓN es un hombre de baja estatura, que mira al interlocutor con la cabeza ligeramente inclinada. Se ve muy pequeño monseñor Padrón al inicio de una conversación. Pero con cada respuesta cambia su talante y poco a poco se va volviendo una figura imponente.

Monseñor Padrón ha sido blanco de algunos de los peores ataques de la prensa gubernamental venezolana. Como presidente de la Conferencia Episcopal, se halla siempre expuesto al fuego cruzado de los dos bandos. Pero exhibe la serenidad de un monje trapense.

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Monseñor Diego Rafael Padrón Sánchez, arzobispo de Cumaná y Presidente de la Conferencia Episcopal Venezolana. Foto: Jorge I. Domínguez-López

Jorge I. Domínguez: Usted es presidente de la Conferencia Episcopal Venezolana. Unos podrían pensar que ese cargo es un premio, otros que es un castigo.

Monseñor Diego Rafael Padrón Sánchez: Es un servicio. Así lo han vivido quienes me han precedido. Y cuando me tocó a mí, porque la asamblea lo decidió, me puse también en la línea de servicio, y una línea de gran apertura, porque sé que el país está muy dividido. Y la Casa de la Conferencia Episcopal, debía ser una casa abierta a todos. Así lo dije y eso se ha cumplido.

JID: Y esa apertura, ese “ser todo para todos” de que habla San Pablo, ¿cómo se logra en términos prácticos?

Monseñor Padrón: Primero con una visión muy amplia de respeto a la capacidad de cada quien de asumir una responsabilidad social, política, pues lo que más nos divide es precisamente la situación social-política. Ese respeto es indispensable para que podamos caber todos en el país.

“Hay que hacer gestos
de apertura,
gestos de solidaridad”.

En segundo lugar hay que hacer gestos de apertura, gestos de solidaridad. Y tener consciencia de que todos somos iguales porque Dios nos ha dado el don de la dignidad humana. Es una tarea fundamental del hombre: darle orientación, sentido, destino a la creación y también a la historia humana.

JID: En este Año de la Misericordia, ¿cómo se puede practicar la misericordia cristiana en Venezuela hoy?

Monseñor Padrón: Tenemos los venezolanos que descubrir la misericordia, porque a veces puede parecer que la palabra misericordia supone injusticia o que es una debilidad. En Venezuela hoy por hoy, misericordia significa en primer lugar reconocernos hijos de Dios, hermanos todos.

En segundo lugar, significa compartir y ponernos al nivel del que más necesita, ponernos en los zapatos del otro, sin distinciones. Y atender al clamor de un pueblo que pide alimento, pide medicinas y pide, sobre todo, el respeto a su dignidad.

Por ejemplo, algo que nos está causando mucho daños es que para conseguir alimentos o medicinas la gente tenga que perder un tiempo precioso —4, 5, 6 horas— haciendo fila, colas. Eso va contra la dignidad de la persona humana porque el Estado tiene la obligación de darle vivienda, alimentación, medicinas a la población. Claro que esto requiere que cada quien busque su trabajo, pero es al Estado al que le corresponde velar por la vida, la salud, la vivienda y la garantía de todos los derechos humanos.

JID: ¿Qué tendrían que hacer hoy los venezolanos para construir el país que quieren tener mañana?

Monseñor Padrón: Debemos pensar en esa Venezuela que queremos y ya desde ahora —y eso se viene haciendo, gracias a Dios—, pensar en programas, políticas que nos permitan recuperar lo que hemos perdido, que nos permitan reconstruir en todas las dimensiones la vida de los venezolanos.

El gobierno tiene que sentir que el pueblo reclama la libertad para ejercer ese derecho que la Constitución le garantiza. Pero por tanto tenemos que pensar en la Venezuela que necesitamos reconstruir, mejorar; la Venezuela que deseamos, que queremos, que nos comprometemos a construir.

“El respeto es indispensable
para que podamos caber
todos en el país”.

JID: El problema de la inseguridad, de delincuencia, afecta a casi toda América Latina. Es asunto que rebasa la capacidad de la Iglesia. ¿Tiene la Iglesia un rol en la resolución de este grave problema?

Monseñor Padrón: La Iglesia tiene un papel, en primer lugar, en ayudar a tomar consciencia del valor de cada persona, del valor de la vida. Por tanto, también yo tengo que cuidar mi vida y no exponerme a situaciones de máximo riesgo. Pero no se trata sólo de la mía: tengo necesidad de tomar consciencia de que yo soy garante de mi hermano, aquello aparece en la Biblia en el libro del Génesis: “¿Dónde está tu hermano?” Ése es un mensaje que la Iglesia constantemente está promoviendo.

JID: Los cristianos estamos llamados a la esperanza. Tomando en cuenta la realidad de Venezuela hoy, ¿cómo se imagina Ud. el país en cinco años, en diez años?

Monseñor Padrón: La esperanza es también realista. La esperanza nos dice que tenemos que poner los pies sobre la tierra. La esperanza es hacer un camino. Y en ese sentido no es una vana ilusión. La ilusión es distinta a la esperanza. La esperanza tiene una raíz fundamental que es la fe.

No hay esperanza sin una convicción profunda de que detrás de nosotros, por encima de nosotros o delante de nosotros está un Dios que ayuda, que nos da capacidad y nos ilumina para que nosotros podamos sobrepasar los obstáculos, las dificultades.

Yo me imagino que Venezuela en estos próximos 10 años —o próximos cinco años, no importa—, habiendo aprendido una lección muy dura de polarización, de odio de clases, de una lucha frontal, de mucha muerte… En Venezuela hemos tenido en los últimos años hasta 27.300 muertos por violencia. Y eso no lo podemos atribuir a la violencia ambiental o social. Eso hay que atribuírselo a las causas fundamentales de la mala política del país. El gobierno no ha logrado descubrir cuál es la política adecuada. Ha hecho más de veinte planes y ninguno ha funcionado. El gobierno no ha tenido la capacidad de descubrir cómo garantizar la vida y la seguridad del pueblo venezolano.

Por tanto, yo creo que nosotros, en estos próximos años, habiendo aprendido esa lección tan dura, vamos a estar muy conscientes de la responsabilidad, de cuidar también la vida del otro, es decir, ser promotores de vida, defensores de la vida.