Biblia

El sangriento David

“El que a hierro mata, a hierro muere”. Ese es el dicho de la sabiduría popular. El que trata con dureza, será castigado duramente. ¿Conocía usted este proverbio? A lo mejor lo ha escuchado usted aplicándolo a personas conocidas. La Biblia nos muestra uno lacerante. Se trata de David, cuya vida estuvo envuelta en sangre, él y toda su familia.

Un personaje tan famoso como él vivió en un clima de violencia, especialmente si nos fijamos en sus hijos y en su persona.

En el calor de una tarde David descubrió la belleza de Betsabé. Después de un encuentro amoroso, ella quedó encinta. El rey para camuflar la situación llamó al soldado Urías para que fuera a ver a su esposa y así ocultar el origen del embarazo. Al negarse a ir a casa, pues en período de guerra según la ley los soldados judíos no pueden tener relaciones sexuales, David ordena al general que lo ponga en el puesto más peligroso en el asalto a la ciudad de Rabbá. Una flecha enemiga terminó con su vida. Las manos de David quedaron ensangrentadas con su muerte, pero él sería castigado con la sangre de sus tres hijos, Amnón, Absalón y Adonías. Cada uno de ellos moriría asesinado. Así se cumpliría el dicho: “El que a hierro mata, a hierro muere”.

Amnón, fingiéndose enfermo, abusó de su hermanastra Tamar. Absalón, al enterarse de su violación, se llenó de odio y buscó la mejor ocasión de vengarse. Para ello, con motivo de las fiestas del esquileo de ovejas, invitó a todos los hijos del rey, incluido Amnón. Lo emborrachó durante el banquete. Seguidamente, mandó que lo asesinaran. Éste fue el primer derramamiento de sangre entre los hijos de David.

En otra ocasión, Absalón intentó apoderarse del trono real y derribar a su padre. David, amenazado de muerte, tuvo que huir apresuradamente. Pero su ejército se enfrentó al de su hijo en los bosques de Efraím. Derrotado Absalón huyó montado en su mula. Pasó debajo de las ramas de una gran encina. Sus cabellos se enredaron en sus ramas, quedando mientras la mula seguía su carrera. Joab, yendo al árbol de donde colgaba Absalón, le clavó personalmente tres dardos en el corazón, cuando aún estaba vivo. La sangre de los hijos de David continúa derramándose.

La sangre de Adonías, cuarto hijo de David, también quedó vertida por los suelos. Un día Adonías fue donde Betsabé, la madre de Salomón, y le dijo: “Habla con el rey Salomón para que me dé como mujer a Abisag la sunamita”. Betsabé entró en la casa de Salomón para transmitirle su deseo. El rey furioso respondió: “Hoy mismo Adonías será ejecutado”. Benaías hirió de muerte a Adonías. David y su familia es el clásico ejemplo donde se cumple el dicho, “El que a hierro mata, a hierro muere”.

Conociendo la figura de David, uno queda sorprendido. Él fue el precursor del Mesías. El evangelio de Mateo le titula “padre de Jesús”. ¿Cómo se explica este cambio? David, autor de muchos salmos, confesó y repitió su culpabilidad en el salmo 51, diciendo: “Contra ti, contra ti solo pequé”. Y nuestro Dios misericordioso le perdona y le llena de bienes.

¿Conocía usted estos casos y la infinita misericordia de Dios?