CIUDAD DEL VATICANO, Roma—. El tiempo pasa y las costumbres cambian, también en el Vaticano. Juan Pablo I dejó de usar la corona que utilizaban los pontífices y Benedicto XVI eliminó su rastro por completo: en su escudo puso una mitra en su lugar.
Su predecesor, Juan Pablo II, dejó al margen la silla gestatoria o Sedia gestatoria, especie de trono ceremonial en el que los pontífices eran trasladados en hombres en ciertas procesiones solemnes.
Francisco acabó con los zapatos rojos y también desde el principio retiraba la mano cuando le besaban el anillo o se le hacían excesivas reverencias, aunque esta es una tradición que aparentemente abolió el papa emérito Benedicto XVI según dejó constancia en su conversación con el periodista Peter Seewald, publicada en forma de libro bajo el título Luz del mundo: El Papa, la Iglesia y los signos de los tiempos.
Recientemente, durante su visita a Loreto, el papa Francisco dejó clara su incomodidad con este tipo de saludos.
No se trata de un gesto “magisterial” ni “dogmático”. Cada Papa tiene su estilo y con Francisco, probablemente, no va esa forma de mostrar respeto o cariño al pontífice.
El anillo del Papa, conocido como el anillo del pescador, tenía un fuerte significado siglos atrás: era utilizado como sello, por lo que era garante de la autenticidad papal. Además, la figura del pontífice era mucho más lejana y solemne, mucho más simbólica. Pocos podían tener acceso a él y saludarlo era un privilegio de pocos.
Francisco no quiere que le besen la mano, pero acepta sin problemas abrazos, y acaricia con ternura a los enfermos. Quiere transmitir que el servicio es el modo de ejercer el poder.
La reacción del papa Francisco ante la intensión de algunos fieles de besarle la mano al saludarlo en Loreto provocó reacciones y fuertes criticas en algunos sitios de los llamados “tradicionalistas” de las redes, que han seleccionando una parte en la que su rechazo a este protocolo del besamanos es más brusco y evidente.
La realidad es que muchos de estos portales están permanentemente a la caza de cualquier situación criticable porque su “tradicionalismo” no les alcanza para aceptar los designios del Espíritu Santo cuando no favorecen su estrecha visión de túnel ideológico.