Me parece una ofensa preguntarle a un católico si conoce a san Pablo. Sería suficiente recordar la cantidad de amigos y conocidos que se llaman Pablo. O a las que se llaman Paula o Paulina. La Iglesia celebra su figura junto con la fiesta de san Pedro. Además, él es el autor que tiene más libros en la Biblia. Célebres son sus cartas que se proclaman en muchas misas. Ciertamente conocemos la parte oscura de su vida. Con auténtica violencia persiguió a los primeros cristianos. No vamos a dar más pinceladas negras en este período de su existencia. Nos resulta más atrayente recordar la aparición del Señor en su viaje a Damasco.
En este viaje comenzó de su conversión; y hay una serie de detalles desconocidos para muchos. La información la encontramos en el libro de los Hechos de los Apóstoles, cuya segunda mitad está dedicada a narrar la vida de san Pablo. En sus páginas podemos leer sobre sus tres grandes viajes, llenos de admirables episodios. Objeto central fue su visita al areópago de Atenas, centro cultural de su tiempo. Uno puede leer las persecuciones a las que fue sometido; en una ocasión tuvo que salir de la ciudad por la ventana de la muralla. En todas sus actividades y predicaciones, él proclama a Jesús como Salvador del mundo. Muestra su valentía y su sabiduría defendiéndose ante los tribunales romanos.
Pero la aparición del Señor en la carretera de Damasco cambió radicalmente su vida y tuvo extraordinaria importancia en la historia de la Iglesia. Sí, como se ha indicado anteriormente, la narran los Hechos de los Apóstoles. Sin embargo lo extraño es que la repiten tres veces con todo lujo de detalles. Es sorprendente ver cómo de los 28 capítulos de este libro, el 9, el 22 y el 26 hablan de esta aparición. Es decir, no se trata de tres apariciones distintas sino tres relatos sobre el mismo hecho. Claro que esta repetición conlleva muchas preguntas: ¿Por qué repetirlo tres veces? ¿Cuál es el contenido de estas narraciones? ¿Hay discrepancias entre ellas?
Vayamos por partes. Los tres relatos coinciden básicamente en su contenido. Presentan a Saulo como rabioso perseguidor de los cristianos camino de Damasco. Inesperadamente surge una luz del cielo provocando la caída de Saulo. Comienza un diálogo, corazón de la narración. Oye unas palabras acusadoras: “Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?” Preguntó él: “¿Quién eres tú, Señor?” La respuesta es clara: “Yo soy Jesús, a quien tú persigues”. Seguidamente, Jesús le encomienda la misión de llevar su Nombre a las naciones paganas.
Solamente en dos de los tres relatos se menciona que Saulo quedó ciego, fue a casa de Ananías, quien le dijo: “Hermano Saulo, el Señor Jesús, el que se te apareció en el camino por donde venías, me ha enviado para que recobres la vista y quedes lleno del Espíritu Santo.” Finalmente Saulo recibió el bautismo.
Quizá ahora entendamos mejor la idea del por qué el libro de los Hechos de los Apóstoles nos da tres relatos o tres repeticiones del viaje de Saulo o Pablo. Lucas, su autor, se dio cuenta que la aparición del Señor a Saulo sería de extraordinaria importancia en la vida de la Iglesia. La historia de veinte siglos confirma su maravillosa influencia. Ya durante su vida fundó comunidades cristianas en Asia y en Europa. Anduvo incansablemente por los caminos apestados de salteadores. Viajó por mar, naufragó cuando era llevado a Roma prisionero y estuvo a punto de ahogarse. Pero después de su muerte nos dejó un legado con sus escritos. Sus cartas han sido y son luz, consejo y apoyo en la Iglesia.