El 24 de junio celebramos el nacimiento de San Juan Bautista, el profeta precursor de Jesús, pero el 29 de agosto conmemoramos su martirio. Es el único santo cuya fiesta se corresponde con su nacimiento —santificado desde el vientre de su madre con el ministerios profético— y no con su muerte. El arte ha reproducido muchas veces este evento con la cabeza en bandeja mostrada por Salomé.
Los Evangelios Sinópticos (Mateo, Marcos y Lucas) narran la historia del martirio de Juan (Mateo 14:1-12, Marcos 6:14-29 y Lucas 9:7-9). Según el relato del evangelio de San Marcos, Herodes había mandado encarcelar a Juan Bautista por causa de Herodías, esposa de su hermano Filipo, con la cual Herodes tenía una relación adúltera. “Porque Juan decía a Herodes: ‘No te está permitido tener la mujer de su hermano’. Herodías le aborrecía y quería hacerlo matar, pero no podía pues Herodes le tenía un profundo respeto a Juan. Lo consideraba un hombre santo, y lo protegía; al oírlo hablar se quedaba pensativo y temeroso; y lo escuchaba con gusto”.
La oportunidad llegó cuando Herodes ofreció un banquete por su cumpleaños a los principales de Galilea. En la fiesta danzó Salomé, hija de Herodías. El baile le gustó tanto a Herodes que le prometió a la joven cumplirle cualquier deseo, incluso la mitad de su reino. Por eso ella, a sugerencia de su madre, le pidió: “Quiero que ahora mismo me des, en una bandeja, la cabeza de Juan, el Bautista”. El Evangelio nos dice que el rey “se llenó de tristeza, pero no quiso desairarla a causa del juramento y de los comensales”. Así, ordenó a un guardia que lo decapitara. “Trajo su cabeza en una bandeja, y se la dio a la muchacha, la cual se la dio a su madre. Al enterarse sus discípulos vinieron a recoger el cadáver y le dieron sepultura”.
Juan fue llamado a cumplir su misión de profeta desde el vientre. En Lucas 1,41 leemos que Juan saltó en el vientre de su madre Isabel ante la presencia de Jesús en el seno de María. Zacarías, su padre, animado por el Espíritu Santo, habló así de la misión de su hijo: “Y tú niño serás llamado Profeta del Altísimo, porque irás delante del Señor preparando sus caminos, para hacer conocer a su Pueblo la salvación mediante el perdón de los pecados”. Ya siento adulto comenzó su misión predicado el arrepentimiento: “Conviértanse porque ya está cerca el Reino de Dios (Mateo 3,1-2). Cuando vio a Jesús reconoció su presencia y le dijo a sus discípulos: “He aquí el Cordero de Dios” (Juan 1,35).
No tuvo miedo de anunciar y denunciar, aunque esto le costó la vida. Benedicto XVI dijo de él en el año 2012: “Su vida nos enseña que cuando la existencia se fundamenta sobre la oración, sobre una constante y sólida relación con Dios, se adquiere la valentía de permitir que Cristo oriente nuestros pensamientos y nuestras acciones”. Destacó que “celebrar el martirio de san Juan Bautista nos recuerda también a nosotros, cristianos de nuestro tiempo, que no se puede descender a negociar con el amor a Cristo, a su Palabra, a la Verdad. La Verdad es verdad y no hay componendas”.