SAN JOSE, California —. Cientos se reunieron el 29 de julio en la Iglesia de Santa María para una vigilia de oración bilingüe, invitados por la comunidad católica de Gilroy en California para reunirse y rezar por todos los afectados tras un tiroteo en el cual murieron dos menores de edad.
Un día antes, un hombre armado, más tarde identificado como Santino William Legan, de 19 años, le disparó a la multitud presente para el último día del Festival del Ajo de Gilroy. Autoridades identificaron a las tres personas asesinadas: Stephen Romero, un niño de 6 años; Keyla Salazar, una niña de 13 años y Trevor Irby de unos 20 años; otras 12 personas resultaron heridas. La policía rápidamente disparó y mató al sospechoso.
Mientras miembros de la comunidad entraban a la iglesia católica para la vigilia, informó el periódico Los Angeles Times, el padre Michael Hendrickson, el párroco, los saludaba. El motivo del evento era orar, “una oración por los vivos y una oración por los muertos”, le dijo al reportero del periódico local.
Cientos más se reunieron afuera de la alcaldía de Gilroy esa misma noche, también para recordar a las víctimas, los que murieron y los que resultaron heridos, y también para expresar su gratitud a los equipos de emergencia.
“Nuestros corazones están llenos de tristeza como consecuencia del horrible tiroteo que cobró las vidas de al menos tres víctimas inocentes y que hirió a otros en el Festival del Ajo de Gilroy,” dijo el obispo Oscar Cantú de San José en una declaración. “Me siento agradecido por los primeros que acudieron a asistir y los ciudadanos privados, cuya rápida reacción y acciones profesionales salvaron incontables vidas”.
Gilroy queda a unas 80 millas al sudeste de San Francisco. La ciudad de Gilroy está considerada como “la capital mundial del ajo”. El festival dura tres días e incluye comida, concursos de cocina y música; atrae a más de 100,000 personas.
El jefe de policía dijo que los investigadores no han encontrado un motivo para el tiroteo.
“Mis pensamientos y oraciones están con las víctimas, los que sobrevivieron y sus familias en este momento de dolor”, dijo el obispo Cantú en la declaración. “Que Dios, fuente de nuestra fe y fortaleza, conceda consuelo y esperanza a todos los afectados por actos de violencia”.
Añadió: “Que el dolor dé paso a la sanación y la gracia mientras que trabajamos juntos para proteger a los inocentes e impedir futuras matanzas, para que la paz reine en nuestros corazones y en nuestras comunidades”.
- RELACIONADA: ¿Amarnos o armarnos?
En otra declaración del 30 de julio, el obispo Frank J. Dewane, de Venice, Florida, presidente de la Comisión de Justicia Doméstica y Desarrollo Humano para la Conferencia de Obispos Católicos de Estados Unidos pidió que se le apoyara a las víctimas y que se tomara acción para poner un fin a la violencia causada por armas de fuego.
“Es inquietante que nuestra sociedad parezca permitir que algunos se sientan cómodos con la violencia”, dijo el obispo. “Nuestros legisladores deben hacer cambios a nuestra política de armas para evitar la pérdida de vidas. Como estadounidenses, debemos ser honestos con nosotros mismos de que tenemos una enfermedad, casi una plaga, con el problema de la violencia armada. Como cristianos, debemos mirar a la cruz, arrepentidos de las formas que nos han llevado a este punto y, con la gracia de Dios, abandonar tales actos inhumanos y sin sentido. Resolvamos a hacer los sacrificios necesarios para poner un fin a los asesinatos violentos que saturan a nuestra nación”.