David Ortíz y su esposa Sandra Castillo de Ortíz son oriundos de Cali, Departamento del Valle del Cauca (Colombia). Llegaron a los EE.UU. en 1990 y al principio trabajaron en diferentes restaurantes. “Mi esposa trabajó 15 años en restaurantes italianos y yo también en varios negocios de comida”, dice David —quien comenta que desde entonces ya soñaban con la posibilidad de abrir juntos un negocio propio.
“Un día estábamos en la casa y pensamos que en lugar de trabajar cada uno por su lado, mejor poníamos nuestro propio negocio y así surgió la idea de montar una panadería […] eso fue en 2005, cuando empezamos a madurar la idea”, cuenta David.
Con esa idea como meta empezó este emprendimiento que se materializó hace once años y que hoy cuenta con tres locales, donde trabajan 38 empleados. Para Sandra y David todo es importante, pero especialmente se esmeran en que sus clientes se sientan como en casa, que sean bien atendidos y que el sabor de su comida los haga volver.
La experiencia de haber trabajado en restaurantes hispanos, italianos, griegos y españoles les dio a ambos una mirada más amplia y diferente que cimentó las bases de su futuro éxito. Con muchas ganas y unos ahorros que tenían, se armaron de fe y de valor y dieron el primer paso. Firmaron un contrato de compra con el anterior dueño y en él se contempló que el grupo de empleados se mantendría bajo la nueva administración.
Su panadería, ubicada sobre Jamaica Avenue en Queens, abrió el 1º de septiembre de 2009 y la respuesta de los clientes fue muy positiva. “Es muy diferente ser empleado a ser dueño […] empezamos a tener experiencias, unas buenas, otras malas, pero de todo se aprende para hacer las cosas mejor”, afirma David.
Mientras pasaba el tiempo la dinámica del negocio les iba dando nuevas lecciones, de modo que ambos proponían nuevas ideas y así fueron creciendo; siempre teniendo muy presente la calidad de sus productos, así como la atención al cliente y las condiciones de higiene de sus locales y su personal. A los pocos meses de abrir su primer local, David le propuso a su esposa que pensaran en ofrecer un menú de comida preparada, además de sus productos de panadería.
“Siempre me ha gustado que el producto se vea, tener varias opciones para poder escoger. Empezamos a ofrecer comida y vimos que se podían manejar las dos cosas”, comenta David.
La clientela de La Gitana es muy variada, pues tanto asiáticos, como norteamericanos y afroamericanos se deleitan con los sabores de la comida típica colombiana y hacen su mayor esfuerzo al momento de ordenar sus ‘arepas’ y ‘empanadas’ para llevar.
Cautivar a estos nuevos clientes fue un proceso en el que les explicaban los ingredientes y les daban pruebas, pues ellos como dueños entendían que seguramente nunca habían probado algo igual.
Seis años después de incursionar con su primer negocio, abrieron su segunda sede a escasas dos cuadras y dos años más tarde abrieron las puertas de su tercer local en la esquina de la Calle 111 con Avenida Roosvelt.
Debido a la pandemia, esta pareja de esposos decidió que cerrarían temporalmente sus negocios por dos meses. Reabrieron dos de los tres locales el 4 de mayo —y al poco tiempo el tercero—, y buscaron la forma de mantener viable su negocio diseñando un nuevo menú con precios más económicos sin sacrificar la calidad. Esta iniciativa surgió como respuesta al impacto económico que dejó la crisis del COVID-19 en todos los hogares y que golpeó con dureza al condado de Queens.
“¡De la mano de Dios uno nunca se cae! Cada paso que vamos a dar lo ponemos en sus manos para que nos guie en nuestro camino hacia una buena decisión. Él ha sido todo para nosotros”, asegura David.
LA GITANA
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