Hoy 11 de abril celebramos la fiesta de San Estanislao de Cracovia, figura central en la historia de la Iglesia en Polonia. En esta fecha, recordemos que que dijera San Juan Pablo II sobre San Estanislao durante se primera visita papal a Polonia en su homilía en la Misa de Clausura del Jubileo de San Estanislao en Cracovia el domingo 10 de junio de 1979. [La homilía completa se puede leer aquí.]
Dijo Juan Pablo II refiriéndose a su predecesor en el obispado de Cracovia:
San Estanislao fue obispo de Cracovia durante siete años, como lo atestiguan las fuentes históricas- Este obispo-connacional, oriundo de la no lejana Szczepanów, llega a la sede de Kraków en el año 1072, para dejarla en 1079, sufriendo la muerte a manos del Rey Boleslao el Audaz. El día de la muerte, según las fuentes, era el 11 de abril y es precisamente en esta fecha en la que el calendario litúrgico de la Iglesia universal conmemora a San Estanislao. En Polonia la solemnidad del obispo mártir se celebra desde hace siglos el 8 de mayo, y sigue celebrándose todavía hoy.
Cuando, como metropolitano de Cracovia inicié con vosotros los preparativos del IX centenario de la muerte de San Estanislao, que se celebra este año, estábamos todos aún bajo la impresión del milenio del bautismo de Polonia, celebrado en el año del Señor 1966. A la luz de este acontecimiento y en comparación con la figura de San Adalberto, también él obispo y mártir, cuya vida está unida a nuestra historia desde la época del bautismo, la figura de San Estanislao parece indicar (por analogía) otro sacramento, que forma parte de la iniciación del cristiano a la fe y a la vida de la Iglesia. Este sacramento, como es sabido, es el de la confirmación. Toda la relectura “jubilar” de la misión de San Estanislao en la historia de nuestro milenario cristiano, y además toda la preparación espiritual a las celebraciones de este año se refería precisamente a este sacramento do la confirmación.
La analogía tiene muchos aspectos. Pero, especialmente, la hemos buscado en el desarrollo normal de la vida cristiana. Como un hombre bautizado llega a ser cristiano maduro mediante el sacramento de la confirmación, así también la Providencia Divina ha dado a nuestra nación, a su debido tiempo, después del bautismo, el momento histórico de la confirmación. San Estanislao, que dista casi un siglo de la época del bautismo, simboliza este momento de modo peculiar, por el hecho de haber dado testimonio de Cristo, derramando la propia sangre. El sacramento de la confirmación en la vida de cada cristiano, frecuentemente joven, dado que la juventud es la que recibe este sacramento —también Polonia era entonces una nación y país joven— debe hacer que también él sea “testigo de Cristo” en la medida de la propia vida y de la propia vocación. Este es un sacramento que de modo particular nos asocia a la misión de los Apóstoles, en cuanto introduce a cada bautizado en el apostolado de la Iglesia (especialmente en el apostolado llamado de los laicos).
Es el sacramento que debe hacer nacer en nosotros un profundo sentido de responsabilidad por la Iglesia, por el Evangelio, por la causa de Cristo en las almas de los hombres, por la salvación del mundo.
El sacramento de la confirmación lo recibimos sólo una vez durante la vida (como ocurre con el bautismo), y la vida entera, que se abre en la perspectiva de este sacramento, adquiere el aspecto de una gran y fundamental prueba: prueba de fe y de carácter. San Estanislao ha llegado a ser, en la historia espiritual de los polacos, patrono de aquella gran y fundamental prueba de fe y de carácter. Lo veneramos además como patrono del orden moral cristiano. En definitiva, el orden moral se constituye de hecho a través de los hombres. Este orden se compone de un gran número de pruebas, cada una de las cuales es prueba de fe y de carácter. En definitiva el orden moral deriva de toda prueba victoriosa, mientras que toda prueba malograda trae desorden.
Sabemos también muy bien, por toda nuestra historia, que no podemos absolutamente, a ningún coste, permitirnos este desorden, que ya hemos pagado amargamente en otras ocasiones.
Por consiguiente, nuestra meditación de estos siete últimos años sobre la figura de San Estanislao, nuestra referencia a su ministerio pastoral en la sede de Cracovia, el nuevo examen de sus reliquias, o sea, del cráneo del Santo, que tiene impresas las huellas de los golpes mortales, todo ello conduce hoy a una asidua y fervorosa oración por la victoria del orden moral en esta difícil época de nuestra historia.
Esta es la conclusión esencial de todo el tenaz trabajo de estos siete años, la condición principal y, a la vez, la finalidad de la renovación conciliar, por la que ha trabajado tan pacientemente el Sínodo de la archidiócesis de Cracovia; y también el principal inspirador de la pastoral y de toda la actividad de la Iglesia, y de todos los trabajos, de todos los deberes y programas que han sido y que serán emprendidos en el territorio polaco.
Que este año de San Estanislao sea el año de una particular madurez histórica de la nación y de la Iglesia polaca, el año de una nueva consciente responsabilidad para el futuro de la nación y de la Iglesia en Polonia: éste es el voto que hoy, aquí con vosotros, venerables y queridos hermanos y hermanas, deseo, como primer Papa de estirpe polaca, ofrecer al Rey inmortal de los siglos, al eterno Pastor de nuestras almas y de nuestra historia, al Buen Pastor.