ANTES DE LEER EL ARTÍCULO quiero que respires consciente y profundamente una y otra vez. Ahora imagínate que Dios te llama por tu nombre —sí, por tu nombre— y te dice: “Hola soy yo tu Dios y tengo algo muy importante que decirte. Quiero que vayas a la casa de esa persona que no soportas y hazle saber que la amo mucho y tengo grandes bendiciones para ella”.
¿Qué harías? ¿Irías a esa casa o no? ¿Abdicarías y obedecerías? Pues esta es la historia de un hombre llamado Jonás, el cual siendo profeta pasó por una situación similar. Dios le habló y le dijo: “Jonás, hijo de Amitai, anda, vete a la gran ciudad de Nínive y anuncia que voy a destruirla, porque hasta mí ha llegado la noticia de su maldad” (Jonás 1:1-2). Pero él prefirió huir de la presencia Dios con tal de no llevar a cabo la voluntad de Dios en su vida: “Pero Jonás, en lugar de obedecer, trató de huir del Señor” (vs3).
Cada vez que leo este relato me doy cuenta de que Jonás escuchó a Dios sin temor a equivocarse en cuanto a la identidad del Señor. Y sin embargo, aún siendo así no le hizo caso. Ahora, pensándolo bien, ¿no hacemos exactamente lo mismo tú y yo?
¿Cuántas veces oímos la voz de Dios — ya sea en la homilía del sacerdote, cuando leemos la Biblia, quizás a través de la vecina que no deja de invitarnos al grupo de oración—, pero preferimos hacer lo que nos parece, lo que creemos más conveniente, con tal de no salir de nuestra zona de confort a diferencia de lo que Dios quiere.
Jonás trató de huir, pero Dios lo alcanzó. Me sorprende el amor y la misericordia de Dios para con cada uno de nosotros. Huimos, nos escondemos hasta el punto de la soberbia, pero Dios con su amor sabe cómo y cuándo alcanzarnos.
Quizás tú eres una madre, un padre o un familiar preocupado por alguien que amas. Ellos están lejos de Dios, otros quizás estaban sirviendo a Dios y se han alejado, a lo mejor tuvieron una mala experiencia en la Iglesia y por eso ya no quieren saber de Dios. Tengo buenas noticias para ti: Dios es fiel y alcanzará a tu hijo, hija, esposo, esposa, amigo ya sea en el barco, la ballena o en tierra. Bien lo dice el salmista:
Dónde puedo esconderme de tu espíritu?
¿Cómo podría huir de tu presencia?
Si subiera yo a los cielos, allí estás tú;
si me tendiera en el sepulcro, también estás allí.
Si levantara el vuelo hacia el sol naciente,
o si habitara en los confines del mar,
aun allí tu mano me sostendría;
¡tu mano derecha no me soltaría!
Si quisiera esconderme en las tinieblas,
y que se hiciera noche la luz que me rodea,
¡ni las tinieblas me esconderían de ti,
pues para ti la noche es como el día!
¡Para ti son lo mismo las tinieblas y la luz!
(Salmo 139:7-12)
A lo mejor vives con un Jonás y ya quieres que llegue la ballena y se lo trague. Quizás trabajas con un Jonás y estás esperando que se vaya en el barco muy lejos. No importa cuál sea tu situación, quiero decirte que sin duda alguna Dios hará lo que se ha propuesto con tu Jonás. En este instante te invito a entregarle a Dios tu Jonás para que se haga su voluntad y no la tuya. No puedes hacer que el otro haga, deje de hacer o cambie a lo que quieres o esperas, porque finalmente te frustrarás. ¡Tú no puedes cambiar a Jonás, pero Dios sí puede! ¡Tú no puedes sanar a Jonás, pero Dios sí puede!
Guía, acompaña y confía. Jonás huirá, causará tormentas y problemas, pero al final llegará a su destino y tus ojos verán la Gloria de Dios. Todo habría sido mejor si Jonás hubiese hecho caso, pero no obstante, a pesar de que tomó más tiempo, sabemos que el proceso de Dios no solo está tocando y cambiando a Jonás, también está logrando cosas poderosas y maravillosas en tu vida.
¡Gracias, Dios, por nuestro Jonás! Me da dolores de cabeza, pero sé que Tú estás con él en medio del barco y la ballena y que al final lo llevarás a tierra firme. Amén.