Uno de los mayores temores de los que piden una anulación del matrimonio es que sus hijos legítimos pasen a ser considerados jurídicamente “bastardos”. Las preguntas de siempre: ¿qué va a pasar con los hijos legítimos después de la anulación del matrimonio? ¿Se convierten en “bastardos” como consecuencia de la decisión de declarar un matrimonio nulo, es decir, que el matrimonio nunca existió en realidad?
LA RESPUESTA ES NO. AHORA VAMOS A VER EL PORQUÉ.
¿Quiénes son los hijos legítimos? Son los hijos reconocidos legalmente por sus padres. En realidad, un hijo es siempre legítimo por su madre ya que se tiene con certeza su origen de ella. Sin embargo, de parte del padre, él tiene que reconocer al hijo dándole su paternidad y su apellido. Este reconocimiento se hace por un proceso que se llama legitimación. Una vez hecho, padre y madre ya tienen autoridad sobre el hijo.
El Sacramento del Matrimonio es una institución que salvaguarda la legitimidad de los niños. Los hijos nacidos dentro de un matrimonio son automáticamente hijos legítimos. Los hijos ilegítimos se convierten en legítimos en el caso de que sus padres se casen. Y, como hemos visto, los niños que nacen fuera del matrimonio de sus padres necesitan el proceso de legitimación.
Vamos a lo inverso. Cuando el matrimonio es declarado nulo, los hijos legítimos o legitimados no se convierten en ilegítimos. La legitimidad de los hijos está más allá del alcance del decreto de nulidad. El decreto de nulidad no puede ir tan lejos como privar la autoridad a los padres sobre sus hijos. Tiene que haber un proceso de ilegitimidad que convierten a los hijos legítimos en “bastardos”.
La declaración de nulidad del matrimonio sólo establece si el matrimonio fue válido o inválido. Si es válido, el vínculo matrimonial permanece aunque la convivencia haya sufrido una ruptura. Si es inválido, se declara que dicho matrimonio nunca ha sido tal por los elementos invalidantes en el contrato. Después de la anulación, los padres del niño seguirán siendo padres y, por supuesto, continuarán teniendo autoridad sobre ellos.
Un gran obstáculo para entender la respuesta a la pregunta es el estigma sobre el concepto de ser un “bastardo”. El término es vulgar, negativo y vergonzoso. También tiene una connotación de deshonra y maldición. Además, los hijos ilegítimos no gozan de derechos iguales que los legítimos, especialmente en relación con los patrimonios. Por lo dicho, la cuestión no es fácil de entender y mucho menos enfrentar la realidad cuando uno se ve afectado por la lacra de la ilegitimidad.
Para terminar, concluimos que siempre es más digno que los hijos nazcan dentro del matrimonio entendido como “alianza(…), por la que el varón y la mujer constituyen entre sí un consorcio de toda la vida, ordenado por su misma índole natural al bien de los cónyuges y a la generación y educación de la prole” (Código de Derecho Canónico, can. 1055 §1).