*Por Marietha Góngora V.
El diácono Heriberto Cabrera nació en República Dominicana en 1957 y es uno de los cinco hijos que tuvieron sus padres Anselmo y Reyna. “Yo soy un campesino y le digo a todo el mundo eso con mucho orgullo”, dice.“Yo me acuerdo siendo niño y cargando tabaco, llevándolo hasta abajo del rancho como todos los campesinos. Siempre había suficiente comida y los niños jugábamos la pelota”, recuerda el diácono de sus años de infancia.
Llegó a los Estados Unidos a sus 8 años. “Como todos los inmigrantes primero vienen los padres. Tres años vivimos allá con la abuela y por eso le tengo tanto cariño a esa abuelita”, comenta el diácono quien le agradece a ella sus sólidas bases católicas.
“Uno de los recuerdos más grandes que tengo de ella fue mi primer día de escuela que yo no quería ir. Hasta allá me llevó y años después dice ella ‘mira, después de tanto problema con ir a la escuela y tú seguiste estudiando’”, comenta el diácono quien es abogado.
“Recuerdo mucho que iba a la iglesia con ella, que en ese tiempo era la misa en latín entonces el sacerdote estaba de espaldas”, afirma el diácono Heriberto, quien aún en su memoria conserva intacta aquella emoción de los ‘chulitos’ —pasteles de yuca rellenos de carne, típicos de República Dominicana— que su abuela le compraba al salir de misa. “Tal vez que costaba un centavo en ese tiempo”.
Su familia, al llegar a Nueva York, se instaló en Sunset Park (Brooklyn). “En ese tiempo éramos cuatro hijos y nuestros padres, seis personas con un cuarto para dormir”, dice. “No éramos de dinero pero mi madre era muy orgullosa, nunca aceptó ayuda, welfare, ni nada de eso, siempre trabajadora. Increíble esa mujer, yo no sé cómo lo hizo en 1978 con cinco hijos ella trabajaba en Harlem Hospital sirviéndole la comida a los pacientes y pudo
ahorrar dinero para comprar una casa”, asegura.
Para su mamá era un anhelo ver a sus hijos estudiando en la escuela católica. “Recuerdo, con un poco de dolor, que mi pobre madre estaba ahí un día de la semana, de 9:00 a.m. a 5:00 p.m. con los cuatro hijos tratando de inscribirnos sin tener dinero. Claramente no la aceptaron porque de dónde va ella a tener dinero”, afirma el diácono.
En 1976, al graduarse de Brooklyn Technical High School, ingresó a Immaculate Conception Center en Douglaston. “Ahí estuve tres años y medio y fue la decisión más difícil yo dejar el seminario y decidir no hacerme sacerdote. Fue muy, muy difícil esa decisión […] después de tres años y medio, terminé el medio año en Fordham University”.
Para 1980 trabajó como asistente director de un programa en el Bronx y posteriormente ingresó a Boston College Law School, donde se graduó en 1984. Un gran logro pues fue el primero en su familia de obtener un título universitario. “Por eso le doy gracias a Dios siempre, porque es Él quien me ha guiado en todos esos pasos. Yo creo eso totalmente”. Así mismo, él fue el primer subfiscal nombrado en el condado de Manhattan de origen dominicano. “Duré ahí tres años y después de eso abrí mi propia oficina. Como yo vine de una familia de pequeños negocios, esa era la mentalidad mía”, comenta.
Para él los logros personales y profesionales que alcanzaba, así como la bonita familia que conformó con su esposa Ramona, con quien recientemente celebró 41 años de casado, no conseguían llenar ese vacío que años atrás quedó en su corazón tras no haber sido sacerdote.
En 2018, respondiendo a su llamado, ingresó al Programa de Diaconado de la Diócesis de Brooklyn, donde fue ordenado el 27 de mayo de 2023. “Lo que más me inspira es la responsabilidad de proclamar la Palabra de Dios. Yo soy una de esas personas que tal vez dura demasiado tiempo en preparar una homilía y es una imperfección mía. Quisiera durar menos tiempo pero en mi corazón siento como que es una obligación tan grande”, dice el diácono, quien se esmera en ello entendiendo que esta es una manera en la que Dios toca el corazón de un feligrés a través de quienes le sirven.
El diácono Heriberto sirve a la comunidad parroquial de San Bernardo de Claraval en Brooklyn. “El padre Michael Tedone, un tremendo sacerdote, empezó, y yo le estoy asistiendo, a levantar la comunidad hispana. Tenemos ahora una misa en español al mes […] el problema con San Bernardo es que por ahí no pasa tren y es difícil llegar hasta en autobús. Se hace un poquito lejos, un área más reservada y por esa razón se hace un poco
difícil de crecer”.
Para el diácono Heriberto Cabrera, quien es un hombre de buen humor y conversador, es satisfactorio acompañar a los miembros de su comunidad parroquial en los momentos felices como los bautismos, así como en los más difíciles como los velorios, ya que como él dice “es compartir con ellos un tiempo de gran necesidad”.