Desde hace algunas semanas, en Italia, como en otras partes del mundo, la gente es obligada a estar confinada en sus casas para evitar la expansión del virus Covid_19, una situación que al principio puso al país en una actitud desesperada ya que ni siquiera podían, en algunos casos extremos, despedir a sus familiares muertos.
Todos los medios se han hecho eco de los escalofriantes datos que nos hablan de hospitales colapsados, o de víctimas fatales en número de hasta cuatro cifras.
Pero para quienes vivimos en el “ojo del huracán,” es esencial buscar la huella de Dios en medio de la tormenta para no caer en la tentación de la desconfianza, la depresión y finalmente la desesperación.
Por eso, quisiera compartir con ustedes algunas de las muchas iniciativas surgidas, no sólo para “pasar la cuarentena,” sino como expresión del crecimiento humano y espiritual al que nos va llevando poco a poco, como al Pueblo de Israel en medio del desierto, el Espíritu Santo que se abre paso aún en medio de la catástrofe.
El gran ejemplo nos lo dio el Obispo de Roma, el Papa Francisco, que a pesar de pertenecer al grupo de riesgo en esta pandemia (tiene más de 80 años y solamente un pulmón) no se quedó encerrado en Santa Marta, sino que se salió a “la calle” para rezar a la Virgen “Salus Populi Romani ” en la Basílica de Santa Maria la Mayor y luego al “Crucifijo Milagroso” en San Marcello al Corso, que protegió a Roma de la “Gran Peste” del siglo XVI.
También el arzobispo de Milán, monseñor Mario Depini, quiso subir al techo del Domus para poder rezar a la “Bella Madonnina” pidiendo la protección y ayuda Divina para todos los enfermos y la virtud de la caridad para los que están sanos, así “nadie se sienta extranjero y abandonado”.
Otro gesto fue el de los sacerdotes Antonio Lauri, Simone Galletti, Glen Basdelv y Gérôme Roustaveg que junto a un seminarista y a una laica del barrio “Lucio Sesto” en Roma, decidieron celebrar las Misas desde el “techo” de la parroquia para poder, de algún modo, facilitar la participación de algunos fieles que acompañan desde el ventanas y balcones, testimoniando una Iglesia viva que no abandona a sus hijos, sino que sale creativamente al encuentro de ellos para devolverles la esperanza.
Por su parte, el párroco de Santa Ágata Villabate en Palermo salió por las calles con el Santísimo Sacramento, solamente con la compañía de un diácono, es decir en estricto cumplimiento de las normas sanitarias, para bendecir a sus parroquianos.
Lo mismo hizo el párroco de la Parroquia Bienaventurada Virgen María del Monte Carmelo en Favara, Don Giuseppe D’Oriente.
Caro don Giuseppe D'Oriente persona straordinaria che sei, GRAZIE per averci portato Gesù Cristo nelle nostre case. Un fraterno abbraccio
Posted by Michele Arnone on Friday, 13 March 2020
Mientras que, en el Veneto, Don Andrea Vena, párroco de la Asunción de Santa María decidió llevar la Patrona del lugar en un “motocarro” mientras se rezaba el rosario y bendecía a sus feligreses.
Además de las iniciativas eclesiásticas, también surgieron otras ideas que ayudaban a pasar el tiempo libre sosteniendonos afectiva y emocionalmente unos a otros.
Por ejemplo, en el atrio de la Basílica de San Marco, en Piazza Venezia, Roma, las novicias y profesas de las Hermanas Hijas de la Iglesia, enriquecen su vida comunitaria con un divertido partido de fútbol.
O en los balcones de Sicilia, como en tantas otras regiones italianas, los vecinos salen para realizar un flashmob que en muchos casos hizo que por primera vez, dos personas que vivían en el mismo piso cruzaran palabras más profundas que el cotidiano “buongiorno” de simple buena educación.
Questa è l’Italia. Forza!
Posted by Italia on Friday, 13 March 2020
Tampoco se quedaron afuera las Fuerzas Armadas, ya que la Aeronáutica Militar Italiana quiso recorrer el cielo de Roma tiñendolo de los colores de la bandera, tal y como lo hacen cada 2 de junio en la “Festa della Repubblica.”
Es evidente que la Italia que nos heredó la cultura latina, el derecho romano, las grandes genialidades del arte y de la música tiene grabado a fuego la enseñanza que San Pablo una vez les dirigió en la Carta a los Romanos, “Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman,” es decir, Dios siempre nos ayuda a sacar cosas buenas, aun de las más terribles.
En este sentido, podemos afirmar que Italia, una vez más, nos deja un grande legado enseñándonos a transformar creativamente momentos de crisis en oportunidades de encuentro y de redescubrimiento del otro haciéndonos capaces de ser cercanos y solidarios aun en medio de una cultura infectada por el individualismo y la indiferencia.