Entrevista

Entrevista: María Scaperlanda, biógrafa del padre Rother

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María Ruiz Scaperlanda, una escritora católica que ha publicado seis libros e incontables artículos y ensayos, nació en Cuba, pero vive en Oklahoma. En ese estado nació y creció Stanley Francis Rother, sacerdote y primer mártir estadounidense, que será beatificado en septiembre.

El más reciente libro de Scaperlanda es precisamente una biografía del padre Rother que lleva por título The Shepherd Who Didn’t Run. En español ese título sería “El pastor que no huyó”.

La frase no sólo describe al padre Rother, sino parte de una frase suya. En 1980, un año antes de su asesinato, en una carta “a los católicos de Oklahoma”, comentando el peligro en que vivía, el padre Rother les dijo: “El pastor no puede huir ante la primera señal de peligro”. Y cumplió con su consejo hasta dar la vida por el Evangelio.

De ese y otros temas nos habla Scaperlanda en esta entrevista.

This is the cover of the book "The Shepherd Who Didn't Run: Fr. Stanley Rother, Martyr from Oklahoma" by Maria Ruiz Scaperlanda. It is reviewed by Kathleen Finley. (CNS photo/courtesy Our Sunday Visitor) See BOOK-ROTHER March 18, 2016.
The Shepherd Who Didn’t Run (El pastor que no huyó) la biografía del padre Rother escrita por María Ruiz Scaperlanda.

Nuestra Voz: ¿Qué la hizo querer escribir la biografía del padre Rother?

María Ruiz Scaperlanda: Fui miembro de la Comisión de Historia, ayudaba con los documentos y las entrevistas en español, en la “fase de recolección de información” de la causa de canonización del padre Stanley a nivel local, en la arquidiócesis. Pero fue cuando monseñor Paul S. Coakley fue nombrado arzobispo de Oklahoma City que él y yo nos conocimos… en una peregrinación a Guatemala por el 30 aniversario de la muerte del padre Stanley. Monseñor Coakley me encargó que escribiera el libro, que fue la primera biografía publicada del padre Stanley. ¡No
puedo describir el honor y el privilegio que es para mí haber sido su biógrafa!

NV: En su libro se presenta al padre Rother como “un tipo normal”, que no creció con una aureola de santo en la cabeza ni con fama de sabio. ¿Qué lo hace un hombre extraordinario?

María Ruiz Scaperlanda: Para entender la historia del padre Stanley es esencial entender que él fue una persona “común y corriente”, que le costó mucho trabajo aprender latín, que incluso suspendió el primer año de teología en el seminario. Lo enviaron de vuelta a casa con una carta en la que se decía que el joven Stanley estaba consciente de que “él no tiene la habilidad intelectual necesaria para continuar sus estudios para ser sacerdote”.

Pero Stanley Francis Rother sabía en su corazón que estaba llamado a servir a Dios como sacerdote, y el obispo de Oklahoma, monseñor Reed, aceptó buscarle un nuevo seminario. Nunca se dio por vencido, al contrario, puso todo su empeño… confiando en que si era la voluntad de Dios que él fuera sacerdote, lo lograría. En 1963 terminó sus estudios en el Seminario Mount St. Mary de Emmitsburg, Marayland, y un mes más tarde fue ordenado sacerdote de la entonces Diócesis de Oklahoma City y Tulsa. Cinco años más tarde, aquel mismo joven que había pasado tanto trabajo para terminar sus estudios, se brindó como voluntario para trabajar en la comunidad de misión de Oklahoma en Santiago Atitlán, Guatemala.

El padre Rother inmediatamente se enamoró de aquella tierra volátil y hermosa de volcanes y terremotos, pero sobre todo de su gente—los tz’utujiles, un pueblo de la cultura maya. El padre Apla’s (Francis en lenguaje tz’utujil) fundó la primera cooperativa campesina, una escuela, la primera clínica y la primera estación de radio católica, que usaba para catequizar.

Y aunque no fue el fundador del proyecto, jugó un papel clave para establecer el tz’utujil como lengua escrita, lo que permitió, después de su muerte, publicar el Nuevo Testamento en tz’utujil. Pero sobre todo, el padre Rother se
convirtió en un reflejo de Dios para los habitantes de Santiago Atitlán.
No sólo hacía cosas por ellos, sino que les mostraba el amor de Dios mediante su propio amor y entrega total a ellos. El padre Rother puso su corazón al servicio de Santiago Atitlán, y Dios bendijo sus esfuerzos. No hay otra manera de explicar que el mismo joven que no era capaz de aprender latín en el seminario fuera después capaz de
no solo aprender, sino hablar fluidamente la difícil y extraña lengua tz’utujil de sus parroquianos.

Y hay otra cosa que quiero destacar. Como tantas familias del centro del país, Stanley Francis Rother creció en una comunidad de campesinos estrechamente unidos. Hasta que entró en el seminario, vivió en la misma casa donde nació: una casa y una granja que aún son propiedad de la familia Rother. Fue a la misma escuela desde primer grado hasta el grado doce. En las vacaciones del seminario, regresaba a casa y ayudaba a su familia trabajando en la granja.
Es precisamente esa vida común y corriente la que le enseñó a Stanley de Okarche valores como la generosidad, la
bondad, la importancia de la familia, el trabajo, la perseverancia… y la importancia de vivir tu fe en cada cosa que hagas.
Esos son los valores que el joven sacerdote llevó y vivió como pastor de los mayas tz’utujiles de Santiago Atitlán. De hecho, fue la disposición natural del padre Stanley para compartir la labores del campo con ellos, hombro a hombro, para partir el pan y celebrar la vida con ellos, lo que hizo que la comunidad de Guatemala dijera del padre
Stanley: “él era nuestro sacerdote”.

NV: ¿Qué significa el padre Rother para la Iglesia de Estados Unidos, para las relaciones entre anglos y latinos?

María Ruiz Scaperlanda: Esta es una pregunta realmente importante. Una de las lecciones que todos los misioneros tienen que aprender en su vida es cómo proclamar el Evangelio mostrando respecto y aprecio por la originalidad y la cultura de otros pueblos.
El equipo de misioneros de Oklahoma en Santiago Atitlán no fue la excepción. En esencia, el padre Stanley proclama su enseñanza a través de sus actos, ayudando a los tz’utujiles en sus necesidades básicas, y asumiendo su misión con larga vista, trabajando desde la cultura y la tradición tz’utujil. La relación entre anglos y latinos supone
respeto y debe estar basada en la aceptación de su singularidad, su individualidad, su cultura y sus tradiciones. Ese fue el reto para el padre Stanley —y es el reto para nosotros hoy también. ¡Qué bello e impactante ejemplo del talante multicultural de la Iglesia en Estados Unidos!

NV: ¿Cómo ha sido la recepción del libro? ¿Cuándo tendremos una edición en español?

María Ruiz Scaperlanda:Aunque me siento más cómoda trabajando sola en casa y en pantuflas, tengo que admitir que he
disfrutado las presentaciones del libro en parroquias del estado y del resto del país. Me encanta ver la sorpresa de la gente al conocer la bella historia de este hombre común, generoso, valeroso de Okarche, Oklahoma. Y la verdad es que el padre Stanley sigue enseñándome y conmoviéndome con su historia cada vez que tengo la oportunidad de hablar de él.
Cada uno de nosotros está llamado a la santidad, y el padre Stanley nos muestra la sencilla y profunda verdad de que buscar la santidad en nuestra vida diaria se logra entregando nuestra vida con confianza en las manos de la Divina Providencia.
Tengo muchos deseos de que el libro se publique en español, así que por favor, oren conmigo para que halle una editorial para traducir y publicar esta importante historia en español.