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30 años construyendo una cultura de la vida en Nueva York

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WINDSOR TERRACE — La hermana Virginia Joy, S.V., oriunda de Greenville, Carolina del Sur, nunca pensó que un día viviría en la ciudad de Nueva York. Pero como una de las Hermanas de la Vida, ahora trabaja en la que se conoce como la capital del aborto en los Estados Unidos, salvando bebés y ayudando a las madres a rehacer sus vidas.

“La mayoría de nosotras no somos de Nueva York y no hubiéramos elegido vivir aquí”, dice la hermana Virginia, quien ingresó a la comunidad de las Hermanas de la Vida en 2009. “A veces, puedes decir: ‘Virgen santa, no puedo creer estamos aquí ‘, y otras, piensas: ‘Aquí es exactamente donde se supone que debemos estar ‘”.

Otra joven Hermana de la Vida, la Hermana Gianna Maria, S.V., que ingresó en 2010 cuando tenía poco más de 20 años, también siente que está en el sitio donde debe.

“Puede ser sorprendente caminar por Times Square o por la Quinta Avenida y ver la búsqueda del materialismo, el individualismo y el hedonismo. Está por todas partes”, comenta. “Pero en lugar de ser algo aterrador, el Señor quiere que seamos plantados para que los corazones puedan saber que son amados y los corazones se puedan convertir al Señor”.

Las Hermanas de la Vida han trabajado durante 30 años en la Arquidiócesis de Nueva York. La orden fue fundada en 1991 por el cardenal John O’Connor (1920-2000) como una comunidad de religiosas que, junto con los votos tradicionales de pobreza, castidad y obediencia, hacen un cuarto voto: proteger el carácter sagrado de la vida.

La historia de cómo el cardenal O’Connor, exarzobispo de Nueva York, obtuvo la inspiración para iniciar la orden religiosa es en sí misma inspiradora.

Durante una visita a Alemania, caminó por los restos del campo de concentración nazi en Dachau. Mientras colocaba su mano dentro de un crematorio donde los nazis quemaron a sus víctimas, contempló la tragedia de su falta de respeto por la vida humana. Dijo que reconoció la falta de tal respeto en su propio tiempo y regresó de ese viaje decidido a comenzar una comunidad religiosa dedicada a promover la vida.

Ocho mujeres ingresaron a la orden el día de su fundación, el 1 de junio de 1991. Hoy en día, la congregación tiene 116 hermanas. En el verano de 2020, cinco mujeres profesaron sus primeros votos.

La hermana Gianna, quien es natural de Wilmington, Delaware, admite que tenía “hermosos planes para mi vida” que inicialmente incluían una carrera como enfermera, pero luego sintió el llamado de Dios.

“Me llevó a las hermanas, a través de varios medios, a través de otra comunidad asombrosa y orando con ellas, justo por este tiempo, en la época de Pentecostés”, cuenta. “Fue increíble estar abierta al carisma de la vida y las Hermanas de la Vida realmente se me colaron en el corazón”, dijo.

Las hermanas se adhieren a su misión de diversas formas.

Tienen un centro de crisis de embarazo, el Centro de Visitación de las Hermanas de la Vida, en la Iglesia de San Andrés en el bajo Manhattan, que ayuda a más de 1,000 mujeres al año.

“Hemos encontrado en nuestra misión mujeres embarazadas vulnerables, aquellas que podrían sentirse tan solas en un embarazo inesperado”, dijo la hermana Gianna, quien trabaja en el centro. “Ofrecemos apoyo material. No les ofrecemos solo pañales y un cochecito, sino amor, para que sepan que no están solas”.

Cuando la hermana Virginia se detiene a pensar en los innumerables bebés que se han salvado, se queda sin aliento.

“Tenemos una gran reunión del Día de la Madre, y literalmente transportamos en autobús a mujeres de Brooklyn, Queens, Manhattan y el Bronx”, explica. “Las recibimos en nuestra casa de retiro en Connecticut, con todos sus hijos en un terreno abierto en el que los niños pueden correr por todos lados. Nos quedamos mirándolos y nos maravillamos. ¿Cuántas de estas vidas no existirían hoy?”.

Las hermanas también sirven en la Oficina de Respeto por la Vida de la Arquidiócesis de Nueva York, donde la hermana Virginia es la directora.

Entre otras tareas, las hermanas organizan retiros de fin de semana, ayudando a las mujeres que han tenido abortos a través del programa de esperanza y sanación Hope and Healing. Su misión también incluye un programa de evangelización en el que las hermanas ofrecen charlas públicas y un programa de extensión para estudiantes universitarios donde dan consejos y apoyo a los estudiantes en varios campus de Colorado.

“Muchas en nuestra cultura han olvidado que la vida es buena y que ellas son buenos. Es posible que no sepan que sus vidas son importantes y que Dios las ama. Las Hermanas de la Vida existen para que podamos compartir ese mensaje de que Dios las ama y que su vida es hermosa”, dijo la hermana Virginia.

Ell tomó la decisión de entrar en la vida religiosa cuando tenía poco más de 20 años, pero las semillas se habían plantado en su corazón años antes.

“Nací y crecí en el sur. Realmente no lo pensé”, recuerda. “Pero a medida que crecía en mi fe y después de la universidad, reconocí que Dios tiene un plan para mi vida. Y luego me enfoqué en tratar de descubrir cuál es este plan en particular para mí”.

Hay un recuerdo de su infancia que nunca la abandona: en una misión parroquial, escuchó a una mujer hablar sobre el trauma emocional que estaba experimentando después de un aborto.

“Tendría probablemente unos 11 años”, recuerda la hermana Virginia. “Me cambió la vida de escucharla contar lo que pasó”.

“Deste entonces este recuerdo me ha acompañado, pero realmente fue después de la universidad cuando sentí que Dios me estaba invitando a la vida religiosa”.