Ciudad de México. 12 de febrero. El Papa llega hoy a México. Antes hará escala en La Habana para entrevistarse con el Patriarca de Moscú y de todas las Rusias, Kiril I, en el aeropuerto de La Habana. (Contrariamente a lo que han afirmado algunos medios de prensa, no es el primer encuentro entre un papa y un patriarca de Moscú desde el Cisma de Oriente en 1054. En 1438 Isidoro, metropolita de Kiev y Moscú, viajó al Concilio de Ferrara-Florencia, donde se encontró con el papa Eugenio IV, quien lo creó cardenal.)
En su discurso el pasado 19 de septiembre al llegar a Cuba, en el mismo aeropuerto habanero, el papa Francisco afirmó: “Geográficamente, Cuba es un archipiélago que mira hacia todos los caminos, con un valor extraordinario como «llave» entre el norte y el sur, entre el este y el oeste. Su vocación natural es ser punto de encuentro para que todos los pueblos se reúnan en amistad, como soñó José Martí, «por sobre la lengua de los istmos y la barrera de los mares»”.
El encuentro de hoy viene a reafirmar las palabras del Pontífice. José Martí, a quien el Papa cita en su discurso, creía que su diminuta Isla natal era una de las claves del equilibrio del mundo. Los cubanos, que a ratos lo creen con fervor, tendrán ahora otro motivo para seguir afirmándolo.
De todas maneras, el encuentro del Santo Padre con el patriarca Kiril tiene el peso histórico de un milenio de distancias… y los peligros que supone una reunión de hermanos que han estado diez siglos enemistados. El Patriarca de Moscú se ha mostrado reticente a cualquier acercamiento con la Iglesia Católica que suponga algún cambio en la doctrina ortodoxa. Al mismo tiempo, ha tenido reiterados gestos de buena voluntad hacia Roma.
Por otra parte, bajo su liderazgo, la Iglesia Ortodoxa ha logrado ir recuperando en la sociedad rusa el espacio que le fue arrebatado durante las décadas de persecución de la era soviética. Pero también el patriarca Kiril ha sido criticado por su estrecha colaboración con el régimen de Putin y su apoyo al dictador bielorruso Alexander Lukachenko.
En los últimos años, el patriarca Kiril ha desarrollado excelentes relaciones con el gobierno cubano. En 2008, en representación del Patriarcado de Moscú, Kiril entregó a Fidel Castro la orden “A la gloria y el honor” y a su hermano Raúl la orden “Príncipe Daniel”. Ayer, en una rueda de prensa, el metropolita Hilarión, jefe del Departamento de Relaciones Exteriores de la Iglesia Ortodoxa, afirmó que Cuba era el lugar ideal para el encuentro pues es “la isla de la libertad”.
El papa Francisco irá hoy al encuentro del Patriarca de Moscú en el lugar más inusual y desangelado que se pueda imaginar. El aeropuerto de La Habana, una serie de hangares improvisados con vigas de metal y techo de almacén de bisutería, es el producto esperable de la unión entre la pobreza material y la miseria de la imaginación.
El Papa estará mirando más allá de los cálculos políticos y de la fealdad castrense del lugar. Aspira a cerrar un ciclo de mil años de rencores y excomuniones, guerras y saqueos. El Papa buscará poner el acento la reconciliación y el futuro, en la misericordia y la unión. Quiere lograr lo que soñaron —y no llegaron a ver— Isidoro de Kiev y Juan Pablo II. Es una escala de dos horas para comenzar a arreglar un problema de mil años. Su valentía merece una cuota de admiración. Y la misión que se ha impuesto requerirá la oración de todos los creyentes.