HAY HISTORIAS Y ENTREVISTADOS que difícilmente se olvidan. Antonio es una de esas historias y de esas personas.
Héctor Antonio López García nació en Guatemala y llegó a Estados Unidos en 1999 cuando apenas cumplía 16 años.
“Gracias a Dios hago un poco de todo”. Un poco que resulta ser mucho, porque Antonio realiza trabajos de construcción, plomería, electricidad, carpintería, pintura, etc. Y no solo realiza labores de mantenimiento, también ha hecho, por ejemplo, toda una red de tuberías desde cero. ¿Serías capaz de construir una casa entonces?, le pregunto bromeando y me responde con total naturalidad que sí.
Todo lo que sabe lo aprendió empíricamente con el tiempo al llegar a Nueva York. Mientras muchos llegamos a aprender inglés, Antonio tuvo que llegar a aprender primero español porque solo hablaba quiché, un dialecto indígena. Hoy habla perfectamente español y sabe inglés. Desde su llegada a la ciudad ha trabajado para el mismo jefe y también lo buscan nuevos clientes gracias a la buena reputación de la que goza como empleado y como persona.
“El primer trabajo que hice como electricista fue un apartamento y después que hice todas las conexiones mi jefe llamó a un profesional para verificar lo que había hecho. Todo estaba bien y luego fue aprobado por el inspector”, comenta este hombre modesto y de pocas palabras.
Aprendió a ser electricista mirando, como ha aprendido todo lo que sabe, y esa misma fórmula la ha aplicado para todo: arriesgarse, aprender y perfeccionarse.
Haceunañoymediosecasóyfueel padre José López, párroco del Espíritu Santo, quien celebró su matrimonio; y quien no ahorra palabras para destacar la gran voluntad de entrega con que Antonio ha trabajado todos estos años para la parroquia, a la que además sirve como líder de un grupo de oración y participa en otras labores de evangelización durante la semana.
Antonio es un hombre muy capaz, inteligente y valiente que ejemplifica perfectamente a esos emprendedores que buscamos destacar en esta sección. Lo conocimos cuando recorríamos su parroquia y él hacía lo que siempre hace: donar su tiempo y su trabajo a su iglesia. Una especie de MacGyver con un corazón de oro.