En la Audiencia General de hoy, el Papa Francisco dio inicio a un nuevo ciclo de catequesis en las que pretende abordar la primera parte del Sermón de la Montaña relatado en el Evangelio de San Mateo conocido como “Las Bienaventuranzas.” El Santo Padre, se refirió además a este texto como la “carta de identidad del cristiano, porque describen el rostro y el estilo de la vida de Jesús.”
Una “Nueva Ley” dirigida a toda la humanidad
El Papa Francisco presentó a las Bienaventuranzas como la “Nueva Ley” que al igual que la antigua dada a Moisés, fueron pronunciadas desde lo alto de la montana. Esta Ley que es anunciada a los discípulos no se reduce al circulo intimo del Señor, sino que “en el horizonte están las multitudes , es decir, toda la humanidad. Es un mensaje para toda la humanidad.”
- Relacionadas: Dio la bienvenida a los que acudieron a él
Una Ley que se propone sin imponerse
Esta Ley pronunciada por el Señor no habla de prohibiciones o permisos, sino más bien señala un camino auténtico a la felicidad “repitiendo la palabra ‘bienaventurados’ ocho veces.”
Cada una está conformada por tres partes: “Al principio siempre está la palabra ‘bienaventurados’; luego viene la situación en la que se encuentran los bienaventurados: pobreza de espíritu, aflicción, hambre y sed de justicia, y así sucesivamente; finalmente está la razón de la dicha, introducida por la conjunción ‘porque.’” El Pontifice señaló también que dicha construcción gramatical se debe a que no hacen referencia a una persona que le va bien en todo en el presente, sino a alguien que “está en condiciones de gracia, que progresa en la gracia de Dios y que progresa en el camino de Dios: paciencia, pobreza, servicio a los demás, consuelo … Los que progresan en estas cosas son felices y serán bendecidos.”
Aprender y Recordar
Para finalizar el Santo Padre invitó a los fieles a aprender de memoria las ocho Bienaventuranzas “para repetirlas y tener esta ley en la mente y corazón,” recordando que muchas veces Dios “elige caminos impensables, quizás aquellos de nuestros límites, de nuestras lágrimas, de nuestras derrotas” para entregarse a nosotros y mostrarnos “este camino tan hermoso, tan seguro de la felicidad que el Señor nos ofrece.”