SAO PAULO (Por Lise Alves/CNS)—. Las altas tensiones en las fronteras venezolanas siguen escalando después de choques con personas que protestan la decisión del gobernante venezolano, Nicolás Maduro, de no permitir la entrada al país de ayuda humanitaria para millones de ciudadanos.
La situación se vio complicada por la política: el líder de la oposición Juan Guaidó —presidente de la Asamblea Nacional Venezolana—, proclamado presidente interino con el apoyo de 50 gobiernos de todo el mundo, ha estado apoyando la entrada de la ayuda, situada por los Estados Unidos en la frontera entre Colombia y Venezuela.
Los presidentes y vicepresidentes de 14 países, incluyendo al vicepresidente de los Estados Unidos, Mike Pence, se reunieron en Bogotá, Colombia, el 25 de febrero para discutir la crisis.
En el cruce de frontera en Pacaraima, Brasil, dos camiones que llevaban ayuda humanitaria cruzaron a Venezuela el 23 de febrero, pero fueron detenidos por el ejército venezolano. El 24 de febrero, el gobierno brasileño hizo una declaración que aseguraba que los dos camiones habían regresado a Pacaraima, sin poder entregar la ayuda. El gobierno brasileño, sin embargo, prometió tratar de cruzar de nuevo tan pronto como se solucione la “situación diplomática”.
Al menos dos nacionales venezolanos fueron abatidos por las fuerzas de seguridad venezolana en la frontera con Brasil. Pero la situación fue peor en la frontera con Colombia. Dos personas resultaron muertas, y el ministro de asuntos exteriores de Colombia dijo que el 23 de febrero, 285 personas resultaron heridas y 37 hospitalizadas en el lado colombiano de la frontera después de choques entre seguidores de Guaidó y el ejército venezolano que bloqueaba la entrada de ayuda. Al menos dos indígenas de Venezuela fueron asesinados por las fuerzas de seguridad venezolanas a lo largo de la frontera con Brasil.
En los últimos años, grupos de Iglesia —incluyendo a los obispos venezolanos— han suplicado a Maduro que deje entrar la ayuda en el país para aliviar el sufrimiento de los venezolanos quienes enfrentan escasez de alimentos y medicinas, hiperinflación y crimen. Maduro dice que la ayuda se utilizará para meterse en los asuntos del país.
El 23 de febrero, Guaidó urgió a los miembros del ejército venezolano unirse a él en la lucha contra la “dictadura” de Maduro, informó la agencia de noticias The Associated Press. Los medios de comunicación extranjeros reportaron que unos 60 soldados desertaron y las iglesias en Cucutá, Colombia, ofrecieron santuario a algunos de ellos.
Pero la hermana Scalabriniana, Valdiza Carvalho, que trabaja para el departamento de migrantes de los obispos brasileños, dijo a Catholic News Service el 22 de febrero, que los esfuerzos del gobierno brasileño para enviar ayuda al otro lado de la frontera enfrentaba muchos obstáculos.
“En la frontera entre Venezuela y Colombia hay muchas ciudades venezolanas, y la ayuda desde ahí, sería posible, pero desde Pacaraima (Brasil) no creo que funcionará”, dijo.
Primero, dijo, la ciudad de Santa Elena, Venezuela, cerca de Pacaraima, es un lugar de paso para miles de venezolanos que cruzan la frontera. “No necesitan ayuda en Santa Elena, necesitan ayuda en otras ciudades que están a 10, 15 horas de distancia…” dijo.
Para hacer llegar la ayuda a esas ciudades, los camiones con ayuda humanitaria tendrían que pasar “muchos, muchos puestos de control militar” controlados por los seguidores de Maduro, dijo la hermana Carvalho.
“Para conseguir hacer llegar esta comida y medicina con éxito a las personas que lo necesitan, necesitaríamos un acuerdo internacional con el gobierno de Maduro para un paso seguro de los recursos; sin éste, no creo que la ayuda les alcance”, dijo.
La hermana Carvalho dijo a CNS que había hablado con quienes hacen el mismo trabajo en Santa Elena “y dicen que la gente que llega de otras partes de Venezuela para cruzar la frontera están inseguros, no saben qué hacer ahora”.
Dijo que la iglesia en Santa Elena también está muy preocupada por la comunidad indígena Pemon que vive cerca de la frontera. Los venezolanos le dijeron a la hermana Carvalho que los indígenas estaban muy preocupados por el creciente número de personal militar venezolano en sus tierras.
La monja dijo que, en febrero, con la creciente tensión política en Venezuela, el flujo de personas cruzando la frontera se ha elevado enormemente.
“Ayer teníamos unas 700 personas llegando por la frontera”, dijo, añadiendo que la mayoría no se quedan en Pacaraima, ni siquiera en el estado de Roraima.
“Hay muchos que Cruzan la frontera para comprar comida y medicinas y llevarlas a Venezuela. Otros tienen un ticket de avión o de autobús de Boa Vista (capital de Roraima) a otros estados de Brasil o incluso de Argentina”, dijo.