Juana de Arco, de origen francés, tenía apenas 19 años cuando un tribunal inglés la condenó a morir en una hoguera el 29 de mayo del año 1431, acusada de brujería. Veinte y tres años después su madre y sus hermanos lograron que se reabriera el caso. El papa Calixto nombró una comisión de juristas los cuales declararon que se había cometido una gran injusticia con la joven. El Rey de Francia la declaró inocente y el papa Benedicto XV, siglos más tarde, la proclamó santa. La Iglesia celebra su fiesta el 30 de mayo.
Los tiempos en que vivió esta jovencita eran tumultuosos. Enrique V, de Inglaterra, había invadido Francia reclamando la corona de Carlos VI. Francia a su vez estaba dividida por una guerra civil entre el Duque de Borgoña y el Duque de Orleans. Y es en este contexto del sufrimiento de un pueblo, que nada tiene que ver con ambiciones políticas, que Dios escoge a una jovencita sin estudios ni experiencia para salvarlo.
¿Y por qué Dios escoge generalmente a personas sencillas o sin preparación teológica como Juana de Arco?
¡Ah, misterios de Su amor! Lo que sí sabemos es que muchas veces las personas sencillas y humildes tienen una disposición especial para escuchar sin filtros la voz que les habla al corazón, aun en medio de lo ilógico y lo no común.
A Juana de Arco una voz interna la invita a salvar a su pueblo, para lo cual debe enfrentarse a un mundo de hombres, a un campo de guerra, algo totalmente diferente de la preparación que tiene. En su época la mujer no iba a la escuela, se las preparaba para hacer lo que ella misma expresa: “Sé coser e hilar como cualquier mujer”. Por eso, en un principio, se le hace difícil creer lo que la voz insistentemente le pide, que salve a Francia de las amenazas y ataques de los ingleses. Es una voz, como ella explica, envuelta en resplandores que se le parecen al Arcángel San Miguel, Santa Catalina y Santa Margarita.
Cuando cuenta su experiencia, nadie le cree. Por insistencia de ella, su tío la lleva a uno de los comandantes, pero tampoco le cree. Después de una derrota que ella había profetizado, la envían al Rey.
Ella le pide que la ponga al frente para salvar la ciudad de Orleans que ya creían perdida. Juana de Arco se viste de hombre, toma dos banderas blancas con los nombres de Jesús y de María, y dirige diez mil hombres en la liberación de la ciudad.
El triunfo le atrajo envidias, celos e intrigas. Por eso el Rey le retira las tropas cuando nuevamente sale a guerrear, esta vez para liberar a París. En el enfrentamiento es herida, el partido contrario la apresa y luego la entrega a los ingleses. Ellos encuentran la mejor forma de liberarse de ella, sin ser condenados. La acusan de hacer brujerías, y como en ese tiempo las brujas eran condenadas a la hoguera, Juana de Arco debe morir como tal.
Frente a la hoguera, Santa Juana de Arco encontró el secreto para mantenerse fiel hasta el final. Se cuenta que pidió una cruz para mirarla mientras el fuego quemaba su cuerpo. Qué gran ejemplo de discipulado. ¿Será que nosotros también debemos mantener nuestros ojos fijos en el Señor para mantenernos fieles hasta el final, aunque la hoguera de los problemas, enfermedades y fracasos nos torturen el alma? ¿Será que debemos aprender como ella a escuchar la voz de Dios sin los filtros de nuestros problemas y nuestras propias agendas? ¿Será que Dios te necesita también a ti y a mí para ser su profeta “ilógico” en el día de hoy, pero todavía no hemos identificado su voz porque nos falta humildad y sencillez?
Santa Juana de Arco, ruega por nosotros.