QUERIDOS HERMANOS Y HERMANAS EN CRISTO:
Después de cada Sínodo de la Iglesia, un sistema que comenzó después del Concilio Vaticano II, el Santo Padre emite una exhortación apostólica postsinodal. En este documento, el Santo Padre revisa los resultados de los grupos de trabajo generales del Sínodo, el Sínodo mismo donde ha estado presente, y ofrece su propia exhortación. El 12 de febrero de 2020, el Papa Francisco emitió “Querida Amazonia”.
Sus reflexiones son, en sus propias palabras: “cuatro grandes sueños que la Amazonia me inspira”. El primero es “Un sueño social”, que me recordó el famoso discurso I Have a Dream (Tengo un sueño) de Martin Luther King, Jr., donde imaginó algo nuevo y mejor para el futuro del pueblo afroamericano de los Estados Unidos.
El Antiguo Testamento nos dice: “Donde no hay visión, la gente perece”. Y así, también pereceremos en un mundo sin visión, sin sueños, sin aquellos que son profetas y hablan por Dios. En su exhortación, el Santo Padre nos presenta desafíos muy sinceros y bien pensados para la Iglesia.
En su primer sueño, “Un sueño social”, el Papa nos dice: “Sueño con una Amazonia que luche por los derechos de los más pobres, de los pueblos originarios, de los últimos, donde su voz sea escuchada y su dignidad sea promovida”. En la Amazonia, hay 110 tribus aborígenes, personas que viven en otro mundo. Viviendo en la Amazonia que los nutre, podríamos decir que son personas pobres sin cultura; sin embargo, tienen una cultura enorme que necesita ser entendida y respetada.
Desafortunadamente, la vida misma de estas personas está en peligro, ya que la toma de tierras y la violencia directa contra ellos por parte de extraños los ha ido desplazando aún más hacia la jungla. Estas son comunidades verdaderas, muchas de las cuales han sido evangelizadas y desean continuar su estilo de vida sin ser molestados.
Cuán importante es que apoyemos a estos habitantes originales de una gran parte de América Latina para que no sean aniquilados, sino todo lo contrario, que sean respetados y se les deje vivir de acuerdo con sus propias preferencias y costumbres.
El segundo sueño del Santo Padre se titula “Un sueño cultural”. Y en el nos dice: “Sueño con una Amazonia que preserve esa riqueza cultural que la destaca, donde brilla de modos tan diversos la belleza humana”. Parte de esta región ha sido colonizada por el mundo moderno, utilizando sus recursos para avanzar en la sociedad actual, que utiliza los recursos de la tierra para producir productos para nuestro sistema capitalista. La selva amazónica se llama específicamente “poliedro amazónico”, lo que significa que es un área única que abarca muchos países: Perú, Brasil, Venezuela, Ecuador, Colombia, Guyana, Bolivia, Surinam y la Guayana Francesa.
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Es aquí donde vemos el comienzo de la cultura de una región distinta. Las personas endémicas no deben considerarse como “… salvajes ‘incivilizados’. Simplemente ellos gestaron culturas diferentes y otras formas de civilización que antiguamente llegaron a ser muy desarrolladas”, como dice el Santo Padre. Los pueblos de la Amazonia viven de acuerdo con la naturaleza que los rodea. Respetan la naturaleza y las creaciones de Dios, los animales con quienes viven y de quienes derivan su sustento. Si aunque sea aprendiéramos a ser tan sensibles como estas personas, el mundo podría ser un lugar mejor.
El tercer sueño del Santo Padre es “Un sueño ecológico”, donde dice: “Sueño con una Amazonia que custodie celosamente la abrumadora hermosura natural que la engalana, la vida desbordante que llena sus ríos y sus selvas”. La Amazonia es un ecosistema único en el mundo. La selva amazónica ha sido llamada el pulmón del mundo porque es aquí donde se produce oxígeno. Aunque el clima es muy cálido, el oxígeno producido por las plantas permite que la tierra respire, restaura el oxígeno donde lo habíamos estado perdiendo a causa de la contaminación atmosférica con combustibles fósiles.
De la misma manera en que el pulmón de nuestro cuerpo se sofoca y finalmente muere; así, la Amazonia es ese pulmón que necesitamos para sobrevivir. Necesitamos cuidar la Amazonia. Nuestro Santo Padre dice: “El equilibrio planetario depende también de la salud de la Amazonia. Junto con el bioma del Congo y del Borneo, deslumbra por la diversidad de sus bosques, de los cuales también dependen los ciclos de las lluvias, el equilibrio del clima y una gran variedad de seres vivos. Funciona como un gran filtro del dióxido de carbono, que ayuda a evitar el calentamiento de la tierra. En gran parte, su suelo es pobre en humus, por lo cual la selva «crece realmente sobre el suelo y no del suelo»”.
En su encíclica “Laudato Si” (Sobre el cuidado de la casa común), el Santo Padre ha asumido un compromiso claro y lo ha convertido en algo que debemos contemplar como cristianos: el cuidado de nuestro hogar común. De una manera única, la Amazonia va más allá de las naciones que abarca. Es ese pulmón que el mundo tanto necesita. Debemos trabajar juntos para asegurarnos de que las naciones respeten el tesoro ecológico de la creación de Dios, que se encuentra en la región amazónica.
El último sueño del Santo Padre es “Un sueño eclesial”, un sueño para la Iglesia. Dice el Sumo Pontífice: “La Iglesia está llamada a caminar con los pueblos de la Amazonia”. El Amazonas es parte del gran fenómeno humano del desarrollo. Vemos que las cosas se usan para un bien mayor, mientras que al mismo tiempo, es necesario respetar lo que se extrae de la Amazonia para asegurarnos de que sea por un bien mayor y no por la destrucción involuntaria de un tesoro ecológico.
Somos una Iglesia misionera. Una Iglesia que se ha propuesto evangelizar al mundo desde el principio. La evangelización de América Latina fue encabezada por la colonización, que tuvo muchos aspectos negativos, mientras que la evangelización ha perdurado con buenos resultados. La geografía de la región amazónica, el aislamiento de sus pueblos y la falta de personal eclesial son ciertamente una preocupación. Muchos creían que el Sínodo aprobaría o sugeriría la ordenación de mujeres como sacerdotes o mujeres como diáconos. Algunos estaban decepcionados de que esto no sucediera, pero podría ser necesario un mayor consenso de toda la Iglesia, tal vez un Consejo Ecuménico, para tomar esa decisión.
Nuestro Santo Padre decidió no enfatizar la falta de personal, sino exhortarnos a desarrollar personal del resto del mundo para ayudar a la región amazónica. En particular, está claro con respecto a la celebración de la Eucaristía, que debe ser “enculturada”, como nos ha dicho el Concilio Vaticano II, como algo que proviene de las personas y mejora su adoración a Dios al respetar la cultura y los símbolos que más les importan. El papa Francisco dice: “Es posible recoger de alguna manera un símbolo indígena sin calificarlo necesariamente de idolatría. Un mito cargado de sentido espiritual puede ser aprovechado, y no siempre considerado un error pagano”.
Con respecto a la celebración de la Eucaristía, el Santo Padre continúa diciendo: En la Eucaristía, Dios «en el colmo del misterio de la Encarnación, quiso llegar a nuestra intimidad a través de un pedazo de materia. […] [Ella] une el cielo y la tierra, abraza y penetra todo lo creado». Por esa razón puede ser «motivación para nuestras preocupaciones por el ambiente, y nos orienta a ser custodios de todo lo creado»”.
El Santo Padre particularmente agradece a las mujeres que han llevado a cabo el ministerio en la Amazonia, muchas veces sin la ayuda de un sacerdote. No podemos olvidar a la hermana Dorothy Mae Stang, S.N.D., que nació en los Estados Unidos pero en realidad se convirtió en ciudadana brasileña naturalizada. Fue una mártir que dio su vida en defensa de estos pueblos indígenas.
El Papa Francisco dijo: “Durante siglos las mujeres mantuvieron a la Iglesia en pie en esos lugares con admirable entrega y ardiente fe. Ellas mismas, en el Sínodo, nos conmovieron a todos con su testimonio”.
Este Sínodo de la Amazonia ha concluido en la Exhortación apostólica tal como se nos presenta. Debemos dedicar tiempo a comprender mejor este complejo lugar en el mundo que tiene algo que ver con todos y cada uno de nosotros.
Somos guardianes de la creación de Dios. Dios nos ha dado la Amazonia, y nosotros seremos los cultivadores, seremos quienes cosechemos sus beneficios, pero también debemos ser sus protectores.