“Tiempo para nacer, y tiempo para morir; tiempo para plantar, y tiempo para arrancar lo plantado”.
Eclesiastés, 3:2
Se define la hojarasca como el cúmulo de hojas, caídas de árboles y plantas, que cubren el suelo y aportan un fértil manto a la faz de la tierra.
Cada año, la naturaleza se renueva dejando caer las hojas secas del pasado, para dar paso a una época de recogimiento que atesora bajo el frío los nuevos retoños de primavera.
Cuando observamos la naturaleza, nos damos cuenta de que todo ocurre en ciclos y en un orden perfecto; sin apresurar los procesos naturales ni forzar el curso de lo que ya está predispuesto para cumplir el decreto divino.
Si aplicamos este proceso a nuestras vidas, veremos que pasamos por numerosos comienzos, florecimientos, hojarascas y finales.
Pero, ¿qué tal si aprendemos a identificar los ciclos y permitimos que la gracia de Dios nos guíe a través de ellos?
Ahora que entramos en el otoño de un año histórico en todos los sentidos, los invito a que vivan su hojarasca personal permitiendo que cada pensamiento seco que nos angustie caiga al suelo, desprendiéndonos de cada sentimiento que nos dañe, hasta que nuestra consciencia quede libre y limpia de todo coraje, ira, angustia y prejuicio.
- RELACIONADA: Cómo vivir en la gracia del aquí y ahora
Para esto, comienza a contemplar cómo caen las hojas de los árboles en tu jardín. Una a una o en grupos, van desvistiendo el tallo de cada planta y el tronco de cada árbol que, en cuestión de semanas se vestirán, desabrigados, de nieve y se cubrirán de invierno.
Al cerrar tus ojos, contempla tus pensamientos y tus acciones. ¿Cuáles ya no hacen falta y solo te detienen en tu camino de fe?
Déjalos caer en tu hojarasca. Permite que todo pensamiento que ya no sirva a un propósito positivo en tu vida caiga en la hojarasca de lo que ya fue y no hace falta.
Toma tu tiempo para observar el proceso en tu mente y buscar el pensamiento nuevo que sustituirá el que cayó en tu hojarasca. Contempla sus contornos y hasta su belleza.
Las hojas secas tienen su atractivo, pero ya han cumplido su ciclo de vida. Déjalas ir.
Luego, tal como rastrillas la hojarasca de tu jardín, encárgate de limpiar tus hojas y dejar que pasen a otro capítulo de tu pasado.
Hay tanto que aprender de la naturaleza y de cómo desecha lo que no hace falta.
Como parte de la creación divina, podemos adoptar esos sabios procesos en nuestras vidas para renovarnos cada año, cada día, cada mes o cuando queramos.
Es el regalo de la hojarasca. ¡Feliz otoño!