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Cardenal Czerny pide a obispos ampliar ministerio pastoral a migrantes

MUNDELEIN, Ill. (CNS) — Un funcionario del Vaticano pidió a un grupo de obispos reunidos en el Seminario Mundelein el 2 de junio que pensaran en los migrantes como “feligreses” —sin importar que lleguen por un corto o largo plazo— y que organicen planes pastorales para atenderlos.

El cardenal Michael Czerny, subsecretario de la Sección de Migrantes y Refugiados del Dicasterio para la Promoción del Desarrollo Humano Integral del Vaticano, se dirigió a través de Zoom a una asamblea de obispos de Estados Unidos, Centroamérica, y México, que también incluía jefes de las principales organizaciones católicas que ayudan a migrantes.

“Espero que, después de este encuentro, puedan reunir a sus sacerdotes y considerar la tarea pastoral que nos incumbe a todos: acoger, proteger, promover, e integrar”, expresó el cardenal Czerny. “Dependiendo de dónde se encuentre la diócesis, las parroquias pueden encontrar uno o más (puntos) de salida, tránsito, llegada, asentamiento a corto o largo plazo, e incluso regreso de migrantes.

“Y en cada caso, los migrantes son ‘nuestros’ feligreses, ya sea por un período breve o prolongado, ya sean católicos practicantes o de otras religiones o no profesen ninguna religión”.

El cardenal Czerny, en particular, elogió el “ministerio eficaz” de hermanas religiosas estadounidenses y habló del “reciente despliegue de religiosas de todo Estados Unidos para cuidar de jóvenes y niños no acompañados que llegan a la frontera”.

Asimismo, las diócesis y organizaciones eclesiásticas a lo largo de lo que él llamó el “corredor” Panamá-Alaska, así como en el camino que va desde Terranova, Canadá, a Hawái — que ven mucho movimiento de migrantes — pueden realizar un trabajo similar, acotó.

“Y si el corredor realmente se extiende tan lejos e incluye a tantos hermanos y hermanas que sufren, entonces nuestro compartir pastoral y planificación y colaboración pastoral también deben extenderse tanto y tan profundamente”, agregó.

El cardenal Czerny pidió que cada diócesis a lo largo del “corredor”, así como agencias u organizaciones de la iglesia en el camino, acompañen a los vulnerables o necesitados, para “llevar a cabo una atención práctica”, indiferente a las razones por las que la gente abandona a sus países de origen.

El encuentro reunió a prelados de varias diócesis de Estados Unidos, así como de México, Honduras, Guatemala, y El Salvador, quienes fueron animados por el Cardenal Czerny a atender a quienes quieren irse de sus comunidades, pero también a quienes regresan a ellas después de haber sido deportados.

De esta manera, señaló, cuando una persona se ve obligada a huir, moviéndose de una parroquia a otra, de una diócesis a otra, o cruzando una frontera nacional, la persona debe experimentar “el cuidado ininterrumpido o continuo de Cristo”, realizado por sus seguidores a lo largo del camino.

“Hay tantas oportunidades importantes para ayudarlos y apoyarse unos a otros, y todos estos pequeños esfuerzos componen un mosaico y finalmente una imagen de cómo la diócesis está respondiendo pastoralmente a personas vulnerables que generalmente llamamos ‘migrantes’ o ‘refugiados’, pero también los desplazados internos, los desplazados por el clima, y las víctimas de la trata de personas”, dijo.

La migración, continuó diciendo, es parte de la historia de la salvación de los cristianos: Abraham, “un arameo errante”, llevó a su familia de Ur “a un lugar de mayor promesa: una tierra prometida”, y Jesús, cuando era un niño, prácticamente comenzó su vida como refugiado”.

“La dislocación y reubicación están en nuestros orígenes como pueblo de Dios. Están incrustadas en nuestro ADN como cristianos. Nos ayudan a convertirnos en quienes somos”, expresó el cardenal Czerny, cuya familia se vio obligada a huir de Checoslovaquia después de la Segunda Guerra Mundial.

“Es cierto que los humanos atesoran el lugar donde nacieron y se sienten como en casa, pero por lo general se mudan, a veces voluntariamente, a veces por motivos de fuerza mayor, como los traumas de la Segunda Guerra Mundial — el nazismo, encarcelamiento, trabajos forzados, campos de concentración, comunismo — hicieron que mi familia huyera de Checoslovaquia a Canadá “, dijo. “Refugiarse o ser desplazado o migrar no los hace inferiores en estatus, menos humanos, o menos dignos”.

El cardenal Czerny reconoció que el motivo de la reunión a la que se dirigía era la “continua y probablemente creciente llegada de muchas personas que buscan cruzar la frontera desde México”.

No importa cómo los cristianos vean las diferentes formas de migración, dijo, es esencial responder a las personas en movimiento como hermanos y hermanas.

“La migración, primeramente, no es un problema para hacer frente, o un fenómeno a temer, sino un signo para establecer relaciones, reconciliar, sanar, y una posibilidad de transformación mutua, relación justa con la tierra, y construcción de un mundo sobre la base de la amistad social y la fraternidad humana universal”, dijo.

“La migración forzada es una señal de que el mundo, aunque cada vez más globalizado, interconectado, unificado, sigue trazando líneas artificiales de exclusión”, agregó. “Si bien las fronteras deben administrarse, no tienen que ser destructivas, pero pueden ser lugares de encuentro e intercambio y transición hacia lo mejor”.