PROSPECT HEIGHTS — Las desgarradoras palabras de una viuda afligida proporcionaron un fuerte momento durante el funeral celebrado el viernes en la Catedral de St. Patrick por el detective del departamento de policía de New York (NYPD) recientemente asesinado, Jason Rivera, quien fue elogiado como un esposo, un hermano y un policía maravilloso.
“Les daría los buenos días a todos. Pero, de hecho, es la peor mañana de todas”, dijo entre lágrimas, Dominique Luzuriaga, mientras pronunciaba un elogio para su esposo de casi cuatro meses frente a miles de presentes que la acompañaban en su dolor, incluida la gobernadora Kathy Hochul, el alcalde Eric Adams y el comisionado de policía Keechant Sewell.
La pareja, que eran novios desde la infancia, se casó el 9 de octubre y tenía planes de visitar la Catedral de San Patricio este año, reveló la viuda.
“Tienes a toda la nación paralizada y, aunque ya no estarás aquí, quiero que vivas a través de mí”, dijo, hablando directamente con su difunto esposo.
La viuda expresó su enojo por el hecho de que el fiscal de distrito de Manhattan, Alvin Bragg, se comprometió a no procesar ciertos delitos.
“El sistema nos sigue fallando. Ya no estamos seguros, ni siquiera los miembros del servicio. Sé que estabas cansado de estas leyes, especialmente las del nuevo D.A.”, dijo, expresando el temor que tenía su esposo sobre la creciente falta de ley en la ciudad.
Aunque los fiscales de distrito no hacen leyes, tienen elección sobre cuáles procesan.
“Pero te prometo, te prometemos, que tu muerte no será en vano”, agregó. “Te amo hasta el final de los tiempos”.
Miles de oficiales de la policía de Nueva York y de todo el país se alinearon en la calle frente a St. Patrick’s y por más de 10 cuadras a lo largo de la Quinta Avenida para presentar sus respetos. Todos saludaron a Rivera al unísono mientras sacaban su ataúd de la catedral.
Sewell anunció en el funeral que había ascendido al oficial Rivera a detective de primer grado. “Su pérdida es extremadamente difícil de soportar para todos nosotros”, dijo. “Era todo lo que la ciudad y la policía de Nueva York necesitaban que fuera”.
Rivera, de 22 años, y su compañero, el oficial Wilbert Mora, de 27, recibieron disparos mientras respondían una llamada al 911 sobre un incidente de violencia doméstica en Harlem, el 21 de enero. Rivera murió esa misma noche. Mora murió cuatro días después. Su funeral fue programado para el miércoles 2 de febrero en la Catedral de San Patricio.
El sospechoso, Lashawn McNeil, de 47 años, quien recibió un disparo del oficial Sumit Sulan cuando intentaba huir del apartamento, murió el 24 de enero.
Adams y Sewell estuvieron entre los que pronunciaron elogios, junto con el padre Robert Abbatiello, párroco de la Iglesia del Sagrado Corazón en Yonkers, el inspector de policía de Nueva York Amir Yakatally, oficial al mando de la comisaría 32, donde trabajaba Rivera, y Jeffrey Rivera, el hermano mayor del detective.
El cardenal Timothy Dolan fue el principal celebrante de la misa fúnebre, que se llevó a cabo en español e inglés.
La Diócesis de Brooklyn estuvo representada por el obispo, Mons. Robert Brennan, quien fue co-celebrante, y los capellanes de la policía de Nueva York, Mons. Robert Romano, párroco de la Iglesia de Nuestra Señora de Guadalupe, y Mons. David Cassato, párroco de la Iglesia St. Athanasius.
Mons. Romano presentó a los panegiristas, quienes pintaron un retrato de Rivera como un esposo, hijo, hermano y oficial de policía dedicado y amante de la diversión. Se unió a la policía de Nueva York en 2020 para trabajar en mejorar las relaciones entre la policía y la comunidad.
Yakatally dijo que Rivera estaba tan ansioso en su primer día de trabajo en la comisaría que estacionó su auto en doble fila afuera de la comisaría, lo que detuvo el tráfico y provocó que el sargento de recepción se apresurara a averiguar de quién era el carro.
“Pero, aun así, los supervisores en la comisaría inmediatamente le prestaron atención y predijeron que lo haría bien, siempre y cuando respetara las reglas de estacionamiento”, dijo Yakatally.
Jeffrey Rivera recordó que su hermano sintió el llamado para convertirse en policía.
“No puedo ponerlo en palabras. Qué destrozada está mi familia”, dijo. “No importa cuán quebrantados estemos, obtenemos fortaleza al saber que Dios puso un deseo ardiente en el corazón de mi hermano y lo llamó a hacer algo. Y estamos muy orgullosos de él por decir que sí”.