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UR, Irak (Crux) — Rodeado por las arenas del desierto y dirigiéndose a representantes de diversos religiosos en la ciudad de Ur, el lugar de nacimiento de Abraham, el papa Francisco pidió a los líderes espirituales reconocer que es la peor blasfemia es usar el nombre de Dios para justificar el odio, y que el extremismo es una traición a la religión.
“Desde este lugar, donde nació la fe, de la tierra de nuestro padre Abraham, afirmemos que Dios es misericordioso y que la mayor blasfemia es profanar su nombre odiando a nuestros hermanos y hermanas”, dijo el papa este sábado, durante la segunda jornada de su visita de tres días a Irak.
Hablando en un país donde las “nubes oscuras del terrorismo, la guerra y la violencia” se han acumulado, el pontífice dijo que los creyentes no pueden permanecer callados cuando el terrorismo manipula y abusa de la religión: “de hecho, estamos llamados sin ambigüedades a disipar todos los malentendidos. ¡No permitamos que la luz del cielo sea eclipsada por las nubes del odio!”.
Acompañado por líderes cristianos y musulmanes de diversas denominaciones, el Papa también pidió que la libertad de conciencia y religión sea respetada y reconocida en todas partes, definiéndolas como derechos fundamentales porque “nos hacen libres para contemplar el cielo para el que fuimos creados”.
El Papa se dirigió a un auditorio que es una vibrante representación del tejido social de Irak, en el que estaban representados varias de las minorías étnicas y religiosas, incluidos los yazidíes, musulmanes sunitas y chiítas, zoroástricos, mandeos y otros.
Los grandes ausentes fueron los representantes del judaísmo, tanto entre los líderes religiosos como entre los asistentes a la oración. Aunque la historia del judaísmo en Irak está documentada desde el siglo IV a. C., los judíos fueron expulsados de Irak en la década de 1940 y oficialmente no hay ningún rabino en el país. Algunos observadores temen que la desaparición forzada del judaísmo en la tierra donde nació Abraham pueda repetirse pronto con otras minorías, entre ellas los cristianos.
El Papa también pidió orar por todas aquellas comunidades que han sufrido asesinatos y han sido testigos del secuestro de miles de mujeres, niñas y niños que luego fueron vendidos como esclavos, sometidos a violencia física y forzados a la conversión. Aunque mencionó en particular a la comunidad Yazidi —los terroristas de ISIS asesinaron a 5 000 hombres de esa comunidad en una sola noche en 2014— reconoció que todas las comunidades étnicas y religiosas de Irak han sufrido.
Los descendientes de Abraham, dijo, tienen el papel de ayudar a sus hermanos y hermanas a levantar los ojos al cielo porque “no somos autosuficientes”.
“El hombre no es omnipotente; no podemos vivir sin Él”, dijo, y cuando las personas excluyen a Dios de sus vidas, terminan adorando cosas terrenales, que no son la razón de la vida en la tierra.
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“Levantamos nuestros ojos al cielo para levantarnos desde el pozo de nuestra vanidad; servimos a Dios para ser liberados de la esclavitud de nuestro ego, porque Dios nos urge a amar”, dijo. “Esta es la verdadera religiosidad: adorar a Dios y amar al prójimo”.
Refiriéndose en particular a la situación en Irak y la invasión de ISIS a la región norte, que visitará el domingo, dijo que los extremistas habían tratado de destruir parte de su “magnífica herencia religiosa” de la región, incluyendo iglesias, monasterios y lugares de culto de varias comunidades.
“Sin embargo, incluso en ese momento de oscuridad, algunas estrellas siguieron brillando”, dijo el Papa, citando a cristianos y musulmanes trabajando unidos para restaurar las mezquitas e iglesias de Mosul, “construyendo amistades fraternales sobre los escombros del odio”.
Cuando se trata de lugares sagrados, como los terrenos donde estaba hablando, el Papa ve como una “necesidad existencial” protegerlos, porque las peregrinaciones a lugares como la ciudad de Ur son signos en la tierra del anhelo de la humanidad por el cielo.
Pasando a la pandemia de COVID-19, que ha causado sufrimiento en todas partes, incluido Irak, dijo que el camino de la paz exige que todos remen juntos, particularmente en medio de la tempestad.
“Es vergonzoso que, si bien todos nosotros hemos sufrido la crisis de la pandemia, especialmente aquí, donde los conflictos han causado tanto sufrimiento, cualquiera deba preocuparse simplemente por sus propios asuntos”, dijo el Papa. “No habrá paz sin compartir y sin aceptación mutua, sin una justicia que garantice la equidad y el avance para todos, comenzando por los más vulnerables”.
El pontífice añadió que no habrá paz a menos que las personas se extiendan la mano unos a otros y mientras insistamos en “ver a los demás como ‘ellos’ y no a ‘nosotros mismos’”.
“No habrá paz mientras nuestras alianzas sean contra otros, porque las alianzas de unos contra otros solo aumentan las divisiones”, dijo: “La paz no exige vencedores o perdedores, sino hermanos y hermanas que, a pesar de todos los malentendidos y heridas del pasado, recorren juntos el camino del conflicto a la unidad”.
El núcleo de su mensaje resaltó el lema del viaje: “Todos somos hermanos”, y habló de la fraternidad humana, el reconocimiento del otro como igual en dignidad como base para una paz duradera.
La paz, dijo, comienza con la decisión de “no tener enemigos”, y quien cree en Dios “no tiene enemigos contra los que luchar” más allá del odio y la voluntad de buscar el beneficio personal a expensas de los demás.
“Aquellos que siguen los caminos de Dios, no pueden estar en contra de alguien, sino a favor de todos”, dijo. “No pueden justificar ninguna forma de imposición, opresión y abuso de poder; no pueden adoptar una actitud beligerante”.
Antes de la oración interreligiosa, el secretario de Estado del Vaticano, el cardenal italiano Pietro Parolin, dijo a los periodistas que la reunión interreligiosa celebrada en el lugar de nacimiento de Abraham está “directamente relacionada” con lo que sucedió el sábado, cuando el papa Francisco se reunió con el gran ayatolá Ali al-Sistani.
Uno de los mandeos que asistieron dijo a Crux que se trataba de una “visita histórica” con la oportunidad de “inspirar a los iraquíes a pasar página y recordar que, hasta hace poco, todos vivíamos aquí en paz”.
Mohammed Abass Salih, que estaba traduciendo simultáneamente al italiano para la delegación del Vaticano, dijo que el “llamado a la paz y la fraternidad” del Papa era muy necesario, y esperaba que se escuchara “no solo en Irak, sino en el mundo. El nivel de violencia que vemos todos los días no puede continuar”.
“Depende de nosotros, la humanidad de hoy, especialmente aquellos de los creyentes de todas las religiones, convertir los instrumentos del odio en instrumentos de paz”, dijo el papa. Y añadió que a los líderes religiosos les corresponde apelar a los líderes de las naciones para que dejen de usar dinero para comprar armas y en su lugar distribuir alimentos.
“Nos toca a nosotros arrojar luz sobre las turbias maniobras que giran en torno al dinero y exigir que el dinero no acabe siempre y solo reforzando el lujo desenfrenado de unos pocos. Depende de nosotros preservar nuestro hogar común de nuestros objetivos depredadores. Depende de nosotros recordarle al mundo que la vida humana tiene valor por lo que se es y no por lo que se tiene. ¡Que las vidas de los no nacidos, los ancianos, los migrantes y los hombres y mujeres, sea cual sea el color de su piel o su nacionalidad, son siempre sagradas y cuentan tanto como las vidas de todos los demás!”.
Por último, después de escuchar el testimonio del sufrimiento indescriptible causado por la guerra que obligó a muchos a huir de sus hogares, el Papa elogió a quienes se habían decidido a quedarse en la tierra de sus padres, al tiempo que afirmó que deseaba que los que no pudieron hacerlo recibieran una amable bienvenida en otro lugar.
Rafah Husein Baher, una sabeamandaeana iraquí, le había contado al Papa que fue testigo de cómo sus hijos, hermanos y familiares huían a numerosos destinos y a diferentes regiones.
“Todos los iraquíes conviven pacíficamente, entre nosotros hay familiaridad e historias en común, juntos subsistimos a través de las ruinas de la guerra en el mismo suelo”, dijo en inglés, claramente conmovida por lo que estaba contando. “Nuestra sangre se mezcló, juntos probamos la amargura del embargo, tenemos la misma identidad”.
“La injusticia afligió a todos los iraquíes”, dijo, “no excluyó a nadie: el derramamiento de sangre inocente de todos los iraquíes. El terrorismo violó nuestra dignidad. Muchos países, sin conciencia, anularon nuestros pasaportes, y solo mostraron indiferencia ante nuestro sufrimiento. La visita de Su Santidad a Irak significa que Mesopotamia todavía es respetada y valorada”.