El discurso del papa Francisco a su llegada a La Habana no ha sido un simple saludo protocolar, sino un texto cargado de referencias interesantes y algunas sorprendentes. El Papa habla de diversos aniversarios y conmemoraciones, pero siempre con los ojos puestos en el presente y el futuro de la Iglesia en Cuba y del pueblo cubano.
Después de los saludos protocolares de rigor, el Papa menciona los 80 años de relaciones diplomáticas: “Hoy renovamos estos lazos de cooperación y amistad para que la Iglesia siga acompañando y alentando al pueblo cubano en sus esperanzas y en sus preocupaciones, con libertad y con los medios y espacios necesarios para llevar el anuncio del Reino hasta las periferias existenciales de la sociedad”. De modo que inicia su peregrinación pidiendo mayor libertad y espacio para la Iglesia en la Isla.
¿A qué espacios se refiere el Papa? La Iglesia en Cuba hoy sigue sin tener acceso a los medios de comunicación y sin la posibilidad de tener escuelas católicas de cualquier nivel. Las visitas de san Juan Pablo II y Benedicto XVI dejaron beneficios limitados pero tangibles: la Navidad y el Viernes Santo volvieron a ser días feriados nacionales, después de décadas de esfuerzos gubernamentales por borrar cualquier señal cristiana del calendario oficial y de la vida cubana en general. ¿Será esta alusión del papa Francisco una indicación de que la Iglesia podría tener pronto acceso a los medios de comunicación o que se le permitiría tener escuelas en la Isla? Al menos eso es lo que el Papa parece pedir.
Luego se refiere a un aniversario que define la relación de la Iglesia con el pueblo cubano. Dice el Papa: “Este viaje apostólico coincide además con el I Centenario de la declaración de la Virgen de la Caridad del Cobre como Patrona de Cuba, por Benedicto XV. Fueron los veteranos de la Guerra de la Independencia, movidos por sentimientos de fe y patriotismo, quienes pidieron que la Virgen mambisa fuera la patrona de Cuba como nación libre y soberana. Desde entonces, Ella ha acompañado la historia del pueblo cubano, sosteniendo la esperanza que preserva la dignidad de las personas en las situaciones más difíciles y abanderando la promoción de todo aquello que dignifica al ser humano. Su creciente devoción es testimonio visible de la presencia de la Virgen en el alma del pueblo cubano. En estos días tendré ocasión de ir al Cobre, como hijo y peregrino, para pedirle a nuestra Madre por todos sus hijos cubanos y por esta querida Nación, para que transite por los caminos de justicia, paz, libertad y reconciliación”.
Tres detalles resaltan en el párrafo. El papa Francisco está recordando la devoción de los ‘mambises’ —los cubanos que lucharon en la Guerra de Independencia contra España—, por la Virgen de la Caridad. En un país donde la Iglesia es a veces tratada como una entidad extranjera, recordar el papel de la Virgen de la Caridad en la forja del alma nacional es legitimar la misión evangelizadora de la Iglesia local.
Y luego se refiere al hecho de que la Virgen ha estado junto al pueblo en todas las pruebas y “abanderando la promoción de todo aquello que dignifica al ser humano”. Y tras añadir que irá a visitar a la Virgen del Cobre “como hijo y peregrino”, concluye pidiendo a la Virgen que Cuba “transite por los caminos de justicia, paz, libertad y reconciliación”. En ese párrafo del Papa está dibujada la misión de la Iglesia en Cuba, un país donde los esfuerzos de evangelización incluyen, como tarea urgente, la promoción de la dignidad humana y la búsqueda de caminos de reconciliación.
Quizás el hilo más misterioso y sugerente del discurso sea la sección en que el Papa se muestra como lector de José Martí. La teoría de Martí de que la República de Cuba era “indispensable al equilibrio americano” parece revivir en el discurso del Santo Padre cuando dice:
“Geográficamente, Cuba es un archipiélago que mira hacia todos los caminos, con un valor extraordinario como «llave» entre el norte y el sur, entre el este y el oeste. Su vocación natural es ser punto de encuentro para que todos los pueblos se reúnan en amistad, como soñó José Martí, «por sobre la lengua de los istmos y la barrera de los mares»”.
La cita proviene del discurso de Martí en la Conferencia Monetaria de las Repúblicas de América, en el que el héroe cubano advierte a las repúblicas latinoamericanas del peligro que constituye para ellas la pujanza norteamericana. Y el Papa lo cita precisamente al hablar del proceso de normalización de relaciones entre Cuba y Estados Unidos. Y hay otro detalle del discurso de Martí que quizás el Papa habrá leído con una sonrisa al preparar su texto. Martí dice: “En política, lo real es lo que no se ve”. Y eso fue lo que pensaron tantos cuando de repente Barack Obama y Raúl Castro anunciaron el 17 de diciembre que Cuba y Estados Unidos restablecerían relaciones diplomáticas; un proceso llevado a cabo en secreto y con el papa Francisco como animador.
Finalmente, en la conclusión de su discurso el Papa dice: “Pongo estos días bajo la intercesión de la Virgen de la Caridad del Cobre, de los beatos Olallo Valdés y José López Piteira y del venerable Félix Varela”. José López Piteira fue un joven fraile agustino nacido en Cuba y asesinado en España durante la Guerra Civil. Murió junto con otros cincuenta monjes agustinos en la famosa matanza de Paracuellos de Jarama, que dirigió un joven comunista llamado Santiago Carrillo. Carrillo sería después y por muchos años el líder del Partido Comunista Español y amigo personal de Fidel y Raúl Castro, el mismo dirigente ante el cual el Papa pronunció el nombre del mártir de la fe esta tarde. Todo proceso de reconciliación tiene esos momentos extraños y simbólicos.
El Santo Padre ha ido a Cuba a reanimar a su pueblo en la fe, a promover la reconciliación entre los cubanos y a renovar el sueño de san Juan Pablo II de que el mundo se abra a Cuba y Cuba al mundo. Nos queda a los creyentes orar por él y por su misión, por el bien de Cuba y de su Iglesia.