Cada vez que enfrento retos, emprendo algo nuevo o me encuentro con obstáculos en mi vida, recuerdo a la pequeña oruga que no se detuvo ante nada ni nadie para cumplir su propósito en la pequeña vida que Dios le regaló.
Se trata de un popular cuento infantil que relata cómo una diminuta oruga soñó una noche que llegaba a la cima de una montaña y contemplaba la belleza del mundo entero. Al despertar en la mañana, decidida a hacer su sueño realidad, la pequeña oruga emprendió un arduo camino cuesta arriba hacia su lejano destino.
Según el cuento, numerosos animalitos intentaron detenerla y hasta la tildaron de loca en su propósito. Le decían que era imposible, que su tamaño le impediría cumplir su meta y muchas otras excusas para que aceptara que era solo una pobre oruga y nada más. Pero ella avanzaba lentamente ante la burla de todos.
Un día, exhausta de caminar, se postró y murió. Los animalitos de la llanura se congregaron alrededor de sus restos y rieron diciéndose entre ellos que, en su insensatez, la oruga se había autoconstruido una pequeña coraza como tumba para que sirviera de lección para todos los que trataran de emprender algo nuevo y diferente.
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Pero la coraza se rompió y salió volando una bella mariposa que llegó a la cima de la montaña, donde se detuvo a contemplar la belleza del mundo.
En estos días de frío invernal, opiniones encontradas e inseguridad, les invito a que sigamos nuestro camino de fe, aunque sea a paso de oruga y guardados dentro de nuestras corazas temporales. Tengamos fe en que nos encontramos en proceso de transformación y que estamos hilando nuestras alas con paciencia y detenimiento.
El encierro y la transformación interna son procesos de la naturaleza que dan pie cada año al renacimiento y el reverdecimiento de nuestras flores, nuestras mariposas y nuestras vidas.
Ahora que vemos nuevos comienzos después de un año de duras pruebas, caminemos paso a paso con el fervor de la oruga que no sabía que un día se convertiría en mariposa y volaría muy alto hasta confundirse con los rayos del sol.
Los invito a recordar y repasar esos cuentos infantiles de antaño que tantas lecciones de vida impartían a través de moralejas y relatos fantásticos. Estas moralejas nos ayudan a superar las vicisitudes a lo largo de nuestras vidas y al compartirlas con nuestros niños, les damos herramientas a su imaginación para que sueñen y hagan realidad sus propósitos en esta vida que nos regala Dios.