Como una reacción en cadena, el retiro sorpresivo de tropas estadounidenses del norte de Siria ha dejado atrás el caos de un éxodo masivo de los habitantes kurdos que intentaron huir de la invasión turca de su territorio y los bombardeos que tiñeron de sangre y genocidio los vecindarios de estas tierras plagadas de guerra.
Hasta el mes pasado, los kurdos, que habitan la región norte de Siria, habían sido los aliados principales que lucharon hombro a hombro con las tropas estadounidenses para acabar con la amenaza de los extremistas yihadistas del Estado Islámico (ES) en la región.
Pero el presidente Trump decidió retirar sus tropas alegando que la misión se había cumplido. Los kurdos quedaron a la merced de los turcos, que bajo el liderazgo del presidente Recep Tayyip Erdoğan, iniciaron de inmediato su ofensiva para acabar con quienes ellos consideran un grupo terrorista.
Ante el horror de la opinión publica mundial y el desapruebo de políticos bipartidistas estadounidenses, Trump amenazo con destruir la economía de Turquía si no finalizaba su avanzada militar.
Trump aumentó los aranceles comerciales al acero turco, detuvo las negociaciones de un nuevo acuerdo con Turquía con un valor de cien mil millones de dólares e impuso sanciones financieras a tres ministros turcos.
“Estoy totalmente preparado para destruir de inmediato la economía turca si los líderes del país siguen por este camino peligroso y destructivo”, dijo Trump mediante un comunicado.
Pero lo hecho, hecho está. Al ser abandonados a su suerte, los kurdos se aliaron con los rusos y el gobierno de Bashar al Asad en Siria, antiguos enemigos que ahora los apoyarán en su objetivo de contrarrestar la incursión del ejército turco en la zona fronteriza siria.
La llamada “traición” a los kurdos sirios, ex aliados de Estados Unidos, no solo abrió una gran oportunidad para Turquía, sino también para el régimen sirio del presidente Bashar al Asad, sus partidarios e históricos enemigos de Estados Unidos, Rusia e Irán, y los extremistas yihadistas del Estado Islámico, que huyeron de las cárceles donde kurdos y estadounidenses los mantenían custodiados.
El líder de la mayoría republicana en el Senado, Mitch McConnell, escribió en un editorial que la “salida precipitada de las tropas estadounidenses de Siria solo beneficiará a Rusia, Irán y el régimen de Assad”.
McConnell instó al presidente a “ejercer el liderazgo estadounidense necesario para mantener unida nuestra coalición multinacional para derrotar a estado islámico y evitar un conflicto importante entre nuestro aliado de la OTAN, Turquía, y nuestros socios locales en Siria en la lucha contra el terrorismo”.
Desde el año pasado, el presidente turco venia advirtiendo sobre sus planes de lanzar una operación militar en el norte de Siria contra las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS), compuestas en su mayoría por kurdos, que hasta el mes pasado estaban resguardados por tropas de Estados Unidos.
La decisión de Trump, catalogada por muchos como una “traición”, deja a relucir el revés drástico de la política exterior estadounidense en el Medio Oriente, donde los conflictos se complican y empeoran entre los diferentes grupos étnicos.
Las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS), que controlan gran parte del noreste de Siria, acusaron ante la prensa a Estados Unidos de “apuñalarlos por la espalda”. “Había garantías para que no se permitiera ninguna operación militar turca en la región”, recalcó el portavoz de las FDS, Kino Gabriel.
A todo esto, el presidente Trump reiteró su amenaza expresa de “destruir y arrasar completamente” la economía de Turquía si este país decidía hacer cualquier cosa que él en su “gran e inigualable sabiduría” considerase pasado de límites.
Según cifras del Observatorio Sirio de Derechos Humanos, una organización de estudios sociopolíticos, por lo menos 71 civiles kurdos habían muerto desde el inicio de la ofensiva turca, un numero que al cierre de esta edición había aumentado a 218, de acuerdo con autoridades kurdas. También han muerto unos 185 soldados kurdos y más de 170 militares turcos.