Desde Roma

Audiencia General, La fraternidad que sana el mundo

En la Audiencia General de esta semana, el Papa Francisco ha puesto el acento sobre la “fraternidad” como el remedio que sana al mundo de las otras pandemias que quedaron al descubierto mientras se enfrenta al coronavirus: El individualismo y la indiferencia, signos evidentes de la cultura del descarte.

Todos “vulnerables e interconectados”

El Santo Padre comenzó destacando la labor de quienes tuvieron la agudeza de descubrir esta verdad en medio de la crisis y se dedicaron a asistir a los enfermos y necesitados, aun poniendo en riesgo sus vidas, a ellos los llamo “heroes.” En contraposición a estos puso a los que ven y tratan a los otros como un “objeto” que se usa y se descarta.

La mirada de Dios

Dios ha creado al hombre a su imagen y semejanza, amándolo y capaz de amar, con la vocación de procrear y custodiar la vida, por eso, afirma el Pontífice, el hombre esta llamado a la comunión y a la armonía, con los demás seres humanos, pero también con toda la creación.

Lógica del dominio vs lógica del servicio

El Papa toma como ejemplo a la madre de los apóstoles Santiago y Juan, que pide a Jesús que sus hijos puedan sentarse, uno a su derecha y otro a su izquierda cuando el Señor se establezca en su reinado (Mt.20,20-28). A ella Jesús le responde con una contra propuesta, la del servicio y la de dar la vida por los otros.

La imagen de Dios, origen de la dignidad de todo hombre

El Santo Padre continúa: “Como cristianos, no queremos ser indiferentes ni individualistas. Queremos reconocer en cada persona, de cualquier raza, lengua o condición, la dignidad humana, fundamento de toda vida social.”

Esta conciencia de la dignidad humana debe derivar en principios operativos de orden social, económico y político.

El Papa concluye el encuentro con una Exhortación a todos los creyentes: “Mientras todos trabajamos para curar un virus que nos afecta indistintamente, la fe nos urge a comprometernos seria y activamente para contrarrestar la indiferencia ante las violaciones de la dignidad humana. Esta cultura de la indiferencia que acompaña a la cultura del descarte: las cosas que no me tocan no me interesan. La fe siempre exige que nos dejemos sanar y convertir de nuestro individualismo, tanto personal como colectivo.”