Noviembre es un momento muy especial en Estados Unidos. El segundo día de este mes los católicos alrededor del mundo recuerdan a sus seres queridos que han pasado de esta vida a la eternidad con la esperanza cristiana de que gocen ya de la gloria eterna. Y el día antes celebramos a todos los santos, hombres y mujeres de vida ejemplar que la Iglesia Universal nos propone como ejemplo por su valentía, el fervor de su fe y, en muchos casos, su disposición a enfrentar el martirio.
Para los estadounidenses y todos los que vivimos en este país, noviembre es el mes en que celebramos el Día de Acción de Gracias. Damos gracias por las bendiciones recibidas, y algunos damos gracias también por el sufrimiento. Puede sonar raro, pero el sufrimiento nos lleva a una relación más íntima con nuestro Creador.
Los primeros colonizadores de Norteamérica, los que la historia llama “peregrinos”, compartieron el pan con los indígenas americanos en un banquete de acción de gracias para celebrar la buena cosecha. Quizás los peregrinos celebraban también haber hallado una tierra en donde podían practicar su fe sin ser perseguidos. La celebración se repitió esporádicamente en los años siguientes. En 1789, por recomendación del Congreso, el presidente George Washington firmó una proclamación que establecía un Día de Acción de Gracias. Fue la primera vez que el gobierno federal de Estados Unidos designó oficialmente la festividad del Día de Acción de Gracias.
Quisiera hacer énfasis en el banquete, en el acto de partir el pan en comunidad. ¿Les resulta familiar? Debería. Las Sagradas Escrituras nos enseñan: “Ellos, por su parte, contaron lo que había pasado en el camino y cómo le habían conocido en la fracción del pan”. (Lc 24,35).
¿Por qué cito este pasaje? No es porque crea que se relacione con los peregrinos y los indígenas. Sabemos que la historia posterior a ese banquete fue más bien trágica. Pero quiero hace énfasis en el banquete mismo. Los apóstoles reconocieron a nuestro Señor cuando partió el pan. Es allí donde nosotros también reconocemos la presencia divina del Rey, en el partir el pan —en la Eucaristía.
¿Qué es la Eucaristía? Nuestra fe nos enseña que la Sagrada Eucaristía es un sacramento, un sacrificio en el que Jesús mismo, Dios y hombre, se hace presente. En la Eucaristía, Jesús está verdadera y completamente presente bajo la apariencia de pan y vino. Ese es el banquete católico por excelencia, nuestra acción de gracias, nuestra razón para dar gracias en este momento del año y siempre.
¿Cómo debemos preparamos para celebrar esta festividad americana? Nuestra comunidad, sus ciudadanos y residentes, están llamados a recordar las razones que tenemos para dar gracias, incluso los que no sean “oficialmente” americanos. Nosotros también podemos compartir esta tradición, pero a un nivel más profundo, más espiritual. Sé que recuerdo muchos momentos en los que he dado gracias a Dios. También le doy gracias por los retos que nos pone la vida porque, como mencioné antes, es en los momentos difíciles cuando buscamos más intensamente la presencia de Dios.
Este año fue memorable para muchos de nosotros. Hicimos nuevos amigos y dijimos hasta luego a algunos de nuestros seres queridos, pero estoy segura de que, como comunidad, compartimos algo que es una buena razón para dar gracias. Por primera vez tuvimos la fortuna de dar la bienvenida en Estados Unidos al papa Francisco, el Vicario de Cristo, nuestro pastor universal. Algunos incluso tuvieron la oportunidad de participar en los eventos de su visita. Durante su llegada a Nueva York, en el Aeropuerto Internacional John F. Kennedy, pude hablar con algunos de ustedes sobre esa experiencia. Todos estaban llenos de emoción, gratitud y júbilo.
Armando Ochoa, miembro del Ministerio Mexicano y feligrés de la parroquia de Santa Brígida en Brooklyn, nos dijo que sintió un “amor profundo”, y que iba regresar a su familia y a su parroquia “con la esperanza de reflejar este amor entre ellos”. Paolo Rosa, joven adulto de Nuestra Señora de los Dolores, en Corona, y miembro del Movimiento de Jornadas de Vida Cristiana, afirmó: “Sentí mucha paz y voy a regresar con el recuerdo de las palabras del Santo Padre sobre la Regla de Oro: ‘trata a los demás como te gustaría que ellos te trataran a ti’”.
Renzo Caballero estudia en la escuela St. Mark Catholic Academy. Estuvo entre los elegidos para dar la bienvenida al Santo Padre en el aeropuerto, adonde acudió acompañado de su madre, Jenny. Renzo dice que nunca olvidará ese día. Ser seleccionado por la directora de la escuela fue “una experiencia realmente buena”, dijo el chico con una sonrisa.
Su madre, que está muy agradecida a la directora de la escuela, afirmó: “Es una bendición para mi familia, mis amigos y todos presentes. Sentí un orgullo maravilloso al saber que mi hijo era uno de los estudiantes elegidos. Es un privilegio y el mensaje que el Papa nos trae es algo que todos vamos a recordar”.
No importa dónde o cómo nos encontremos en este momento, todos tenemos algo que agradecer a Dios. Así como reconocemos a Cristo en el banquete de la Eucaristía, también debemos reconocerlo al partir del pan alrededor de la mesa familiar en el Día de Acción de Gracias.