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El Papa clausura el Sínodo advirtiendo contra los muros y el olvido de las tradiciones

ROMA — En sus palabras finales a los participantes en el sínodo, dedicado a extender el ministerio pastoral de la Iglesia en la región amazónica, el Papa Francisco advirtió contra la tentación de construir muros e ignorar las tradiciones de quienes a menudo viven marginados por la sociedad.

“¡Cuántas veces quien está delante, como el fariseo respecto al publicano, levanta muros para aumentar las distancias, haciendo que los demás estén más descartados aún. O también considerándolos inferiores y de poco valor, desprecia sus tradiciones, borra su historia, ocupa sus territorios, usurpa sus bienes.”

Ese fue el mensaje del Papa en su homilía durante la misa de clausura del Sínodo de los Obispos para la Amazonía, que duró casi un mes. Tuvo así el Pontífice la última palabra, después de semanas de reacciones críticas por parte de católicos conservadores a sus esfuerzos para poner en el centro del debate la difícil situación de los pueblos indígenas en la Amazonía y el destino mismo de la selva tropical.

“¡Cuánta presunta superioridad que, también hoy se convierte en opresión y explotación!”, dijo el Papa, rodeado por los casi 200 obispos que participaron en la asamblea sinodal.

“Los errores del pasado no han bastado para dejar de expoliar y causar heridas a nuestros hermanos y a nuestra hermana tierra”, dijo. “Lo hemos visto en el rostro desfigurado de la Amazonia”.

El domingo, al inicio de la misa de clausura en la Basílica de San Pedro, una mujer indígena con un tocado de plumas abrió la procesión por la nave central, mientras el Papa llevaba un nuevo báculo de madera que le habían regalado los participantes en el sínodo.

El sábado, los obispos que participaron en el sínodo aprobaron un documento final en el que pidieron el Papa que considere ordenar hombres casados al sacerdocio para solucionar la escasez de sacerdotes en el Amazonas, así como formar una nueva comisión para estudiar la posibilidad de ordenar mujeres al diaconado.

Sin embargo, aunque los temas candentes del celibato y las mujeres dominaron gran parte del Sínodo de los Obispos en la Amazonía, el Papa ha insistido en que su propósito principal era el de una conversión ecológica, un tema al que volvió el domingo, insistiendo en que la Iglesia global tiene mucho que aprender de la región amazónica.

“En este Sínodo hemos tenido la gracia de escuchar las voces de los pobres y de reflexionar sobre la precariedad de sus vidas, amenazadas por modelos de desarrollo depredadores”, dijo.

“Y, sin embargo, aún en esta situación, muchos nos han testimoniado que es posible mirar la realidad de otro modo, acogiéndola con las manos abiertas como un don, habitando la creación no como un medio para explotar sino como una casa que se debe proteger, confiando en Dios.”, dijo el Papa Francisco.

En su meditación sobre el pasaje del Evangelio de San Lucas, en el que Jesús contrasta las actitudes de un fariseo piadoso y un recaudador de impuestos que pide la misericordia de Dios, el Papa dijo que a pesar de que el fariseo se jactaba de sus virtudes y de que cumplía los mandamientos, había olvidado el mandamiento más grande: “amar a Dios y nuestro prójimo “.

Las palabras del Papa parecían una continuación de su discurso final en el sínodo este sábado, en el que criticó a algunos católicos “de élite” por centrarse en “preceptos particulares” en lugar de preocuparse por el “panorama general”.

“Si nos miramos por dentro con sinceridad, vemos en nosotros a los dos, a los dos, al publicano y al fariseo. Somos un poco publicanos, por pecadores, y un poco fariseos, por presuntuosos, capaces de justificarnos a nosotros mismos, campeones en justificarnos deliberadamente”, afirmó el Papa. “Con los demás, a menudo funciona, pero con Dios no. Con Dios el truco no funciona”.

“También los cristianos que rezan y van a Misa el domingo están sujetos a esta religión del yo. Podemos mirarnos dentro y ver si también nosotros consideramos a alguien inferior, descartable, aunque solo sea con palabras”, dijo. “Recemos para pedir la gracia de no considerarnos superiores, de no creer que tenemos todo en orden, de no convertirnos en cínicos y burlones”.

“Recemos para pedir la gracia de sentirnos necesitados de misericordia, necesitados de misericordia, pobres interiormente. También para eso nos hace bien estar a menudo con los pobres, para recordarnos que somos pobres, para recordarnos que solo en un clima de pobreza interior actúa la salvación de Dios”, continuó.

En cambio, el Papa dirigió la atención a la vida de los pobres, tanto en la Amazonía como en otros lugares, como “íconos vivos de la profecía cristiana” que pueden hacer posible la salvación.

“Mientras la oración de quien presume ser justo se queda en la tierra, aplastada por la fuerza de gravedad del egoísmo, la del pobre sube directamente hacia Dios”, dijo.

“El sentido de la fe del Pueblo de Dios ha visto en los pobres ‘los porteros del cielo’: Ellos son los que nos abrirán, o no, las puertas de la vida eterna”, continuó. “Ellos que no se han considerado como dueños en esta vida, que no se han puesto a sí mismos antes que a los demás, que han puesto solo en Dios su propia riqueza”.

Si bien el final del Sínodo de los Obispos en el Amazonas marca la conclusión de un proceso de consulta regional de casi dos años, seguido de la reunión de este mes en Roma, ahora dependerá del Papa redactar un documento final que, en efecto, establecerá las nuevas orientaciones pastorales de la Iglesia en la Amazonía y el resto del mundo.

“Oremos por la gracia de poder escuchar el grito de los pobres”, concluyó. “Este es el grito de esperanza de la Iglesia. Cuando hagamos su propio grito, nuestra oración también llegará a las nubes”.