PITTSBURGH (Por William Cone/CNS)—. Casi todos los estadounidenses tienen alguna historia sobre sus antepasados que llegaron a este país. Generalmente son desgarradores relatos de sufrimiento, desesperación y sacrificio.
Escenarios similares se están viendo hoy a lo largo de la frontera entre Estados Unidos y México y otros puntos de ingreso en todo el país. Al igual que en las conmovedoras historias de otras generaciones, la mayoría de los casos de la actualidad se caracterizan por la posibilidad real de violencia y muerte si los que emigran deciden quedarse en su tierra.
Miembros de la Red Católica Legal de Inmigración compartieron algunos de estos relatos de éxitos y angustia durante su Convocatoria 2019 del 29 al 31 de mayo en el centro de Pittsburgh.
La red religiosa, conocida como CLINIC (por sus siglas en inglés), y con sede en Silver Spring, Maryland, está conformada por 373 afiliadas que brindan un amplio abanico de servicios que incluye cabildeo por los inmigrantes de bajos recursos, asistencia técnica y representación legal gratis.
El encuentro anual de CLINIC ofrece entrenamiento legal intensivo y los profesionales que participaron en ciertas sesiones recibieron créditos por educación continua.
El arzobispo Christophe Pierre, nuncio apostólico de los Estados Unidos, dio el discurso principal el 29 de mayo y concelebró una misa matutina el 30 de mayo con ocasión de la Solemnidad de la Ascensión del Señor.
Le acompañaron en la liturgia el obispo David A. Zubik de Pittsburgh; el obispo Nicholas DiMarzio de Brooklyn, New York, miembro de la junta directiva de CLINIC y fundador de esta organización cuando lideraba los Servicios de Migración y Refugiados de la Conferencia de Obispos de Estados Unidos entre 1985 y 1991; el obispo Kevin W. Vann de Orange, California, presidente de la junta de CLINIC; y el obispo Jaime Soto de Sacramento, California, miembro de la junta de CLINIC.
En su discurso principal, el arzobispo Pierre repitió las palabras del papa Francisco al decir que la migración es un asunto global que “no debe abordarse de un modo hostil y polémico, sino de un modo justo y prudente que respete la dignidad de cada ser humano y permita el enriquecimiento mutuo de los pueblos y las culturas”.
“Se trata de la historia de la población de los Estados Unidos”, dijo el arzobispo. “La gente vino al Nuevo Mundo, a menudo escapando de la pobreza y la persecución religiosa, en busca de un mejor futuro, marcado por la promesa de la libertad”.
Anna Marie Gallagher, directora ejecutiva de CLINIC, quien ha trabajado en asuntos de ley de inmigración por más de 30 años, conoce bien la experiencia del inmigrante.
Sus padres llegaron a Estados Unidos desde Donegal, Irlanda, cuando los alimentos y los trabajos eran escasos. Contó que su padre comprendía la necesidad de cruzar las fronteras — incluso ilegalmente — para construir una mejor vida para uno mismo y su familia.
“Cuando reflexiono sobre el pasado, siento lo poderosa que era la historia de mis padres, solo de pensar en la forma en que ellos nos criaron”, dijo Gallagher. “Simplemente no podías de verdad imaginarte que los que venían a casa no se iban a quedar o nunca pensarías en no ayudar a los demás o no darles un empujón. Yo crecí entre historias de migración forzada.”
Gallagher está orgullosa de ser parte de CLINIC, organización a la que llama “un gigante dormido” que es muy respetado en los círculos legales.
Ella ha sido testigo de una alarmante tendencia que se observa en el flujo migratorio desde Centroamérica. Hasta hace cuatro años, dijo, los que cruzaban la frontera sur eran casi exclusivamente hombres. Luego las madres empezaron a llegar a la frontera, algunas veces con niños pequeños. Los padres enviaban dinero a la casa natal para que los abuelos se encargaran de cuidar a sus hijos.
Pero al fortalecerse las pandillas y con el aumento de la amenaza de la violencia, las abuelas empezaron a llamar a sus hijos en Estados Unidos para decirles que ya no podían proteger a sus nietos. Es entonces cuando se da el surgimiento de los niños no acompañados, explicó Gallagher.
“Y entonces cuando estuve en Tijuana (hace menos de dos meses), fui a un albergue allí y entrevisté a dos abuelas. Yo nunca había visto eso. Cada una había venido con sus tres nietos”, dijo.
Hay miles de personas en México sin acceso a abogados, según Gallagher.
“Así que vamos allá a hablar con ellos, a explicarles sus derechos, a ayudarlos a preparar sus casos y cosas así”, detalló. “Y eso es lo que CLINIC hace. Vamos, nos involucramos, organizamos y cuando todo ya está en marcha, nos retiramos para ir a otros lugares con necesidades”.