“Un santo es un ser humano que celebramos por los sacrificios que hace, por su compromiso para hacer del mundo un lugar mejor”. —Padre Geraghty
Es muy fácil ser bueno, socialmente hablando, cuando has vivido una vida buena. Sin embargo el coraje se demuestra cuando, en medio de las circunstancias difíciles, decides hacer lo correcto, ya sea por ti o por los demás.
Es fácil señalar y juzgar a quienes, según nosotros, están equivocados; sin embargo sólo ellos saben por qué viven su vida como la viven y el porqué de su forma de enfrentarla.
Esta película narra la historia de un pequeño de doce años llamado Oliver (Jaeden Lieberher) cuyos padres recientemente se han divorciado. Él y su madre, Maggie (Melissa McCarthy), se mudan a Brooklyn donde se encuentran con Vincent McKenna (Bill Murray), un vecino malhumorado y de apariencia descuidada.
Debido a que Maggie debe realizar largos turnos como enfermera en el hospital local, se ve obligada a dejar a Oliver al cuidado de su vecino luego que el pequeño regresa cada día de la escuela. Es Vincent quien le propone a Maggie cuidar al niño, ya que él necesita reunir dinero y sabe, de antemano, que ella no conoce a nadie más que pueda cuidarlo.
Vincent lleva una vida desordenada. Le gustan las apuestas, el alcohol y pasar el tiempo con una amiga que es stripper y quien se encuentra embarazada. Sin embargo, a lo largo de la película conocemos el difícil y triste pasado de Vincent, veterano de la guerra de Vietnam, y por qué se ha convertido en el hombre amargado que es.
Oliver estudia en la escuela católica San Patricio, en Brooklyn, y gracias a una tarea de la escuela todos conocen el otro lado de aquel hombre gruñón señalado por muchos.
Esta cinta habla del abandono, de los prejuicios sociales y de las personas que por una u otra causa son marginadas; pero también habla de la valentía, la solidaridad y la amistad.
Montaje: Marietha Góngora