AIRES DE CONFLICTO remecen la península coreana en medio de amenazas de confrontación, movilizaciones
de barcos y submarinos de guerra estadounidenses y cuatro desafiantes pruebas de misiles norcoreanos recientes
que tienen a la región en jaque.
“Los últimos lanzamientos demuestran claramente una nueva amenaza procedente de Corea del Norte. Es una clara violación de las resoluciones de Naciones Unidas y una acción extremadamente peligrosa”, señaló el primer ministro japonés, Shinzo Abe a la prensa internacional el mes pasado.
Se trata de la crisis de misiles más vigilada del momento con la impredecible ambición del joven dictador norcoreano Kim Jongun de desarrollar un arsenal atómico que pueda poner a su país en la lista de naciones con capacidad nuclear y mostrar un frente poderoso ante su enemigo principal, Estados Unidos, según informes de la agencia noticiosa Reuters.
La administración del presidente Trump advirtió que cualquier movida amenazante de parte de Jong-un recibirá una respuesta de Estados Unidos. Trump anunció desde la Casa Blanca que movilizó “una armada” a la región, incluyendo el portaaviones Carl Vinson y su flotilla, que permanecerán en alerta por tiempo indefinido. El anuncio
resultó ser erróneo, según un vocero de la oficina del mandatario pero el sentido de alarma ya no daba vuelta atrás.
“Corea del Norte está buscando problemas.
Si China quiere ayudarnos, estupendo. Si no, ¡resolveremos los problemas sin ellos!”, advirtió Trump desde la oficina oval. Trump sí envió sus emisarios principales a la región. Primeramente, el secretario de Estado, Rex Tillerson, señaló que “nuestra política de paciencia estratégica se ha acabado”, y puntualizó que Washington mantiene todas
“las posibles opciones sobre la mesa”.
El segundo enviado, el vicepresidente Mike Pence, realizó una visita a la zona desmilitarizada que separa a las dos Coreas, y recomendó a Kim Jong-un no poner a prueba la “determinación” de Trump con los avances de los programas balísticos y nucleares de Pyongyang, capital de ese país.
Kim avanza progresivamente hacia sus metas de reducir el tamaño de un arma nuclear para poder colocarla en un misil de largo alcance, y desarrollar una bomba de hidrógeno, mil veces más poderosa que la que fue lanzada sobre Hiroshima en la Segunda Guerra Mundial.
En las Naciones Unidas, Pyongyang acusó a Estados Unidos de estar incitando a la península coreana hacia la guerra y advirtió que Corea del Norte está preparada para responder a cualquier acción militar de Washington.
En la plaza principal de Pyongyang se realizó un desfile con un despliegue de misiles montados en plataformas móviles, que tenían como propósito mostrarle al mundo que el programa nuclear de Kim Jung-un avanza a todo vapor. Un día después, un revés vergonzoso cuando un misil de prueba estalló a los pocos segundos de su lanzamiento.
“Nuestro poderoso Ejército revolucionario está vigilando cada movimiento de elementos enemigos con nuestras miras nucleares puestas en las bases invasoras de Estados Unidos, no solo en Corea del Sur y el Pacífico sino también en Estados Unidos continental”, advirtió un comunicado de prensa emitido en Corea del Norte.