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Felicidades a nuestras madres

Este mes en Estados Unidos se acostumbra a celebrar el Día de las Madres. En esa fecha rendimos honor no solamente a nuestra madre, sino a otras queridas mujeres que han tenido un papel muy importante en nuestro camino. Celebramos a nuestras abuelas, tías, hermanas y amigas que han tenido un impacto en nuestra vida para que llegáramos a ser lo que somos. A la misma vez, no podemos dejar fuera a nuestra madre celestial, que es nuestra defensora ante su hijo Jesucristo.

Me gusta pensar que María, en toda su belleza, toma parte de nuestro ser como la Sagrada Escritura nos dice en el Evangelio de San Juan:

Jesús vio a su madre, y junto a ella al discípulo a quien él quería mucho, dijo a su madre:

—Mujer, ahí tienes a tu hijo. Luego le dijo al discípulo: —Ahí tienes a tu madre. Desde entonces, ese discípulo la recibió en su casa.

Por ese mandato de Jesús al discípulo Juan nosotros también recibimos a María en nuestra casa. Es allí, donde ella se convierte en nuestra madre. Esta invitación, que en retrospectiva se ve, y al escuchar suena simple, no lo es. En aquel instante, antes de que el Hijo entregara su vida carnal al Padre, Él invita a la humanidad a recibir a su madre en sus hogares y en sus vidas.

Mi pregunta para ustedes, ya que estamos celebrando las mujeres ejemplares en nuestras vidas, es: ¿Cuál es su relación con la Madre de Dios? ¿Han aceptado la invitación de su Hijo para recibirla como su madre? Si no lo han hecho, ¿qué están esperando? ¿Qué necesitan para abrir las puertas de su vida a la madre celestial? No fue por coincidencia que Jesús, estando en la cruz dijo aquellas palabras a su discípulo.

El mensaje, aunque dicho en el Calvario, nos toca a cada uno de nosotros, porque fue dirigido a cada generación.

¡Qué regalo tan hermoso poder tener a la Madre de Dios como nuestra intercesora ante su Hijo! Significa que tenemos dos madres suplicando por nosotros. Cuán grande es el amor de una madre que pela sus rodillas ante Dios por sus hijos. Podemos mirar a María en la misma manera, con la diferencia de que sus peticiones llegan a su Hijo de una forma un poco diferente. Esto lo sabemos cuando leemos sobre el primer milagro público de Jesús en la boda de Caná, cuando se acabó el vino.

Después de una conversación entre madre e hijo sobre la falta de vino, María les dice a los sirvientes:

—Hagan todo lo que él les diga.
Había allí seis tinajas de piedra, para el agua que usan los judíos en sus ceremonias de purificación. En cada tinaja cabían de cincuenta a setenta litros de agua.

Jesús dijo a los sirvientes: —Llenen de agua estas tinajas.
Las llenaron hasta arriba, y Jesús les dijo:

—Ahora saquen un poco y llévenselo al encargado de la fiesta.

El resto de la escritura nos cuenta que ese vino era hasta mejor del que sirvieron primero. Aunque esta lectura tiene varias enseñanzas, también nos ayuda a ver la importancia de tener la presencia de Jesús y María en nuestros matrimonios y familias. Así que a celebrar la vida de mamá y de las mujeres que han impactado nuestras vidas al pasar de los años. No olviden a la Madre de Dios, que también advoca por sus hijos desde el paraíso. ¡Feliz Día de las Madres!