Queridos hermanos y hermanas en Cristo:
¿Es posible tener miedo de un recién nacido? Quizás esa sea la esencia del encanto de nuestra fiesta de Navidad. El centro de todas las celebraciones es el nacimiento de un niño en medio de la pobreza. Es una historia incomparable. La encarnación y el nacimiento de Jesucristo como ser humano, como un bebito, despierta nuestra humana curiosidad y nos pone ante un reto de fe: creer que Dios se hiciera humano en esas precarias circunstancias.
Un bebé es un ser totalmente desvalido e indefenso. Depende totalmente de los que cuidan de él. En las Sagradas Escrituras se nos dice que Cristo “se despojó de sí mismo tomando condición de siervo, haciéndose semejante a los hombres; y se humilló a sí mismo, obedeciendo hasta la muerte, y muerte de cruz” (Filipenses, 2: 7-8). Ese es el misterio que celebramos en la Navidad.
Es interesante comparar dos visiones distintas de la Natividad del Señor representada en la famosa pintura de Rafael La Madonna Sistina. Cada año, millones de personas ven esta obra. Hay un fragmento de ella muy conocido que se usa en postales de Navidad. ¿Lo han visto ustedes? Es un círculo en que se ven solamente la Virgen cargando al Niño. Pueden ver La Madonna Sistina aquí, pues la hemos incluido para ilustrar este artículo.
El pensador alemán Arthur Schopenhauer, que fue el filósofo del pesimismo, cuando vio esta pintura escribió estas palabras: “Ella lo trajo al mundo y él mira con cierto temor el caos y el horror del mundo; pues produce un feroz desasosiego con su miseria infinita”.
Sin dudas, esta es una visión pesimista del mundo en el que nació el Niño Jesús. Otro filósofo alemán, Karl Schlegel, vio la misma pintura. De hecho, escribió un himno a la Navidad que dice: “La Virgen sostiene en su pecho a un recién nacido, que sin embargo brilla como el sol. En sus ojos se refleja el esplendor del mundo que lo rodea, haciéndolo irradiar luz”.
Por supuestos, mucho depende de los ojos con que se miramos las cosas. Al contemplar la historia de la Navidad tratando de entender el profundo misterio que encierra, nuestra comprensión será en buena medida un reflejo de la idea que tenemos del mundo en que vivimos. Sí, existen el sufrimiento y el horror en el mundo, pero también existen la gracia y la luz. Nosotros tenemos que elegir cuál será nuestra visión del mundo.
Los invito a mirar la escena de la natividad del Señor contemplando el rostro del niño, para darnos cuenta de que es precisamente con esa inocencia de niño es que debemos mirar la realidad que nos rodea. La entrada de Dios en la historia humana cambia radicalmente nuestra visión del mundo.
La primera venida de Cristo al mundo fue realmente un suceso cósmico, la manera más insólita de remar mar adentro. Lo divino se hizo humano en Jesucristo, el niño nacido para salvar al mundo de todo el mal que experimentamos y para traer la luz, que es gracia para los seres humanos. Esta escena también nos recuerda que debemos contemplar a nuestros hijos y a los recién nacidos y ver la alegría innata y el reflejo de Jesús recién nacido en cada uno de ellos en la Navidad.
Sí, la Navidad es de los niños porque ellos nos recuerdan al vulnerable Señor del Universo nacido en Cristo Jesús.