Columna del Obispo

La alegría del amor está en la familia

Queridos hermanos y hermanas en Cristo:

Comienzo una serie de cuatro artículos en los que espero ofrecer una muestra de lo que nos dice nuestro Santo Padre el papa Francisco en su exhortación apostólica postsinodal Amoris laetitia (“La alegría del amor”).

Después de cada sínodo, usualmente el Pontífice Romano ofrece sus reflexiones sobre los trabajos del sínodo, que es fruto de la colaboración de muchos obispos elegidos por las conferencias episcopales de todo el mundo. Los dos últimos sínodos han tratado sobre el tema de la familia. El Santo Padre, al publicar este extenso documento de 276 páginas, nos ofrece una apasionada y franca exhortación sobre el significado de la vida en familia en el mundo actual. En estos artículo voy a parafrasear y a tratar de dar una idea general de lo que el papa Francisco nos ha dicho, con el objetivo de motivarlos a leer el documento completo (http://w2.vatican.va/).

La alegría del amor que se vive en las familias es también el júbilo de la Iglesia, como nos recuerda el Santo Padre. También nos dice que el magisterio de la Iglesia no puede resolver todas las cuestiones morales debido a la diversidad de contextos en que la Iglesia está presente en el mundo.

Por ejemplo, pienso en la poligamia, que es una preocupación en algunas zonas de África, mientras que lo que yo llamo poligamia sucesiva —es decir, un matrimonio tras otro— es una preocupación en las culturas occidentales. En el Año de la Misericordia es especialmente importante recordar que los fieles están llamados a vivir el Evangelio, así como reconocer que muchos no llegan al modelo que el Señor nos presenta, y que la misericordia debe entenderse correctamente.

A la luz de la Palabra de Dios, el documento nos recuerda que la Biblia está llena de historias familiares —historias de bodas, de amor y de todo lo que podamos imaginar. Comienzan  desde el Génesis, donde se nos recuerda que dos se hicieron uno y que el hombre fue creado a imagen de Dios. La imagen de la creación de Dios es reflejada en el acto creativo de amor entre el esposo y la esposa, el amor de una pareja que puede compararse con la obra de la creación.

La familia puede compararse con la Santísima Trinidad, en la que el amor une al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo en una unión indisoluble, que vemos reflejada en el matrimonio. Cuando Dios crea una compañía para el hombre y para la mujer, es para que los niños sean fruto de la unión del esposo y la esposa. Y los niños son comparados con retoños de olivo, un símbolo de fertilidad en el mundo antiguo. La familia es el lugar donde se transmite la fe, y el Papa recuerda a los padres que son responsables de la educación de sus hijos.

Un elemento importante del documento es el enunciado de que los hijos no son propiedad de la familia, y se explica con el ejemplo de Jesús, que siendo niño es hallado en el templo. Sus padres estaban preocupados, pues no lo encontraban, sin embargo, Jesús les dice que él tenía que ocuparse de los asuntos de su padre.

Hay muchas referencias en la escritura que nos recuerdan que la Palabra de Dios no es abstracta, sino concreta. Los hombres y las mujeres tienen la misión de completar la obra de la creación, y se nos recuerda que su trabajo debe tener como resultado el desarrollo del mundo. Sin embargo, es inevitable la existencia del sufrimiento donde no hay desarrollo ni oportunidades de trabajo.

El papa Francisco también menciona en su exhortación otros problemas sociales que afectan a la familia actual, como la degradación del planeta y problemas que atentan contra la unidad de la familia.

Dice el Papa que la ley del amor y del don de sí a los demás son imágenes bíblicas que nos recuerdan que el amor no es simplemente una palabra. La familia debe mostrar ternura porque la Sagrada Familia es un ícono para toda familia, especialmente cuando se busca la intercesión maternal de la Virgen María en momentos de crisis para la familia.

Las experiencias y los retos que enfrentan las familias de hoy son diferentes a los del pasado. El bienestar de la familia está expuesto a graves retos en el mundo actual.

“Los cambios antropológico-culturales” que han ocurrido hacen que los individuos estén menos apoyados que en el pasado por las estructuras sociales en su vida afectiva y familiar. En el mundo actual vemos un individualismo extremo, personas que viven solas o que conviven con otras por conveniencia. El ideal de matrimonio que proponemos, sin embargo, que es exclusivo y estable, es más difícil de hallar.

Debemos trabajar con mayor intensidad, nos dice el Santo Padre, para proponer este ideal de matrimonio, que sólo es posible cuando cuenta con la ayuda del don de la gracia de Dios. Los ejemplos que pone el papa Francisco son muy concretos y no ignoran la realidad del mundo actual. La gracia y la conciencia, sin embargo, deben ser tomadas en cuenta cuando proponemos este ideal de matrimonio. Para algunos, la Iglesia no está viviendo a la altura de las exigentes enseñanzas de Jesús, pero al mismo tiempo la Iglesia debe reconocer que Jesús mostró su misericordia en muchas instancias.

En el mundo actual, el problema de la “cultura del descarte”, una cultura carente de sustancia, concentrada en hacer el menor esfuerzo y entregarse a las tendencias más narcisistas, convierte el matrimonio en rehén de muchas tendencias contemporáneas. El matrimonio es difícil de afrontar debido a circunstancias económicas y de otros tipos que convierten la aversión al matrimonio en una convención social. Muchas influencias de la cultura actual hacen que el matrimonio verdadero sea más difícil de lograr que nunca.

La falta de relaciones afectivas y las tendencias narcisistas que nos llevan a buscar soluciones rápidas para los profundos problemas del matrimonio contribuyen a la disolución de muchos lazos matrimoniales. Cuán importante es que consideremos todas las dificultades que han debilitado los lazos del matrimonio y, como resultado, han debilitado la familia.

Debemos proteger a todos los que forman parte de la familia: los no nacidos, los ancianos, los enfermos, los que tienen necesidades especiales, los que viven en la pobreza. Hay tantas otras dificultades que se deben superar para tener una vida familiar estable. El documento lo dice claramente: “No queda un estereotipo de la familia ideal”. La Iglesia quiere ofrecer una palabra de verdad y esperanza a los que hoy luchan por hacer de su vida familiar lo que el Creador quiso que fuera la vida de la familia.

Además, el Papa menciona otras dificultades que las familias enfrentan en el mundo de hoy como el abuso infantil, la migración —un tema tan actual en todo el mundo— que afectan el bienestar de las familias, la existencia de las uniones de personas del mismo sexo, el problema de la identidad de género e incluso la errónea comprensión de los derechos de la mujer, que hace aceptable la maternidad subrogada. La Iglesia debe defender el matrimonio como una unión exclusiva e indisoluble, y abierta a la procreación.

La vocación para vivir en familia es una vocación importante que sólo podemos hallar cuando tomamos como referente a Jesús mismo. Jesús restauró y dio cumplimiento al plan de Dios para la vida familiar. Un repaso de los documentos recientes de la Iglesia sobre la vida familiar nos permite ver que están todos basados en la doctrina de la Iglesia que procede de la Sagrada Escritura misma. El matrimonio es un don del Señor, nos dice San Pablo. Los Padres Sinodales nos recuerdan que es una unión indisoluble entre esposo y esposa, no un yugo impuesto, sino un don de Dios.

Jesús, que reconcilió todas las cosas, restauró también el matrimonio y la familia en su forma y propósito originales. El matrimonio y la familia han sido redimidos por Cristo. Lo que la Iglesia propone es el ejemplo de Jesús. Su presencia en las bodas de Caná, sus conversaciones con la samaritana y la mujer adúltera nos recuerdan que Jesús, el Verbo Encarnado, vivió en el seno de una sociedad humana y fue parte de una familia humana y mostró la misericordia y la ternura humanas más esenciales.

Lo que la Iglesia enseña en el mundo moderno se basa en las enseñanzas del Concilio Vaticano II y en la constitución pastoral Gaudium et spes sobre la Iglesia en el mundo contemporáneo. En la exhortación del Papa hay muchas referencias a enseñanzas anteriores que de ninguna manera se rechazan, sino que se amplían en el presente documento.

Las enseñanzas del beato Pablo VI en su encíclica Humanae vitae, (“De la vida humana”) nos recuerdan el intrínseco lazo que hay entre el amor conyugal y la procreación de la vida. Del mismo modo, san Juan Pablo II hace énfasis en la atención pastoral de la familia.

El papa Benedicto XVI, en Deus caritas est, (“Dios es amor”), nos recuerda que el amor de los esposos sólo es plenamente iluminado en el amor de Cristo crucificado. El papa Benedicto XVI nos dice que el amor es el principio de la vida en sociedad, el lugar donde podemos aprender la experiencia de ese bien común que es la familia misma.

Es importante recordar que el sacramento del matrimonio no es una convención social, un rito vacío o un simple símbolo de compromiso. Es una vocación a amar, aun cuando la vida nunca pueda ser perfecta. La entrega mutua en el sacramento del matrimonio constituye el sacramento mismo, como enseña la Iglesia. Son los novios los que se administran el sacramento el uno al otro, que es bendecido en presencia del sacerdote que representa a la Iglesia.

El sacramento del matrimonio nos recuerda que el amor del esposo y la esposa es un signo del amor de Cristo por su Iglesia, y la unión esencial de la pareja es verdaderamente parte del misterio nupcial que reconoce la mano de Dios en cada matrimonio. El matrimonio natural, por tanto, es comprendido plenamente a la luz de su culminación en el sacramento del matrimonio. Cristo elevó el matrimonio a la dignidad de sacramento que es fuente de gracia. Hoy en día, las parejas en uniones irregulares pueden lograr la estabilidad, pero al mismo tiempo se les debe ofrecer la oportunidad de recibir el sacramento del matrimonio.

La transmisión de la vida y la crianza de los hijos son muy importantes para la vida matrimonial pues, por su misma naturaleza, la unión conyugal tiene como objetivo la procreación. En su documento el papa Francisco reflexiona sobre la Humanae vitae y nos recuerda que debemos respetar la dignidad de la persona al juzgar moralmente los métodos de regulación de natalidad. Las alternativas a la infertilidad pueden ser la adopción o la acogida temporal de menores.

Los niños no son propiedad de la pareja ni un derecho absoluto de los padres. La familia debe proteger la vida en todas sus etapas contra la eutanasia y la pena de muerte. En resumen, la familia es el bastión de defensa ante un mundo que no apoya los valores familiares. “La Iglesia es una familia de familias” constantemente enriquecida por los miembros de las iglesias domésticas, es decir, las familias cristianas.

En este breve resumen he intentado ofrecer frases clave y hablar de temas que se abordan en el documento. Es como remar mar adentro, pero tocando sólo la superficie del agua. Nada puede sustituir la lectura atenta de este maravilloso documento que inspira la comprensión y la esperanza en el futuro de la familia.