El Santo Padre habló enérgicamente de los flagelos sociales que azotan a la nación azteca. Tocando temas desde el narcotráfico, la violencia y la crisis de migración hasta la desigualdad económica y de etnias, el Papa asentó con sus acertados discursos el trecho espiritual de la vereda del cambio.
Sus palabras llegaron al corazón del pueblo como bálsamo de esperanza, en un momento en el que los millones de mexicanos que sufren los embates diarios de estos males sociales, tienen pocas esperanzas de que algo cambie en el ámbito político.
“Aunque seguramente los grupos políticos no cambien, creo que la gente tomará más consciencia y quizás inspire a otros grupos sociales a abogar mejor por sus necesidades. Esto quizás no parezca significativo pero definitivamente va en una buena dirección”, comentó en Facebook Lizeth Benítez, una joven arquitecta que sueña con ayudar a construir un futuro mejor para su amado México y Centro América.
Tino Piñón es un activista mexicano que lucha de sol a sol por los derechos de los menos privilegiados al norte y al sur de la frontera. Aunque no es católico, dice, “reconozco a un líder mundial, muy carismático. Me hubiese gustado escuchar una crítica directa a la corrupción del actual gobierno, que incluyera el tema de los 43 y otros similares”, dijo, mostrando la frustración de muchos de los que trabajan a diario por ayudar a los más desprotegidos pero se ven atrapados en las grietas de la corrupción del gobierno. “¿Qué cambios se producirán en México gracias a su visita? No creo que serán muchos, aunque sus mensajes fueron elocuentes, dudo que produzcan un cambio significativo en la sociedad”, concluyó con visible tristeza.
Del lado norte de la frontera, también se sintieron los remezones políticos de las palabras de Francisco.
El Papa fue directo ante la prensa a bordo del avión que lo llevaba de vuelta al Vaticano. “Una persona que sólo piensa en construir muros, en lugar de construir puentes, no es cristiano”. La declaración llegó en respuesta a la pregunta de los periodistas sobre la intención de Trump de construir una barda a lo largo de la frontera entre México y Estados Unidos para detener el flujo de indocumentados, de salir elegido como presidente.
La reacción del magnate no se hizo esperar y fue cortante, sugiriendo que el Papa se había dejado manipular por el gobierno de México: “Cuando el Vaticano sea atacado por ISIS —siglas del grupo terrorista del Estado Islámico— que como todos saben sería el trofeo mayor de ISIS, les prometo que el Papa deseará haber rezado y orado por que Trump hubiese sido presidente (de Estados Unidos)”.
Pero regresemos a México, donde el Papa dejó una profunda huella y un aliento de esperanza. Linda Jesús comentaba a sus amigos de Facebook que la lucha seguirá “hasta que los gobiernos de allá o cualquier parte del mundo dejen su egoísmo, la prepotencia y el poder para uso de ellos mismos y para llenarse los bolsillos. Cuando empiecen a respetarse ellos mismos no engañando y piensen en el pueblo que los elige, poniendo prioridades basadas en valores y en la palabra de Dios, entonces el mundo cambiará”.
En palabras más sencillas del capitalino Oscar Prado: “No va a cambiar nada, amiga. Mientras no exista un cambio desde el gobierno hasta la señora que vende chicles, México seguirá igual”.
Quizás sea hora de recordar que la fe mueve montañas y la resignación paraliza. El Santo Padre lo resumió sabiamente durante la misa celebrada en la ciudad de Morelia, donde explicó que el gran peligro es el de la “resignación”.
“Frente a esta realidad nos puede ganar una de las armas preferidas del demonio, la resignación. Una resignación que nos paraliza y nos impide no sólo caminar, sino también hacer camino”, dijo Francisco.