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El racismo: la explosiva crisis social de EE.UU.

En medio de la pandemia del coronavirus, se agravaron los síntomas de otro mal que ha venido afectando a la sociedad estadounidense desde sus inicios y que ahora, tras incidentes corridos de violencia policial contra afroamericanos y latinos, se ha declarado como la crisis de salud pública más amenazante de estos tiempos.

Las estadísticas muestran que a diario se cometen injusticias contra personas de grupos minoritarios a plena luz del día y muchas veces, bajo el color de la autoridad. En mayo, un caso destapó la venda de los que no querían ver.

George Floyd: la gota que derramó el vaso

El 25 de mayo, el afroamericano George Floyd murió bajo la rodilla de un policía de Minneapolis, Minnesota, y ante la mirada de otros tres agentes del orden que presenciaron inmóviles el desenlace fatal del arresto inaudito que le dio la vuelta al mundo. Las últimas súplicas de Floyd  de ‘no puedo respirar’ se convirtieron en la consigna oficial de millones de manifestantes que no han dejado de protestar en contra de la brutalidad policial sobre los afroamericanos y latinos de este país.

“Hemos tenido individuos marchando en pueblos y ciudades por años, pero este incidente ha motivado a los 50 estados. En el mundo entero ha habido manifestaciones. Es casi como que una luz se hubiese encendido en las cabezas de la gente para exclamar: ‘Esto es erróneo. Esto es injusto. Esto es inmoral. No somos esto’ ”, dijo en un programa televisivo de la cadena CNN, Martin Luther King III, hijo del líder de los derechos civiles afroamericano Martin Luther King, Jr., asesinado en 1968.

George Floyd, quien fue detenido porque le acusaron de usar un billete falso de 20 dólares, se convirtió en el caudillo simbólico de una comunidad que ha visto perder a miles de sus miembros en las manos de la policía.

Según los datos de la organización Mapping Police Violence, el 24 por ciento de las personas que mueren en manos de la policía son negros, a pesar de que el grupo demográfico solo constituye el 13% de la población.

La desigualdad con sus semejantes blancos también se traduce en términos de ingresos, oportunidades, estado de salud y cifras en las instituciones de la ley y la justicia.

Desigualdad de ingresos

De acuerdo a un estudio del Centro Investigativo Pew, la comunidad afroamericana tiene el doble de probabilidad de vivir en la pobreza y estar desempleados, en comparación a su contraparte de raza blanca.

En términos de patrimonio neto, los hogares blancos son por lo menos 10 veces más ricos que los negros y latinos, de acuerdo a las estadísticas de 2016 de la Reserva Federal, que indican que, en promedio, una familia blanca gana $171,000 anuales en comparación con $17,600 en el hogar afroamericano y $20,700 en el latino.

Disparidad en las cárceles

La disparidad también se hace ver en las prisiones del país. De acuerdo a las cifras del Centro de Investigación Pew, en 2018 la población carcelaria era en un 33% negra y 30% blanca, comparado con las cifras demográficas que señalan que los blancos representan el 60% de la población adulta del país y los negros, tan solo el 12%.

En 2018, Pew constató que había 2,272 reclusos por cada 100,000 afroamericanos adultos, una tasa casi seis veces mayor comparada a los 392 encarcelados por cada 100,000 adultos blancos.

El poder policial también en manos de la raza blanca

Un reporte del Departamento de Justicia señaló que entre el 1997 y el 2016, mostró que, aunque el número de oficiales policiales correspondía a las cifras poblaciones de anglosajones, afroamericanos, latinos y asiáticos; los puestos de poder estaban repartidos en su vasta mayoría entre hombres de la raza blanca.

El estudio mostró que cerca del 90 por ciento de los puestos de jefes de policía, 81.5 % de supervisores intermedios y un 77 % de supervisores de línea estaban asignados a oficiales de origen racial blanco.

Disparidad en la salud

Las pobres condiciones socioeconómicas también afectan en el ámbito de la salud, donde de acuerdo a estudios de los Centros de Control y Prevención de Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés), la comunidad afroamericana sufre más de hipertensión, diabetes y obesidad que su contraparte blanca.

Es ahí que los afroamericanos y también los hispanos también hayan sido desproporcionadamente afectados por el Coronavirus.

Un estudio de los CDC halló que las tasas de hospitalización debido al COVID-19 fueron mucho más altas para los individuos afroamericanos del país que para los blancos. En la ciudad de Nueva York, fallecieron más hispanos per cápita por la enfermedad que cualquier otro grupo étnico.

En el centro y oeste del país, las tasas de infección en la reserva de la nación indígena Navajo, que tiene asentamientos en Arizona, Nueva México y Utah, han sido mucho más altas con más de 2,000 casos y 71 muertes hasta el pasado mayo.

Un análisis de la Fundación Kaiser mostró también que las comunidades indígenas sumaron  más de un tercio de los casos en Nuevo México, aun siendo solo el 9% de la población del estado y un 7% de los casos de Arizona cuando solo representan el 4% de la población.

“Los datos son claros y han sido claro durante décadas: los afroamericanos, latinos y otros grupos minoritarios se enferman más y mueren más jóvenes”, dijo en conferencia de prensa Stephen Thomas, profesor de Política y Gestión de la Salud y director del Centro de Igualdad en la Salud de la Facultad de Salud Pública de la Universidad de Maryland. “No podemos cerrar o taparnos los ojos ante el impacto desmedido de esta enfermedad en las comunidades minoritarias raciales y étnicas”.

De vuelta a la violencia racial, alcaldes estadounidenses de todo el país están comenzando a tomar acción para refrenar la crisis de atropellos policiales. Desde Boston hasta Los Ángeles, los mandatarios locales han emitido órdenes ejecutivas para reformar sus sistemas locales de seguridad pública en vías de reformar las fuerzas policiales y apaciguar la mecha de descontento nacional.

Entre los controvertidos planes se encuentra la redistribución de fondos previamente asignados a las agencias del orden público tras el llamado enérgico de los miles de protestantes en las calles. Pero una solución contundente se hace evasiva en este frente social de intereses encontrados en un año de elecciones.

La muerte de otro afroamericano en manos de la policía de Atlanta a mediados de junio nos recuerda que los males sistémicos no son fáciles de erradicar y que aún no se vislumbra vacuna alguna para la pandemia del racismo que continúa carcomiendo el alma del pueblo y destruyendo poco a poco los cimientos de la humanidad en cada fibra del sistema social del país.