El padre Ricardo Antonio Pérez Toro, vicario parroquial de la iglesia Nuestra Señora de Fátima en Elmhurst (Queens), nació en el corregimiento de Tenerife, en el Departamento del Valle del Cauca (Colombia) en julio de 1964 y creció con sus diecisiete hermanos en el seno de una familia católica dedicada a las labores del campo.
“Mi formación fue en un ambiente completamente religioso no solo al interior de mi familia sino en la escuela porque estudié con religiosas, con las Siervas de la Madre de Dios, y fue allí que fui recibiendo el llamado del Señor”, vocación que, según recuerda el padre Ricardo, llegó en los últimos años de la escuela primaria.
“En las horas del recreo yo no iba a jugar, sino que me iba a la capilla, me gustaba mucho estar allí”, comenta el sacerdote, cuyos gestos en aquel entonces no pasaron inadvertidos por una señora que vio en él la vocación y lo comentó con una religiosa.
Al cumplir los 15 años, él y su familia se fueron del campo y se radicaron en la ciudad de Palmira (Valle del Cauca), donde ingresó al Seminario Menor Cristo Sacerdote y luego se fue al municipio de La Ceja (Antioquia) para adelantar sus estudios de bachillerato con la congregación salesiana.
Posteriormente ingresó al seminario salesiano de Rionegro (Antioquia) sin embargo a sus 19 años su padre falleció. “Mi padre murió y me retiré, entré en una crisis y dije más bien me voy a ayudarle a mi mamá, uno como que se desubica”, recuerda.
“Pero la semilla estaba sembrada y, aunque estuve cinco años y medio trabajando en un banco, luego volví a ingresar al seminario”, dice el padre Ricardo.
Luego, tras conocer la Comunidad de los Misioneros Contemplativos Javerianos Ad-Gentes, fue a Pereira donde adelantó sus estudios en Filosofía y Teología. “Yo le debo todo a Pereira porque allí tuve toda mi formación”, asegura el prelado.
El 23 de noviembre de 2002 fue ordenado por monseñor Tulio Duque Gutiérrez, Obispo de Pereira.
El padre Ricardo guarda en su memoria aquel día en que celebró su primera misa. “Uno siente como que no pisa el suelo, algo tan bonito que no se puede describir con palabras, algo grandioso y maravilloso, una alegría que no se puede expresar”, asegura.
Tras su ordenación, el padre Ricardo fue asignado por su comunidad para trabajar en la promoción vocacional y formación hasta que fue enviado a San Juan, capital de Puerto Rico, para servir como párroco en la iglesia Nuestra Señora de la Paz, donde sirvió por 3 años.
Posteriormente recibió su asignación como párroco en el municipio de Pueblo Rico, Departamento de Risaralda, donde permaneció hasta 2010, cuando fue enviado por la comunidad para venir a Nueva York a servir en la iglesia Nuestra Señora Reina de los Ángeles, ubicada en Sunnyside (Queens), donde estuvo poco más de 3 años como vicario parroquial.
Posteriormente regresó a Colombia por un año y volvió a Nueva York para servir como vicario parroquial en la iglesia Nuestra Señora de Fátima donde sirve actualmente desde hace tres años.
“Yo acompaño a una comunidad de laicos, unas 35 personas, de la obra misionera de la comunidad religiosa de la que hago parte. Nos reunimos todos los lunes entre 6:30 p.m. hasta las 8:30 p.m., rezamos el Santo Rosario y tenemos una meditación sobre algún tema particular de la iglesia, de nuestro carisma y siempre concluimos con la Santa Misa”, relata el padre Ricardo.
“¡Yo soy muy feliz de ser sacerdote!”, dice visiblemente emocionado este religioso que invita a las familias católicas hispanas a recordar y conservar las tradiciones y buenas costumbres recibidas de nuestros antecesores. “Que nos reconozcan como unas verdaderas comunidades cristianas que fomentamos en Reino de Dios y trabajamos en función de él a través de La Palabra y el testimonio de vida”, concluye.