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Cubanos gritaron ‘Libertad’ bajo la advocación de su Virgen mambisa en Bejucal

LA HABANA, Cuba — El domingo 11 de julio inició en Cuba una inesperada manifestación popular en al menos cuarenta ciudades y poblados. Poco tiempo después el presidente designado por Raúl Castro, Miguel Díaz Canel, convocó a un enfrentamiento civil en las calles: “La orden está dada. A la calle los revolucionarios”. Sin embargo, los revolucionarios a los que se refería eran militares vestidos de civil, policías y efectivos de tropas especiales, conocidos como “boinas negras”. También algún que otro trasnochado militante comunista se unió a los atropellos, no sin antes armarse de palos y piedras para agredir, por orden presidencial, a los manifestantes pacíficos.

Las protestas se iniciaron en las calles de San Antonio de los Baños, en la provincia de Artemisa, a pocos kilómetros de Bejucal, en la vecina provincia de Mayabeque. “Patria y vida”, “Queremos un cambio”, “Abajo la dictadura”, fueron algunas de las consignas que inundaron las calles, y los manifestantes aseguraron no tener miedo a la eventual represión que pueda tener la marcha. Poco a poco, las consignas se fueron esparciendo a toda Cuba, hasta que el gobierno decidió apagar tecnológicamente a la isla, de manera que varios de los testimonios y videos de aquellos primeros días de protestas populares se están publicando recientemente a medida que los usuarios pueden acceder al Internet.

A Bejucal llegó rápido el aliento de protesta que, sumado a la precariedad y la necesidad real de un cambio de gobierno, incentivaron a los pobladores a lanzarse igualmente a las calles. Sin embargo, no estuvieron desamparados: la famosa iglesia de Bejucal sonó sus campanas para acompañar a los manifestantes.

Una de las escenas más hermosas de aquel 11 de julio en Bejucal fue cuando el párroco de la Iglesia salió a las calles con la Virgen de la Caridad del Cobre, patrona de Cuba, en brazos, en señal de bendición y de luz en el camino pacífico que había decidido el pueblo para pedir un cambio urgente en el país y alcanzar, sobre todo, la libertad.

La Virgen criolla que ha acompañado a los cubanos en las más duras tempestades tanto naturales como políticas vuelve a salir de las iglesias: asiste, vela, entrega luz y paz para que el camino no se vuelva angosto. Su imagen ha sido una presencia constante en las luchas de los cubanos por su independencia y por la democracia tanto en la guerra de independencia durante la época colonial como en la República (1902-1953).

El padre Ernesto Fonseca, párroco de la iglesia de Bejucal, sostuvo la imagen de la virgen frente a los manifestantes. Símbolo de vida y fe: la virgen dio aliento a seguir la manifestación a pesar de la inminente represión que se avecinaba.

¿Por qué la iglesia de Bejucal apoyó a los manifestantes, entregándoles la presencia de la Patrona de Cuba?

Hay que insistir en la memoria de la isla. La historia de la iglesia católica en Cuba se caracteriza por la tensión con respecto al gobierno. En 1962, el régimen de Fidel Castro declaró Cuba como un país ateo y los cubanos no podían pertenecer al Partido Comunista y ser miembros de una iglesia o denominación religiosa. También se han documentado testimonios de las estructuras vituperantes que creó el régimen para cercenar el derecho a libre asamblea por credo, y de las expulsiones de las universidades cubanas a varios religiosos, todo bajo el lema “la universidad es para los revolucionarios”, dejando fuera una gran parte de la sociedad.

La Iglesia católica también ha sufrido el ostracismo político y social. Representantes eclesiásticos fueron encarcelados, órdenes religiosas perseguidas, y fueron víctimas de todo tipo de vejación en su contra, orquestada por la rígida sociedad que nacía del proyecto castrista llamado “revolución”. De manera que a la Iglesia, a pesar de las tímidas declaraciones de la Conferencia de Obispos Católicos de Cuba, le corresponde un importante rol guiando desde la fe la recomposición del país.

Por tanto, no es inusual que la Iglesia católica estuviera ahí, oficiando desde la bendición y la paz, la marcha pacífica que rajaba el velo de la inercia a los cubanos. Aunque no todos los religiosos se sumaron, los que lo hicieron entregaron el corazón y la fe amén de las represalias institucionales y políticas. El párroco de la iglesia de Bejucal, con la virgen en brazos es una prueba de ese oficio del alma.

La represión llegó también para aplacar, como en aquellos oscuros años, todo rastro de civilidad. Lo que sigue en el guion ahora es el escarmiento realizado sobre los cuerpos de las más de 400 personas encarceladas y desaparecidas durante los días de las manifestaciones, que se suman a los más de 150 prisioneros políticos anteriores y las decenas de la oleada represiva anterior a los sucesos del 11 de julio.

Bejucal, con sus campanas activas rompiendo el vacío de la tarde y el padre de la iglesia con la Virgen, Patrona, Mambisa, en brazos, ya es un pueblo libre.