Conozca su Fe

La ausencia del padre y sus consecuencias en los niños

En mi libro Salvar os filhos (Salvar los hijos), recientemente publicado en Brasil, uno de los capítulos más centrales está dedicado a la presencia paterna. Allí desarrollo cómo la crisis actual de paternidad genera profundas heridas en el desarrollo integral de niños y adolescentes.

En este artículo presentaré un resumen de todo ese capítulo, que en el libro aparece enriquecido con más estudios científicos y numerosas citas especializadas. Comenzaremos con un panorama estadístico de la magnitud del problema, para luego considerar el impacto psicológico y emocional de la ausencia del padre y finalmente la relación entre paternidad, identidad y espiritualidad, aspecto decisivo que atraviesa toda la vida de la persona.

a) El impacto social y estadístico de la ausencia del padre

Hablar de la ausencia paterna no es una exageración alarmista: es una realidad comprobada que afecta a millones de niños y jóvenes en todo el mundo. Más allá de las experiencias personales, los estudios muestran con claridad que la falta de la figura del padre está asociada a un mayor riesgo de pobreza, problemas emocionales, fracaso escolar y conductas de riesgo.

  • En Estados Unidos, más de 18,4 millones de niños viven sin el padre biológico en casa. Esto significa que uno de cada cuatro niños crece sin esta figura esencial.
  • Según la National Fatherhood Initiative (2021), los niños que no cuentan con la presencia activa de su padre tienen cuatro veces más posibilidades de vivir en la pobreza, siete veces más riesgo de embarazo adolescente y el doble de probabilidades de padecer trastornos emocionales como ansiedad y depresión.
  • El tema de la criminalidad juvenil es también revelador: cerca del 70% de los jóvenes en conflicto con la ley provienen de hogares donde la figura paterna estuvo ausente o fue negligente, según datos del Consejo Nacional de Justicia (CNJ, 2022).

Estos números, duros pero elocuentes, reflejan que la paternidad no es un detalle accesorio: es un factor determinante para el bienestar de la familia y para el futuro de la sociedad.

b) El impacto psicológico y emocional de la ausencia del padre

Más allá de las cifras, lo decisivo es comprender lo que ocurre en el corazón de un niño cuando el padre está ausente. La falta de una presencia paterna activa —ya sea por abandono, indiferencia o distancia emocional— deja heridas profundas que se manifiestan a lo largo de toda la vida.

  • Inseguridad y baja autoestima. Sin la validación del padre, los hijos crecen dudando de su propio valor, desarrollando una autoimagen frágil y un miedo constante a fracasar.
  • Inmadurez afectiva. La ausencia paterna genera dificultades para manejar las emociones, provocando oscilaciones entre pasividad, rebeldía e impulsividad.
  • Ansiedad, depresión y aislamiento. Michael E. Lamb, en The Role of the Father in Child Development (2010), demuestra que no basta la mera presencia física del padre: lo esencial es la implicación afectiva. Cuando esta falta, los síntomas de ansiedad, depresión e inestabilidad se multiplican.
  • Problemas de socialización. Kyle Pruett, en Fatherneed: Why Father Care is as Essential as Mother Care for Your Child (2000), señala que los hijos sin un padre cercano encuentran más dificultades para entablar amistades sólidas y confiar en los demás.
  • Carencia de límites. El padre es clave en la transmisión de disciplina y autocontrol. Cuando no está, los hijos crecen con menos capacidad de autorregularse, con déficit de atención y comportamientos desordenados.

En síntesis, la ausencia del padre se refleja en numerosos problemas en el desarrollo de los hijos: desde la inseguridad personal hasta la dificultad para relacionarse y asumir responsabilidades en la vida adulta. Las consecuencias de la ausencia paterna son demasiado graves para ser ignoradas.

c) Paternidad, identidad y espiritualidad

Sin embargo, más allá de las estadísticas sociales, los trastornos emocionales o incluso las huellas biológicas, lo más importante —y lo que quiero dejar más claro— es que la ausencia del padre afecta directamente la identidad profunda de los hijos y su apertura a la trascendencia.

  • Identidad sexual y maduración personal. Joseph Nicolosi y Juan Manuel Burgos, muestran cómo la figura paterna ayuda a los hijos a integrar su identidad sexual de manera sana. Gerard van den Aardweg, en The Battle for Normality (1986), explica que la ausencia o el rechazo del padre debilita la construcción de la masculinidad en los varones y de la seguridad afectiva en las mujeres.
  • El padre como modelo de relación. Kyle Pruett, en Fatherneed (2000), señala que las niñas aprenden del padre cómo deben ser tratadas por los hombres y que los varones encuentran en él un espejo de autocontrol y responsabilidad. Cuando esa referencia falta, los hijos quedan sin un marco claro para construir vínculos afectivos maduros.
  • La imagen de Dios y la fe. Paul Vitz, en Faith of the Fatherless (1999), estudió la vida de varios pensadores ateos y descubrió una constante: muchos de ellos tuvieron padres ausentes, severos o emocionalmente distantes. Según Vitz, la dificultad de confiar en Dios suele estar ligada a la experiencia de un padre humano que no supo transmitir amor, cuidado o seguridad.

La neurociencia confirma esta intuición. Allan Schore, en Affect Regulation and the Origin of the Self (2001), y James Coan, en Toward a Neuroscience of Attachment (2006), muestran que los vínculos tempranos moldean los circuitos neuronales encargados de la confianza, la empatía y la apertura a la trascendencia. Cuando el padre brinda seguridad afectiva, el niño desarrolla una base estable para confiar en sí mismo, en los demás y también en Dios.

En síntesis, la ausencia paterna no solo deja heridas sociales, emocionales o biológicas: también golpea el núcleo más profundo de la persona, debilitando su identidad y su relación con el sentido último de la vida. De allí que la recuperación de la paternidad responsable sea no solo una urgencia familiar y educativa, sino también una necesidad espiritual para nuestra cultura.

Conclusión

Lo que hemos visto en estas páginas es apenas una parte de lo que desarrollo con mayor profundidad en mi libro Salvar os Filhos. Allí, con estudios más detallados y abundantes referencias científicas, muestro cómo la crisis de la paternidad afecta múltiples dimensiones de la vida humana: social, psicológica, biológica y espiritual.

El objetivo de este esfuerzo no es simplemente informar, sino salvar a los hijos, despertando la conciencia de los padres, de los educadores y de toda la comunidad cristiana. Necesitamos educar a los niños y a los jóvenes para que comprendan desde temprano la misión que un día tendrán como padres.

Es imprescindible concientizar a nuestros jóvenes sobre el impacto que su figura tendrá en sus futuros hijos: deben asumir con responsabilidad ese llamado, aprender a elegir bien a la persona con quien formarán un hogar y comprometerse en construir una familia estable, de acuerdo con la enseñanza perenne de la Iglesia.

Para ello, la moral de la castidad no es una norma secundaria, sino una condición fundamental. Evitar las relaciones sexuales antes del matrimonio y vivir un noviazgo según el modelo católico son pasos necesarios para preparar familias sólidas, capaces de convertirse en semilleros de personas sanas y maduras. Solo en ese marco los niños pueden crecer naturalmente, desarrollarse en plenitud y descubrir su vocación para servir a Dios y al prójimo en esta tierra.

En definitiva, restaurar la paternidad es restaurar la familia. Y restaurar la familia es abrir un camino de esperanza para las próximas generaciones.