En los últimos meses las primeras planas de los periódicos han estado llenas de historias de acoso sexual. Casi todos los casos tienen significativas similitudes: Los culpables son hombres poderosos del ámbito artístico y político que han acosado sexualmente a mujeres que trabajaban en su medio. Las denuncias se refieren mayormente a hechos ocurridos años atrás. Cada personaje es acusado por varias víctimas y por repetidas y numerosas ofensas.
Las reacciones son diversas y hasta opuestas. Algunos creen a la víctima, otros defienden al victimario. Las víctimas que cuentan su historia lo hacen con vergüenza, pero con resolución. Otras, hablan desde una pantalla oscura. Los acusados, por su parte, o niegan todo, o lo aceptan y piden perdón. Lo primero es lo más común.
¿Qué es acoso sexual? Wikipedia lo define como “la manifestación de una serie de conductas compulsivas de solicitud de favores sexuales dirigidas a una persona en contra de su consentimiento. Esta acción puede perjudicar a personas de ambos sexos. Los principales acosadores son hombres que ejercen este tipo de comportamiento en ambientes laborales, académicos, estudiantiles e incluso familiares”. Otras definiciones incluyen además comentarios lascivos, superioridad de sexo y bromas sexuales.
En Estados Unidos, Anita Hill trajo a la luz este problema y este término a principios de los años 90 cuando, denunció por acoso sexual a Clarence Thomas, entonces nominado, y hoy juez de la Corte Suprema. Tras el testimonio de Hill, el número de casos de acoso sexual denunciados en este país y Canadá ha ido en aumento. Sin embargo, sigue siendo un tema del cual las víctimas —en su gran mayoría mujeres— no se atreven a hablar. Por una parte, sienten vergüenza, y por otra temen las represalias. En el ambiente laboral temen ser despedidas, y en los hogares u otros lugares temen que nos les crean; o que las hagan sentir culpables con comentarios como “se lo buscó”; o “le gusta”.
¿Cómo reaccionar y qué hacer si se siente víctima de acoso sexual? Lo primero es conservar la calma y ser firme en la negativa ante cualquier insinuación o tocamiento. Lo segundo es poner distancia inmediatamente, y si esto continúa, buscar formas de reunir pruebas para hacer la denuncia. Si tiene vergüenza, temor o se siente culpable, hable con alguien confiable que le ayude y le oriente. Es importante mencionar que si la víctima no se siente incómoda y aprueba esta conducta, el acoso no es considerado un crimen.
El propósito de este artículo es informar e instruir sobre este tema, empezar a abrir la “caja de Pandora”. Abrirla quiere decir empezar a hablar del tema, en círculos pequeños, entre amigos, en nuestras iglesias, en nuestros trabajos y, sobre todo, en la familia. Éste es un tema oculto del que tenemos vergüenza de hablar, más aun en el mundo hispano. Sin embargo, siempre ha estado ahí. Es preciso ayudar a que las mujeres, y puede ser que a los hombres también, saquen a flote esa historia dolorosa de acoso o de abuso sexual. Es preciso que todos, hombres y mujeres, como sociedad, examinemos la doble moral que tenemos para el hombre y la mujer, empezando por la forma como criamos a nuestros hijos.
El problema del acoso, así como otras áreas de abuso sexual, dejarán de ser un tabú cuando dejemos de considerarlo un problema individual. Éste es un problema social, que nos concierne y nos afecta a todos. Nuestra dignidad de hijos de Dios reclama una solución.