BROOKLYN—. Mons. Nicholas DiMarzio, obispo de Brooklyn, los seis obispos auxiliares de la diócesis y 130 sacerdotes de Brooklyn y Queens participaron en una Oración de Arrepentimiento y Santificación del Clero el viernes 8 de junio en el Centro de la Inmaculada Concepción, en Douglaston.
Mons. DiMarzio había anunciado el servicio en su homilía de la Misa crismal a principios de este año durante la Semana Santa.
El servicio de oración de dos horas y media, celebrado en la fiesta del Sagrado Corazón de Jesús, se dividió en dos partes: el rito penitencial y la acción eucarística.
Durante la primera parte — la confesión de los pecados y las súplicas de perdón—, un obispo diferente leyó en voz alta ocho grupos de pecados: pecados de cinismo, orgullo, contra la pobreza, contra la castidad, contra la obediencia, pecados de racismo, inacción o indiferencia y pecados de abuso sexual contra menores.
Después de cada lectura, hubo un momento de silencio y reflexión. Durante el servicio, cuatro sacerdotes escucharon confesiones personales en diferentes lugares de la capilla circular. Los obispos en su atuendo episcopal se arrodillaron para confesarse, al igual que muchos de los sacerdotes presentes en el servicio.
La segunda parte comenzó con el himno eucarístico “O Salutaris Hostia”, compuesto por Santo Tomás de Aquino, y luego Mons. DiMarzio ofrendó incienso al Santísimo Sacramento en la custodia del altar.
Después de leer un pasaje del Evangelio de San Juan, el obispo auxiliar electo Richard Henning, director del Instituto del Sagrado Corazón, pronunció su homilía.
“Esta celebración del Sagrado Corazón es una hermosa fiesta para los sacerdotes, realmente para todos nosotros”, dijo Mons. Henning. “Considero esta fiesta como un festejo de la intimidad, esa intimidad que existe entre el Padre y el Hijo y el Espíritu Santo; la intimidad a la que somos invitados por nuestro Señor Jesús.
“Y el Evangelio de Juan en particular, es el Evangelio de esa intimidad. Una de sus imágenes más importantes es la del discípulo amado apoyado en la Última Cena sobre el pecho de Jesús”, dijo.
El obispo electo no centró su homilía en los pecados y fallos de los sacerdotes, sino en la esencia del sacerdocio y el amor del Señor.
“En este capítulo, el capítulo 17, Jesús está orando por sus discípulos. Y en un sentido muy real no solo por aquellos discípulos que estaban allí en ese momento, sino por todos los que están por venir. Hay una especie de belleza terrible en esta oración de Jesús, porque es justo antes de Su pasión. Y los discípulos por quienes ora son los mismos que él sabe que lo traicionarán y lo negarán y abandonarán. Y sin embargo, Él ora por ellos al Padre. Es un poderoso acto de amor e intimidad. Reza por ellos incluso en su debilidad.
“Reza para que sean consagrados, y de hecho, para que sean santos. Creo que en nuestra cultura si le preguntas a la mayoría de los fieles católicos qué es la santidad, nos dirían qué es hacer buenas obras, y eso es parte de la santidad. Pero en su concepción bíblica, la consagración, la santidad, se refiere más bien a reservarse, dedicarse, entregarse a algún buen propósito “, dijo el recién nombrado obispo auxiliar de Rockville Centre.
Ese concepto de consagración es el fundamento de la vida de un sacerdote, dijo el homilista, explicándolo con un ejemplo concreto.
“A muchos de nosotros se nos dieron bellos cálices en nuestras ordenaciones. Y la gente se escandalizaría si trajéramos esos cálices para el desayuno y les pusiéramos una taza de café o compartiéramos una cerveza al final del día. La gente diría: ‘Eso es terrible, no puedes hacer eso, no puedes usar el cáliz para ese propósito’. El cáliz está separado, consagrado, no debe llenarse con nada excepto las cosas de Dios”.
Esto es precisamente lo que las Escrituras quieren decir cuando hablan de santidad, consagración. El cáliz es santo no tanto por lo que hace, sino por lo que es y lo que contiene. Y si nosotros, como creyentes cristianos, discípulos y sacerdotes, hemos sido consagrados, separados, entonces tú y yo no debemos llenarnos de nada más que de las cosas de Dios.
“Es por eso que Él ora por nosotros. Es por eso que nos ha reservado para el servicio de la Iglesia como pueblo de Dios, para que nos llenemos de las cosas santas de Dios. Para que nos paremos frente al altar, y podamos decir de verdad: ‘Este es mi Cuerpo, entregado por ustedes. Esta es mi Sangre”, dijo Mons. Henning. El anuncio de su nombramiento episcopal se hizo público unas horas antes de esta ceremonia, por lo que fue una sorpresa para muchos, incluido los organizadores del acto penitencial, que imprimieron los folletos para el servicio de oración con el título Rev. Mons. Richard Henning, en vez de “obispo auxiliar electo” de Rockville Center.
“Cuando el nuncio me dijo que se iba a anunciar hoy, acudí a mi obispo y le dije: ‘Tengo que mantener mi compromiso con Brooklyn’. Y él estuvo de acuerdo en que esto era importante, así que me alegré de que fuera posible”, dijo Mons. Henning después del servicio.
“Y para mí, en un día como este lleno de emociones, no hay mejor lugar para estar que con mis hermanos sacerdotes ni mejor lugar para estar que en oración, y no hay mejor lugar para estar que agradeciendo al Señor por Su gracia y Su misericordia”.
Cuando se le preguntó acerca de su primera reacción a las noticias de que sería obispo, respondió: “Lo primero que hice después de hablar con el nuncio fue ir a ver a mi confesor. Así que aprecio la oportunidad de ese proceso de arrepentimiento y conocer la gracia del Señor. Para mí es un gran privilegio estar aquí hoy, estoy muy agradecido. Y no creo que pueda pasar el día mejor que esto”.