UN GIGANTESCO TERREMOTO POLÍTICO cimbró al país el pasado 8 de noviembre y de los escombros de una noche histórica surgió victorioso el magnate multimillonario que, contra todas las expectativas de analistas y sondeos populares, se convirtió en el cuadragésimo presidente de los Estados Unidos.
El neoyorkino Donald J. Trump obtuvo 290 votos en los colegios electorales frente a 232 de su rival demócrata Hillary Clinton; rebasando la marca de los 270 necesarios para alcanzar la victoria.
Clinton obtuvo la mayoría en los votos populares, pero de acuerdo al sistema electoral que ha regido en el país desde sus comienzos, los colegios electorales deciden la presidencia. Con esta realidad materializada, un cambio de poder impredecible está a punto de ocurrir en Washington con profundas repercusiones globales. Mientras Trump y su equipo de transición se preparan para construir el próximo gabinete de su administración, los conflictos internos del proceso mantienen a muchos en vilo.
Lo más preocupante para la comunidad hispana es que se vean realizadas las promesas de campaña de Trump de deportar a millones de indocumentados del país. Un leve alivio temporero llegó en la primera entrevista televisada del presidente electo al programa 60 Minutes de la cadena CBS. “Lo que vamos a hacer es tomar a la gente que son criminales y que tienen antecedentes penales, pandilleros, traficantes de droga, probablemente dos millones, podrían ser incluso tres millones, y vamos a echarlos del país o vamos a encarcelarlos”, indicó Trump.
“Después de que la frontera esté segura y después de que todo se haya normalizado, vamos a tomar una determinación sobre esa gente, son gente estupenda y vamos a tomar una decisión sobre eso”, indicó Trump.
Millones de personas a lo largo del país no logran aceptar a Trump como presidente y han llevado su sentir a las calles de las mayores metrópolis de la nación.
El arzobispo de Los Ángeles, José Gómez, quien por años ha abogado por los indocumentados, hizo eco de esta preocupación durante una de sus homilías.
“Los niños tienen miedo y los hombres y las mujeres están preocupados y ansiosos”, declaró el arzobispo, al mismo tiempo recriminó a quienes han causado disturbios en las diferentes ciudades del país.
“La respuesta no son palabras furiosas o violencia en las calles. Eso nunca resuelve nada y solamente enciende más las cosas. Necesitamos ser gente de paz, gente de compasión, de amor y no odio. Misericordia y no revancha”, afirmó.
En Radio Vaticana, el cardenal Pietro Parolin, Secretario de Estado, auguró lo mejor al nuevo presidente Trump, y pidió a Dios que lo acompañe en su servicio a la paz del mundo.
“Damos nuestros mejores augurios al nuevo presidente, para que su gobierno pueda ser de verdad fructífero”, dijo Parolin. “Le aseguramos también nuestra oración para que el Señor lo ilumine naturalmente, pero también al servicio del bienestar y de la paz en el mundo”.
En Washington, el presidente de la Conferencia de Obispos Católicos de Estados Unidos (USCCB), Mons. Joseph E. Kurtz, publicó un comunicado llamando a “unirnos como ciudadanos fieles por el bien común”.
Acompañada de la felicitación, una carta abierta al presidente electo fue enviada por los obispos del país advirtiéndole a Trump que la Iglesia sigue comprometida con ayudar a refugiados y mantener a las familias inmigrantes unidas, según fue puntualizado en el New York Times.
Como señal de apoyo a los inmigrantes y un poderoso mensaje a los católicos de Estados Unidos, los obispos del país eligieron al arzobispo de Los Ángeles, José Gómez como vicepresidente de la Conferencia de Obispos durante la reciente cumbre en Baltimore (Maryland).
El contundente mensaje de solidaridad se resume en las palabras de Mons. Gomez para el país. “Los obispos del país reconocen la presence de los latinos en nuestro país y en la Iglesia. Creo que nuestra misión es ayudar a la gente a unirse en nuestro país y tener esperanza”.