La Cuaresma es un llamado a transformar nuestras vidas para crecer espiritualmente. Tenemos el reto de mirar lo bueno y lo malo de nuestra humanidad a gran escala y también a nivel personal. Más importante, estamos llamados a buscar el amor de Dios y encontrar su existencia verdadera en la adversidad al igual que en nuestros hermanos y hermanas. Es allí donde este tiempo penitencial se hace realidad, pues no sólo reconoceremos las áreas en las que necesitamos crecimiento y arrepentimiento, sino que también hallaremos maneras de cómo convertirnos y llegar a ser ejemplos en nuestras familias y comunidades.
Quizás se preguntarán, ¿cómo puedo reconocer las áreas de mi vida que se pueden beneficiar del crecimiento y el arrepentimiento? La respuesta es individual y por eso tenemos la responsabilidad, como guardianes de la fe, de examinar con honestidad nuestro estilo de vida y comportamiento con los demás. Esto se logra haciendo un examen de conciencia, tomando como referencia los diez mandamientos y las bienaventuranzas.
En su bula de convocación del Jubileo Extraordinario de la Misericordia, Misericordiae Vultus, publicada el año pasado, el Santo Padre habló de la Cuaresma durante el Año Jubilar como un “momento fuerte para celebrar y experimentar la misericordia de Dios”. Citó ejemplos específicos de la Sagrada Escritura que uno puede usar para meditar durante las semanas de la Cuaresma, al igual que “la iniciativa 24 horas para el Señor”, que se celebrará el viernes y el sábado que anteceden el IV domingo de Cuaresma.
Este año en específico, la Cuaresma debe tener un significado aún más profundo en nuestras propias vidas porque la Iglesia está animando a todos sus fieles a buscar y encontrar la misericordia de Dios de modo que podamos ser modelos de la misericordia para los demás. Imagínense ustedes la gran dicha de recibir el perdón de un amigo o familiar y después acercarse al sacramento de la Reconciliación y recibir la absolución. Ahora, imagínense el alivio que podemos ofrecer a nuestros hermanos cuando hacemos lo mismo. Claro, no es fácil, pero cuando uno lo pone en práctica se hace posible.
Tenemos que recordar que por medio de la misericordia la humanidad entera fue salvada, porque ése fue el deseo de Dios. Lo interesante del tiempo de la Cuaresma, especialmente durante este Año Jubilar, es que nos anima a transformarnos de manera aún más profunda. Debemos proponernos tomar parte en esta temporada y año extraordinario: esa actitud producirá abundantes frutos para cada uno de nosotros.